En la semana se conoció que 50 salteños fueron despedidos vía Skype por la empresa Adoc SRL. El Ministerio de Trabajo dicen recién tomar conocimiento de esta firma a la que todos califican de “fantasma”. Cuarto Poder evidenció hace dos años las irregularidades y denuncias ninguneadas por el Ministerio. (DOM)

Es verdad que Eduardo Costello no era Ministerio de Trabajo de Salta hace dos años, cuando Cuarto Poder dio a conocer la realidad de los jóvenes explotados; pero es extraño que en todo este tiempo no se haya tomado un tiempo para informarse sobre las innumerables denuncias que los empleados enviaron a la cartera que él dirige.

Tampoco ninguno de sus predecesores se interesó en el tema.

Hace dos años,  un joven que resultó con lesiones crónicas por el trabajo que realizaba a Adoc indicó a Cuarto Poder que algunos de sus compañeros fueron a la Dirección de Trabajo, aparentemente durante la gestión de Nora Jiménez, y ni siquiera les quisieron tomar la denuncia por escrito, bajo el pretexto de que se manejaban así para protegerlos y evitar represalias de la empresa. Como era de esperarse, los inspectores jamás aparecieron por el lugar.

Esta empresa, tenía al 30% de los trabajadores lesionados y aunque la labor debería haber sido considerada de alto riesgo, ni siquiera llegó a tener un acta de inspección.

Esta complicidad suscitó todo tipo de hipótesis, entre ellas la de un padrino político que dejaba caer sobre Adoc SRL su manto protector. Los rumores sindicaban, en ese momento, a un entonces ex Diputado Nacional. Nadie intentó, jamás investigar el caso.

Recién el miércoles 16 de abril de 2014, cuando vía Skype 50 salteños perdieron su fuente laboral, Adoc llegó a los grandes medios y uno que otro gremialista salió a dar, al fin, la cara.

Extrañamente, el que asegura que intimará al Ministerio de Trabajo es el gremio de Comercio, no el de empleados bancarios. Esto es porque el gremio bancario vendió a los empleados de Adoc: fueron dos veces y no volvieron más. De la última vez que estuvieron en la empresa, a las dos semanas entraron a trabajar 3 chicas nuevas con mejores salarios que el resto: eran hijas de los representantes gremiales.

Toda medida, ahora, parece vana. La empresa se ha esfumado.

 Esclavos modernos

Cuarto Poder señaló algo que hoy algunos ignoran y todos soslayan: a la entidad financiera Adoc-Bigortel se le prohibió abrir sucursales en Europa y países de otros continentes. Sin embargo en la India y en Salta, se les ayudó a que mantengan a cientos de trabajadores realizando un trabajo insalubre: el 30% de los que ingresan a esas oficinas salen con lesiones irreversibles.

La razón de elegir Salta: la desesperación y la licencia pare negrear. Aunque hacían una labor de clearing bancario, Adoc no estuvo jamás asentada como una entidad financiera (aunque se dedican a hacer depósitos en cuentas corrientes, transferencias, plazo fijos, etc.) y tuvieron a sus trabajadores bajo el régimen de una actividad comercial común, por lo cual les abonaban menos de lo que corresponde.

Mientras en Europa un operador ganaría como mínimo 5 mil euros, la misma empresa les abona al salteño $1.100 por jornadas laborales de hasta doce horas. Al ingresar, el trabajador debía firmar un contrato de trabajador de comercio y era colocado en la última categoría del escalafón. Casi todos quedan inscriptos como meros pasantes o como trabajadores part time; los pocos que llegan a quedar como efectivos alcanzan un salario de $3 mil pesos. “Están en Salta porque la mano de obra les sale regalada. En Europa a un operador le tendrían que pagar 5 mil euros, acá con esa plata le pagás el sueldo a 24 tipos”, dijo a Cuarto Poder uno de los jóvenes perjudicados, quien además detalló que en Salta no figuraban como empleados bancarios sino como empleados de comercio (aunque este gremio recién ahora quiere tomar alguna carta en el asunto).

Y esto es solo la parte menos brutal de la explotación que se desarrollaba en las narices de todos: abrieron la filiar en Belgrano 474, a menos de cien metros de la Catedral y a unas 12 cuadras del Ministerio donde pasaron los funcionarios calentando confortables asientos.

¿Qué hacía exactamente Adoc? Básicamente servicios de digitalización y transferencia de datos para bancos de Francia. . La empresa les daba una capacitación rápida, ya que el trabajo parece sencillo: en programas como el Citrix Metaframe y Oasis solo hay que tipear y repetir a gran velocidad los números que aparecen en un sector del monitor. Tipear números. Una y otra vez. Eso es todo. Si al comienzo se puede juzgar a la labor como fácil y cómoda, rápidamente las personas aprenderán todos los lados negativos. Para empezar, está la presión: los números representan cheques, cuentas, remesas; millones y millones de euros que estos trabajadores tienen que hacer circular sin equivocarse ni una sola vez.

Otro factor: el sueño. Por la diferencia horaria, el grupo más nutrido trabaja de noche. Uno de los turnos más realizados va de 2 de la mañana a 11 o 12 am (esto es porque deben trabajar en el horario bancario de Europa). Los empleados solo tienen tres descansos programados de 10 minutos. Ni un solo minuto más: varios fueron sancionados por pretender ir a preparar un café cuando ya se sentían demasiados exhaustos.

Y después están las consecuencias inevitables. Golpear las teclas una y otra vez, durante 10, 12, 13 horas por día, durante todos los días, de lunes a lunes, genera distintas enfermedades, como bursitis (se deteriora el movimiento de los músculos y tendones sobre el hueso), tendinitis (inflamación de los tendones) y falta de elasticidad y fluidez entre músculos y tendones.

La mayoría de las personas terminan con el síndrome del túnel carpiano, neuropatía que afecta al nervio mediando, que abarca desde el antebrazo hasta la mano.

El daño es irreversible. Genera una invalidez permanente. Es progresiva y no se detiene. Termina en algunos casos con la afectación del otro brazo y de la cervical.

Además de la implacabilidad con la que afecta la tarea,  lo que más llama la atención es la rapidez con que acaba con las personas: Adoc empezó a trabajar a comienzos de 2007  y el 27 de julio de ese año ingresó la primera demanda contra le empresa. Desde entonces se han llevado a cabo más de 20 y los ex trabajadores saben que más de 60 compañeros terminaron arreglando por unos cuantos pesos.

Se aprovechan de la desesperación, de la necesidad de los salteños. También, de la clara complicidad del gobierno provincial.

Al empezar, la empresa tenía más de 100 trabajadores. Ninguno de los que ha pasado por esas oficinas se ha quedado más de dos años y el 30% ha quedado con lesiones de por vida. Tienen 25, 27, 30 años y no podrán volver a trabajar nunca más.

 Cómplices locales

Además del asesoramiento letrado del estudio de Raymundo Sosa, los trabajadores recuerdan el estricto control que ejercía el contador Jorge Faraldo del Val.

Los controles, de todos modos, eran una forma que tenían los trabajadores para controlar a la empresa: anotar en las computadoras los horarios de inicio de la actividad y los de salida, para que después los jefes no les quisieran pagar de menos. Era común que a fin de mes de mes se encontraran en sus recibos con descuentos injustificados, que los empleados lograban refutar con las anotaciones en el sistema de la computadora: “cada vez que ingresaba tenía que marcar la hora de ingreso porque ellos (los jerarcas de la empresa) te borraban horas (te decían “no, vos llegaste tarde tal día o directamente “Vos no viniste ese fin de semana”). Hay gente que había trabajado 300 horas y los tipos decían que habían sido solamente 200”, dijo a Cuarto Poder un ex trabajador del lugar.

Hay detalles que ahora pueden parecer nimios, pero que suman al malestar en el trabajo: monitores viejos, sillas maltrechas y baños en estado nauseabundo. “Hasta los baños de Puerto (por el boliche bailable) estaban más limpios que los nuestros”, dije el joven y añade, tratando de reírse, que una vez un compañero fue a prepararse un té, abrió la canilla de agua caliente del dispenser y junto con el agua cayó una cucaracha muerta.

La empresa cuenta, aunque parece una cargada, de un especialista en higiene y salubridad laboral. Básicamente es alguien que cada tanto da alguna charla sobre lo que debería ser el ambiente laboral ideal. Después hay días en que se lo ve concentrado en su notebook, haciendo vaya a saber qué.

Sin embargo, su labor se limita a una esporádica y burda puesta en escena, que más que una burla parece una ostentación obscena de impunidad.