Resurgir entre las cenizas. Aunque muchos lo daban por muerto, Juan Carlos Romero encara personalmente las charlas políticas que preludian las negociaciones serias por la gobernación que se iniciarán cuando pase el Mundial. Esta semana estuvo en Rosario de la Frontera, donde fue recibido por el ecléctico intendente Gustavo Solís.  Alfio Bustos

Hay figuras políticas que conviene no dar por muertas, aun cuando vengan de derrotas electorales contundentes. El sexagenario Juan Carlos Romero (JCR) todavía es senador nacional, cuenta con una heredera que viene de ganar las elecciones a diputados provinciales el año pasado y empezó a mover fichas pensando en el recambio que habrá en la Provincia desde el próximo calendario. Es cierto que en la última elección de Romero, en 2015, un tal Juan Manuel Urtubey lo apabulló en las urnas-pc, aunque eso parece ser fácilmente olvidable si se accede a cierta unilateralidad de pensamiento: Urtubey, su verdugo, no puede competir por la gobernación en 2019.

Libre de Urtubey y con una lozana hija que ejerce una banca en la Cámara Baja de la Provincia, Romero busca jugar sus propias cartas en las negociaciones fuertes que empezarán en la segunda mitad del año. No llegar aislado, Jucaro lo sabe muy bien, es esencial para tener músculo político de negociación, sea con el entorno de Gustavo Ruberto Sáenz o sea con cualesquiera de los perdigones del actual oficialismo, incluido el kirchnerismo conducido por Sergio Leavy, prematura fuga del venidero desmembramiento que están sufriendo quienes forman la tropa U. Romero se mantiene a gusto dialogando con su histórico socio Ricardo Gómez Díez, junto a quien gestionó una audiencia con el gobernador para discutir la necesidad de una reforma constitucional. A ese mitin también fueron invitados otros dirigentes del arco político salteño, como Alfredo Olmedo y Leavy. Las puertas están abiertas.

Obligado, por la situación o por su personalismo, el exgobernador encara por estos días algunas de las responsabilidades de armado, en otros tiempos delegadas en Ángel Torres. Esta semana, no se sabe si aparcó, aterrizó o desembarcó en Rosario de la Frontera —si de transporte se trata Jucaro es impredecible—. Fue recibido por quien lo acompañara en 2015, el intendente Gustavo Solís, que poco tiempo después de las elecciones recibió afectuosamente a uno de los filo-romeristas que integraron alguna vez el Gabinete de Salta, Juan Pablo Rodríguez. Al poco tiempo de la derrota de la fórmula Romero-Olmedo, que perdió la gobernación por más de veinte puntos, Solís fue de los que raudamente se reunieron con el entonces ministro de Gobierno.

Sin embargo, Solís acogió en horas recientes a quien desplantó en 2016. Romero aprovechó sus horas en la zona para sostener encuentros con distintos referentes de la política y vecinas/os autoorganizados en contra del proyecto del nuevo trazado de la ruta nacional 9/34. Quienes hicieron de voceros mediáticos del arribo de JCR al sur provincial reprodujeron maquinalmente la excusa pública vertida por el entorno del senador, quien habría viajado para recoger inquietudes de los ciudadanos de la zona para ser cada día un mejor legislador nacional, que pelee a capa y espada por los salteños. Que pretenda cambios profundos. Por cierto, es un obediente “levantamano” del espacio Cambiemos, difícilmente presente grandes objeciones a la intención de la Casa Rosada de dar un nuevo recorrido a la carretera panamericana.

Es más honesto dar cuenta del viaje como un gesto político de Romero, mostrando que pretende volver a cerrar filas a niveles provinciales para ser parte prominente en las pujas por la conducción de Salta cuando Urtubey abandone la Casa de Gobierno. Para ser aún más francos, los números del exgobernador no permiten grandes expectativas personales; efectivamente Urtubey consiguió debilitar letalmente su imagen como político todopoderoso, propietario del multimedio más grande del lugar. Si sus anhelos personales para el año próximo pasan por renovar su banca en el Senado nacional, ya habría que considerarlo un objetivo ambicioso, su intención de voto dista de ser la de los mejores años, la de los viejos 90.

La luz al final del túnel. Muchacha joven y de atributos oratorios sólidos, actitud de displicencia y tranco firme, su entonación es siempre determinante, aparenta más rigor del que expresan semánticamente sus asertos. Bettina Romero el año pasado fue tan categórica con Manuel Santiago Godoy como dos años antes Urtubey con su progenitor, le ganó en las elecciones con una diferencia mucho más amplia que la esperada, además de ser la candidata que cosechó la mayor cantidad de sufragios.

Hasta el momento, su desempeño como legisladora no viene mostrando fisuras sensibles, incluso supo tomar distancia de algunos referentes de su espacio cuando se trató de temas referidos a la igualdad de género y la exigencia de informes de gestión a las carteras provinciales. Tampoco le ha rendido pleitesía al intendente capitalino aunque obvió hacer fuertes críticas por la hecatombe en sus obras públicas. No abusa de sus intervenciones pero tampoco pasa desapercibida, sus actuales asesores de comunicación son capaces de volver el izado de la bandera antes de abrir la sesión en una exitosa publicación de Instagram y Twitter, aunque carecen de voluntad para ceder entrevistas o responder inquietudes al respecto de la labor parlamentaria concreta de Bettinita.

Aquellos que circundan los alrededores de la diputada, que recientemente informó a través de sus redes sociales que está embarazada, aseguran que sus pretensiones pasan por pelear por la intendencia el año próximo. Sin ánimos de disputar la torta provincial, guerra que desangrará a más de una/o, Bettina quisiera empezar a posicionarse como la única y mejor opción para reemplazar a Sáenz, que seguramente irá por la gobernación.

En ese punto, padre e hija podrían tener diferencias. Desacreditado como figura fuerte y consciente que una boleta que repite apellidos, sea electrónica o en papel, es un ancla para cualquier corriente política, JCR sabe que ella es la única opción electoral que puede barajarse seriamente el año próximo. Para que el senador no sufra los trastornos judiciales de no tener fueros, se ha convertido en el vocero y socio de Urtubey para que estos jueces de la Corte de Justicia se vuelvan vitalicios. Sería la única manera de evitar la presión de tener que buscar nuevamente renovación de banca en el Congreso de la Nación, y así esquivar el compartir boleta con su heredera. Si la necesidad es que Bettina acompañe una fórmula provincial, o la encabece, pero ésta no quiere entrar en ese ámbito y prefiere disputar el municipio capitalino, el senador y exgobernador tendrá reacciones poco amigables con su retoña. Ésta, empoderada como está, puede que no titubee en hacer una jugada de distanciamiento, más pública que íntima aunque con fuerte repercusión dentro de la familia, con respecto a Jucaro.