Deriva autoritaria

Por ALEJANDRO SARAVIA

 

Sería muy interesante que la sociedad argentina deje de regirse por modas o atracciones circunstanciales y de una vez por todas piense y actúe en función de la sociedad en la que quiere vivir. Ya sea en una sociedad abierta con las instituciones y los poderes constitucionales funcionando libremente o bien en una cerrada, pendular, que siga los caprichos del que circunstancialmente triunfe en las elecciones. En dos palabras, con instituciones o con voluntarismo.

A hoy, lo que tenemos son extremos en los que se conjugan los devaneos kirchneristas con los propios del mileismo: es decir, los del populismo autoritario, disfrazado, en el primer caso, de un supuesto estatalismo progresista y, en el segundo, de un pretendido pero inexistente liberalismo. En ambos, lo que hay es un piso de marcha semejante: un populismo autoritario en el que prima la voluntad del mandamás. Eso, propiamente, es el voluntarismo.

Debe de ser, quizás, aquel “enano fascista” que denunciaba Oriana Fallacci como existente en los genes argentinos. Para las nuevas generaciones, y para aquellos que suelen conversar con su propio ombligo, recordemos que Oriana Fallacci fue una periodista italiana de notable coraje e incisión que, en la cara, le dijo a Galtieri que era un dictador y un torturador y que frente al propio Komeini se quitó el chador que le habían obligado a ponerse, terminando con ello la entrevista que le estaba haciendo. En Tiempo Nuevo, el clásico programa político de Bernardo Neustadt, inventor del menemismo, dijo aquello del enano fascista de los argentinos.

Hoy, este gobierno de Milei, que se autopercibe liberal, no puede ocultar ya la deriva autoritaria que lo radiografía. La última faceta es la pretensión de restringir mediante un simple decreto, el Nº 780/24, a la ley 27275, de Acceso a la información pública, que estipula que toda persona tiene derecho a solicitar y recibir información de cualquier entidad de la Administración Pública. En ningún caso se exige expresión de causa para el ejercicio de este derecho. 

El mencionado decreto 780, por el contrario, amplía el secreto y otorga discrecionalidad a la administración pública nacional para definir cuáles son los documentos públicos y qué información puede ser considerada de la esfera privada de las autoridades, brindándoles una especial protección.

Precisamente en nuestra última columna de la semana pasada aludíamos al secretismo y decíamos que el mismo debía ser totalmente erradicado del campo de una república que se precie de serlo. Lo decíamos en función del fenómeno de las redes sociales y el anonimato que las sostiene y que perturba sustancialmente nuestra convivencia. Lo de hoy es diferente, y es mucho peor, porque se trata de acciones de funcionarios públicos que, por definición, no pueden ni deben ser cubiertas por el misterio.

Todo este mamarracho tuvo su origen en la pregunta que se le hizo a Milei, o a su vocero, Adorni, acerca de los perros del presidente. Se le preguntó sobre cómo es eso de que el presidente ve 5 perros cuando en realidad tiene 4. En otra de sus manifestaciones histéricas saltó, Milei, diciendo que nadie podia meterse en su vida privada y menos preguntar por sus hijitos de cuatro patas (sic).

En realidad, no es una pregunta desubicada porque, si una persona ve cinco perros en donde claramente hay cuatro, o es porque simbólicamente hay un quinto en función de que los otros cuatro fueron clonados del ADN de ese primigenio y por eso en lugar de 4 habría 5, insisto: simbólicamente, o bien ve cinco porque esa persona decididamente está loca. Y si esa persona, a su vez, es el presidente de un país, el riesgo no sólo es del que ve cinco perros donde hay cuatro sino de todo ese país que esta siendo dirigido por una persona que está chapita. Y, en este último caso, la cosa no sólo se convierte en algo de interés público sino también de muy urgente importancia política e institucional. 

Toda esta deriva autoritaria, que nos envuelve ya desde los gobiernos de Menem, se vio agravada tras las veleidades de la Rosa Luxemburgo que nos gobernara durante inolvidables 8 años, y se está volviendo peligrosa porque en verdad no sabemos el motivo por el que, el que nos dirige, ve cinco perros donde hay cuatro, cuestión que habría que dilucidar. Y eso es, como dijimos, no solo urgente sino también institucionalmente delicado. 

También tiene delicada importancia la publicidad de los borradores y papeles preparatorios de los actos administrativos o el examen preliminar de un asunto, atento a que, como se sabe, la denominada Ley Bases aparentemente fue hecha en algunos de los estudios jurídicos de renombre de la CABA, que, a su vez, asesoran a aquellas firmas que supuestamente estarían interesadas en el regimen conocido como “RIGI”. Es, sin dudas, otro asunto delicado.

Por último, aunque no menos importante, dos datos que guardan una cierta vinculación y no precisamente la de aquel hilo rojo. La aparición de Firmenich y una supuesta bomba intimidatoria en las oficinas de la Sociedad Rural Argentina. Respecto de lo de Firmenich y su contrapunto con la vicepresidenta, Victoria Villarruel, debemos recordar que en el año 1986 Firmenich fue extraditado desde Brasil, juzgado y condenado a 30 años, durante el gobierno de Alfonsín e indultado en 1989 por Menem, quien fuera a su vez declarado prócer por Milei. En cuanto a la bomba a las autoridades de la Sociedad Rural, de lo que seguramente no se descubrirá nada, tiene tanto olor a los sótanos de los servicios de supuesta inteligencia para justificar los cien mil millones destinados a los jueguitos de Caputo, el asesor estrella de Milei, que mejor que busquen por ahí. Todos los caminos conducen al Mago del Kremlin.

No, no pinta bien la cosa. No hay democracia por la suma de pobreza y no hay república por las veleidades voluntaristas. Sean cuatro o sean cinco los hijitos de cuatro patas…