El escritor salteño presentará, en el marco del centenario de la ciudad de Tartagal, su libro más reciente: “Tierra de sapos”, segundo premio del Concurso Literario Provincial de Salta 2023.

Tenían que pasar seis años para que Mario Flores, escritor oriundo de Tartagal (ciudad cabecera del Departamento San Martín, en el norte salteño), volviera a escribir cuentos y textos breves. Después de “Hikaru” (192 páginas) y “Diosas mutantes” (184 páginas), sus novelas más extensas publicadas por Editorial Nudista en los últimos años, el Fondo Editorial de Salta ha publicado la Antología de Microrrelatos que corresponde al Premio Literario Provincial del año 2023, donde se encuentran los veinte microrrelatos que conforman “Tierra de sapos”, el treceavo libro del autor tartagalense. Dicho volumen está compuesto también por los libros “Recortes y vidas” de Graciela Chávez y “Humanidad” de Lucrecia Coscio (primer y tercer premio, respectivamente). La edición a cargo de la Imprenta Juana Manuela, con un total de 62 páginas en total, muestra los veinte textos breves de Mario Flores divididos en dos partes, con los cuales recibió por segunda vez el premio literario oficial de la provincia de Salta. Se trata de una serie de relatos que muestran temáticas ya abordadas por el autor en el resto de su obra: la disfuncionalidad familiar, la opresión a los pueblos indígenas, problemáticas sociales referentes al abuso y la violencia sexual, sin dejar de lado una mirada crítica del futuro y apostando por una propuesta satírica de la salteñidad.

¿Cómo surgió la idea de escribir microrrelatos, un género con el que no habías experimentado anteriormente?

No considero a los textos de este libro como microrrelatos en el sentido ortodoxo de la denominación sino, más bien, como bocetos de novelas que nunca voy a escribir: algunos partieron de anotaciones, de argumentos posibles, de fragmentos y muestreos de otros proyectos narrativos. La mayoría de estos “microrrelatos” están al borde de las trescientas palabras que el reglamento del Concurso Literario Provincial establecía como límite: sí es la primera vez que experimento con un formato específicamente breve, pero el armado del libro fue parecido a la composición de un disco conceptual y progresivo. Hay una secuencia cuidadosamente planeada (desde el índice, los títulos y hasta los epígrafes). Estos textos forman una serie sobre un territorio ficticio, tratan de reversionar la idea de “pueblo”, sin dejar de lado las obsesiones o temáticas que ya toqué en otros libros. Es mi décimo tercer libro y el más breve de todos; también la prueba de que es posible reinventarse, probar nuevas fórmulas y, sin embargo, mantener cierto orden según el imaginario de cada autor.


¿Cuál es tu posición sobre este género literario que está en auge y cómo fue el proceso de escritura?

Usualmente se sincretiza (o confunde) al microrrelato con la prosa poética, con el monólogo abstracto o con el chiste de salón: párrafos pequeños que, sin embargo, carecen de tiempo en movimiento. Y sin tiempo en movimiento es difícil que haya narración. El prefijo micro es el que está en auge: se piensa por ahí que, en la actualidad, el tiempo de atención de una persona promedio no supera los quince segundos. Y poner al servicio de esa situación a un género literario específico solamente por ser “cortito” es reducirlo a un utilitarismo. En “Tierra de sapos” casi no hay primera persona ni tampoco monólogo interior, mucho menos juegos lingüísticos que oficien de puro remate. Los veinte textos siguen un hilo conceptual sobre ese territorio salvaje y tropical donde lo visceral y lo natural confluyen con una idea satírica del futuro. Pero no lo hice con la intención de que fuera “representativo” de la zona en que vivo: hay una tendencia actual (en Salta y en Tartagal en particular) a escribir únicamente en clave identitaria o de homenaje, como si toda literatura se redujera a un ejercicio de textos alusivos y sociales históricos: referencias endogámicas. Mi propuesta, que es otro tipo de alternativa, hace foco en la ficción como parámetro de lo comunitario: pensar, a través de los relatos, cómo nos leemos a nosotros mismos y qué representaciones ocultas de esa comunidad son las más relevantes. Considero más relevante la literatura que hace evidente lo que se trata de invisibilizar, que aquella que funciona tan solo como un mimo pueblerino.

En este libro volvés a escribir sobre violencia y abuso sexual, sobre el mundo de las drogas en la juventud, que son algunos temas que abordaste en tus novelas “Cacería” y “Diosas mutantes”.

Cuando tenemos la posibilidad de leer a un autor dentro del marco de una obra, aparecen estos nexos y referencias internas que dan una idea del universo en el que transcurren las historias. Muchas de mis obsesiones tienen que ver con la perspectiva más crítica y analítica de nuestra región (el país, Latinoamérica o el mundo), y son la base para encarar las narrativas de lo monstruoso, lo alterno y lo especulativo. Allí aparecen el abuso sexual en la infancia, la política del éxtasis y la violencia sistemática contra la mujer, el extractivismo cultural contra los pueblos originarios y la decadencia de los grandes relatos como la familia, la religión y la política. Mi propósito es escribir sobre el núcleo duro de lo humano y lo inhumano: experimentar con el lenguaje es tensionar esas concepciones y crear algo nuevo.

Pero también hay un microrrelato que podría estar dedicado a Messi…

Fue extraño para mí escribir algo relacionado con la Selección de Fútbol de Argentina. El texto no es exactamente sobre fútbol, porque no soy un aficionado ni conocedor del deporte, en realidad me interesó narrar algo sobre aquel diciembre de 2022 y la locura que representó para mí ver a todo un país convulsionado en una rebelión alegre y espontánea. Había estado leyendo “Diario de un tiempo mesiánico” de Paula Puebla y Julia Kornberg, que es un libro de crónicas a cuatro manos sobre el Mundial de Qatar y pensé que podía hacer algo con eso que tenía guardado: muchos de los microrrelatos del libro nacen de notas de Google Keep, anotaciones en diarios o cuadernos, relecturas de pasajes de otros libros míos, finales alternativos… Pero sobre todo es un libro de escenas: son como fotos instantáneas que muestran a personajes en un estado de tensión y cómo actúan con lo que tienen a mano. Por supuesto que hay humor y ocultismo, pero me gusta pensar que es un libro realista.

¿Cómo será la presentación en Tartagal?

La edición del Fondo Editorial de Salta estuvo a cargo de Imprenta Juana Manuela: se trata de un tríptico, breve y con ciertos errores (aunque no en mi sección, afortunadamente, ya que la corrección es la etapa primordial de mi escritura, en la cual colaboró Paula Bertini en esta ocasión) donde tengo el agrado de compartir con Graciela Chávez y Lucrecia Coscio, dos autoras salteñas. Entonces este volumen, supongo, también funciona como un posible ejemplo actualizado de cómo se está produciendo narrativa breve en Salta. Los ejemplares llegaron a la oficina de la Secretaría de Cultura de Tartagal y comenzamos a ver qué posibilidades había de presentarlo este mes de junio, ya que se cumplen 100 años de la no fundación de Tartagal y, siendo una publicación de la Secretaría de Cultura de la provincia publicado por el Fondo Editorial, me parecía desacertado dejar pasar la oportunidad para que también la literatura local estuviera presente entre las actividades de esta celebración. Una primera presentación se llevará a cabo el miércoles 5 de junio a las 19:00 en el Centro Cultural Tartagal.

¿Seguirás experimentando con este género del microrrelato?

Ni loco. Ya estoy escribiendo otra novela.

Mario Flores (Tartagal, 1990) es escritor y editor. Recibió el Premio Literario Provincial de Salta (2018 y 2023) y la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes (2019, 2021 y 2022). Publicó las novelas “Hikaru” (2018), “Cacería” (2022), “Queridos terrícolas” (2022) y “Diosas mutantes” (2024), y los libros de poemas “Cuando llegue el fin de los tiempos” (2017) y “Ceremonia del fuego” (2024).