En consonancia con las estadísticas mundiales, en Salta creció exponencialmente la venta de armas de fuego para uso civil. Los efectos de la post-pandemia y la mirada mediática hegemónica en la paranoia colectiva.

En la Argentina primero se agotaron los barbijos y el alcohol en gel. Más tarde, los supermercados se desbordaron, y vieron como sus ventas crecieron exponencialmente. La búsqueda de provisiones por miedo al desabastecimiento fue inevitable pese a los consejos para no entrar en pánico. La situación se repitió en cada país por la pandemia de coronavirus. Rápidamente comenzó a hablarse de una compulsividad que, en casos como el de Estados Unidos donde hubo desabastecimiento de papel higiénico, rozaba lo esquizofrénico.

En el país del norte, de hecho, los principales medios reflejaron al comienzo de la pandemia una tendencia acorde a sus antecedentes en la resolución de conflictos: la venta de armas a particulares creció en un 300% impulsada por varios factores. Por un lado, hubo quienes encontraron una explicación en el hecho de que buena parte de los demandantes eran ciudadanos asiático-americanos. Esto alimentó la idea de que los compradores buscaban protegerse del racismo en un contexto de odio creciente hacia los chinos, a quienes responsabilizó hasta el mismo Donald Trump de haber propagado el coronavirus.

Pero en EE.UU. están acostumbrados a que las crisis incidan en la venta de armas. Generalmente ha pasado en momentos cuando la gente teme que le puedan quitar el derecho a portarlas, como en tiempo de elecciones, pero también en respuesta a desastres ambientales como huracanes.

Con realidades y particularidades enormemente disímiles, en Argentina en general y en Salta en particular, el fenómeno se replicó. Hasta el inicio de la pandemia, en Argentina había 3 millones de armas en manos de civiles, según un relevamiento del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip). A octubre de este año, el mismo instituto proyectó esa cifra por encima de cuatro millones, lo que arroja un aumento cercano al 33%.

Algunos números, oficiales pero escasos, indican que hay 1.618.877 armas registradas ante la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMAC), de las cuales el 84% pertenecen a civiles y que se estima que la cantidad de armas ilegales y/o no registradas triplica esa cifra. Pero la misma ANMAC sólo tiene registradas 1.016.843 personas para tener armas, lo que indica que la mitad de estas personas tiene más de un arma.

En Salta, las consultas y las ventas también se dispararon. Y aunque es difícil establecer un promedio de aumento en la provincia, Gabriel Yamín, propietario de al armería El Colorado, asegura que el repunte fue «importante». Entre los factores que inciden en el armamento de la sociedad civil salteña, Yamín alude a «los medios de Buenos Aires», como propagadores de cierto pánico al delito. «Esto se debe a la inseguridad que se ve sobre todo en los medios en Buenos Aires. La gente se asusta por la invasión a la propiedad privada, de algunos asaltos, robos a mano armada o motochorros y comienza a querer algo para defenderse», asegura.

Al momento de acercarse a una armería las preocupaciones del salteño son variadas, pero todas desembocan en la necesidad de sentir algún grado de «protección». En tal sentido, Yamín asegura haber escuchado «todas las versiones que escuchás en Buenos Aires. Todos tienen historias distintas. A algunos les robaron, a otros no, pero todos quieren defenderse».

En cuanto a los productos más demandados, las privilegiadas son las armas de fuego de fabricación nacional. En Argentina, la firma Bersa es la única empresa que produce armamento a gran escala, alcanzando una capacidad de producción 100.000 pistolas al año en su fábrica de Ramos Mejía (Buenos Aires). Pero últimamente también cobraron relevancia las armas de bajo impacto o alcance, entre las cuales se encuentran las famosas Taser, cuya utilización por parte de las fuerzas policiales disparó un debate de poco vuelo a nivel nacional y local. Los productos nacionales son, además, tanto más accesibles en relación a los importados. Mientras que una pistola Bersa puede adquirirse a partir de los 20 mil pesos, una Glock oscila entre los 120 y 140 mil pesos. «Hay demanda no solamente de armas, sino también de pistolas Taser, de escopetas no letales y disuasivas de postas de goma. La gente está preocupada por la situación post-pandemia y se empieza a armar para defender su patrimonio», resume Yamín.

El destino de la mayoría de las armas de fuego vendidas legalmente en Salta dista mucho del que solían tener antes de la pandemia. La mayoría de las casas de armas en la provincia son, de hecho, casas de pesca y náutica. Pero la situación social y sanitaria impone una nueva realidad atada al contexto económico, nada muy distinto a lo que ocurre cada vez que se desata una crisis. Y aunque en Salta los índices de inseguridad no se asemejan a los del centro del país, familias de clase media y alta recurren formalmente a las armas de fuego para evitar eventuales «amenazas a la propiedad privada». Gabriel Yamin lo resume así: «Son para defensa, evidentemente la cacería está postergada, entonces la gente compra bastante. Se ven algunas armas para la práctica de la cacería, pero acá en Salta y en Jujuy la actividad está bastante limitada. Entonces se vende algo, pero no es el grueso de las ventas».

¿Qué dice la ley?

En cada caso, se imponen requisitos para acceder a un armamento que, por cierto, la nueva administración nacional busca flexibilizar. Ramiro Urristi, director de ANMaC, señaló en una entrevista que uno de los objetivos de su gestión es que “los usuarios de armas de fuego puedan hacer los trámites en un plazo razonable, porque se estaban dando turnos con mucho tiempo de espera”.

En resumen, cada solicitante deberá aportar un certificado de antecedentes penales, el correspondiente examen psicofísico emanado de una autoridad médica y psicológica, un certificado de idoneidad en el manejo de armas expedido por un polígono de tiro y un comprobante de medio de vida lícito (recibo de sueldo, monotributo, etc.). «En este momento está bastante complicado hacer los papeles de las armas entonces lo estamos tramitando directamente en buenos aires con gestores especiales. Podríamos ser los únicos que estamos trabajando ahora porque nos dicen que no hay gente en salta ni en Jujuy», añade Yamin.

Pero, así como muchas armas se adquieren de manera legal, una buena cantidad de ellas proviene del mercado negro, donde llevar un registro y/o seguimiento es directamente imposible. Allí se pueden conseguir las robadas y las caseras. Sin tantos requisitos como los del ANMaC, con cierta insistencia y sorteando algunas preguntas se puede acceder a grupos cerrados, de compra-venta variada: generalmente todo allí es de dudosa procedencia, inclusive, las armas.

Algunas cifras:

En términos concretos, hay un promedio histórico de ocho muertes por día producidas por armas de fuego según el ministerio de Salud de Nación, muertes que sin la presencia del arma en muchos casos podrían haberse evitado.

Las estadísticas oficiales refuerzan el argumento de que la protección familiar y patrimonial nunca está garantizada con la tenencia de armas particulares. El 52% de las veces que se dispara un arma en Argentina se debe a discusiones o conflictos intrafamiliares y sólo un 10% de las veces es en ocasión de robo. Del mismo modo, según las mediciones realizadas por la cartera de Salud de la Nación, el 44% de las muertes ocasionadas por armas de fuego responde a agresiones externas, mientras que el 56% restante se debe a suicidios, accidentes u otro tipo de incidentes.