Uno de los bochornos que se vieron anoche fue la conducta de los jugadores de Boca, que se olvidaron de que tenían colegas afectados por una agresión. Se preocuparon por quedar bien con la hinchada y por taparse para hablar como si estuvieran planeando el desembarco a Normandía.¿Por qué se tapan tanto la boca cuando hablan, los jugadores de fútbol? ¿Tienen miedo de que les lean los labios y se revele qué? ¿Un complot para derrocar a la presidenta? ¿Un lavado de dinero? ¿Algo tan importante?

El absurdo gesto parece ser un elemento más de la importancia desmedida que se le da al fútbol y a los jugadores, que anoche demostraron estar más divididos gremialmente que la CGT.

Lo cierto es que lejos quedó el deporte como ejemplo de unión y solidaridad, de esfuerzo y empuje entre todos. El negociado, las presiones y los miedos pudieron más.

Diego Maradona no necesitó taparse para decir lo que pensaba en la final de Italia 90. Tampoco dejó afuera de la cancha la solidaridad entre sus pares: fundó la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales y en más de una ocasión se enfrentó a la barra, la misma a la que los jugadores de Boca anoche rindieron pleitesía, antes de escapar por el túnel.