Tras una nota sobre la experiencia de un músico en el Salón Auditorium, Ana María Parodi se comunicó con Cuarto Poder para dar su versión de los hechos y aclarar su mirada sobre el espacio cultural público que dirige: “El Salón Auditorium le pertenece al Estado, sí, las paredes son del Estado, pero desde la primera silla hasta el último foco son míos”. (Rodrigo España)

Luego de comunicarnos con la señora Ana María Parodi, quien tras leer el artículo publicado por Cuarto Poder en el portal web pidió el derecho a réplica, le ofrecimos la opción de escribir su propio descargo para publicarlo o acceder a que el mismo periodista que redactó la nota de la discordia se reuniera con ella para una entrevista, la administradora del Salón Auditorium optó por lo segundo.

El miércoles fuimos recibidos por la tarde, en el mismo teatro ubicado sobre calle Belgrano, en el terreno que comparte con otros edificios estatales como el Registro Civil, el IPPIS y el IPV. Al ingresar nos llevaron por un tour a través de las instalaciones. Entramos a la sala principal, donde en ese momento se encontraban ensayando una obra sobre el máximo prócer salteño, a quien la señora Parodi nos presentó cordialmente. En realidad nos presentó al actor que encarna al prócer, y al momento de hacerlo le pidió que nos comentara qué tipo de persona era ella, a lo que Güemes respondió con halagos y reconociendo la carrera en el ámbito artístico local de Parodi.

Camerín limpio (Foto: Facebook Salón Auditorium)

Luego recorrimos los camerinos, donde nos mostró el “estado” en el que los habían dejado desde la noche musical que derivó en la queja que publicamos y ahora íbamos a extender con la contraparte. Ahí la suciedad y la presencia de una botella de vino fueron remarcadas por la administradora, quien además nos recordó que el consumo de bebidas alcohólicas en las instalaciones del teatro estaba prohibido también en el contrato. El recorrido continuó hasta la parte profunda, casi como un descenso al averno del arte, pero con más humedad. Nos mostró la parte “abandonada” que más asemejaba a una escena de película de suspenso que al trasfondo de un teatro. En todo el camino la señora Parodi nos fue narrando las vicisitudes de llevar adelante un espacio como este.

Una vez sentados, ya de vuelta a la sala principal, y cuando el ensayo había terminado, dispusimos el grabador en una butaca y entrevistador y entrevistada en butacas vecinas. Luego invitamos a nuestra anfitriona a que nos relatara su versión de lo acaecido la noche en cuestión: “No necesito versiones, yo digo lo que es. Acá hay un contrato firmado por Matías Aguilera en el que hay incumplimiento a las cláusulas. El espectáculo estaba llamado a las nueve y media de la noche, empezó a las diez menos veinte. Terminó doce y media. Tengo pruebas porque estuve cenando en la esquina con un amigo, porque se iba para largo entonces me fui a cenar, volví y todavía seguía. (…) Se demoró una hora más, esa hora significa una hora más de salarios, de horas extras al personal y una hora más de gastos de luz”, comentó Parodi, ya con el grabador encendido, y continuó: “Yo cobro un fijo por el uso de la sala, salvo a los grupos de teatro porque tengo un convenio con el Instituto Nacional del Teatro, entonces vienen a porcentaje; los grupos musicales o danza pagan un seguro como en cualquier teatro de la ciudad. Yo a Matías le hice la salvedad porque sabía que no iba a poder pagar y le acepté el porcentaje. Y se lo dije de entrada: te voy a hacer porcentaje pero tenés que vender por lo menos 100 entradas, sino no nos alcanza, y vendió 68 anticipadas”.

Ana María Parodi en la entrega de los Premios Victroria(Foto: Facebook Salón Auditorium)

En todo momento la señora Parodi dispuso de la nota publicada en la web, impresa en un papel, tanto como del contrato y el reglamento interno del Salón, a los cuales fue apelando en distintas ocasiones para señalar los puntos en los que Cuarto Poder había estado errado en la publicación. Por ejemplo habló de las invitaciones a cantar con los artistas que se presentan en el teatro, y del comentario que le hizo a Aguilera: “Mire, yo no soy cantante, soy actriz, reconocida por todo el medio, porque ustedes son nuevitos en todo esto, yo tengo 68 años y 48 en el escenario. Yo soy actriz, soy una actriz que canta y cuando tengo ganas de cantar y me animo a cantar en el escenario, lo hago con músicos de primera. Entonces fue una chanza mía hacia Matías, que es un perseguido y vive a la defensiva, que le dije ‘eso te pasa por no invitarme a cantar’. Fue una broma como yo le puedo decir a usted ‘eso le pasa por no venir al teatro más seguido’. Fue simplemente un comentario, pero este chico toma todo como si fuera la biblia, pero para lo que él entiende, para lo que le conviene; pero no toma como la biblia el contrato ni las cláusulas que firmó”, dijo y remató: “En cuanto al trato, es todo subjetivo, porque usted puede venir mañana y decirme que yo lo he tratado mal”.

Otro de los asuntos que se cuestionaban en la nota publicada era la crítica a la duración del evento y los invitados: “Me fui a comer y volví a las doce y media y todavía estaba el espectáculo en el escenario, porque metió más gente que si fuera un festival folclórico en una carpa, no presentó planillas, yo tuve que aceptar que entre a la sala cualquier persona. Él me dijo antes que eran 7 personas y no me quiso dar los nombres. Algunos entraron por otra puerta. Tampoco pagó SADAIC. Ese fue un error mío, porque soy confiada, de no haberle pedido el certificado, o el conforme de SADAIC”.

“Cuando terminó el espectáculo le digo mira, te tengo que cobrar mil pesos, acá está -nos muestra una página con las condiciones para uso de las instalaciones- la multa de 1500 pesos por hora o fracción. Y acá declara [por Aguilera] que conoce el reglamento general, porque está su firma. También hay una cláusula donde dice que está prohibida la presencia de personas ajenas al espectáculo, y de niños, aunque fueren hijos de los artistas. Esto no es un jardín de infantes, no es una guardería; acá no se puede trabajar con cables, con electricidad, con niños corriendo en la sala, ni en la galería. Porque el espectáculo era a las 21:30 y yo desde las seis de la tarde tenía a dos críos gritando y corriendo sobre el trabajo de encerado que habíamos hecho en piso para esperar al público. Eso es una falta de respeto a mi trabajo”.

A esta altura de la entrevista hacemos una salvedad, porque según nos había revelado el músico una de las participantes del evento no tenía esa tarde de la prueba de sonido dónde dejar a su hijo, a lo cual la señora Parodi nos respondió: “Ese no es un problema mío. Porque si yo no tengo luz, qué le voy a decir, no es problema de él. Entonces si yo soy artista y no tengo dónde dejar mi hijo pues no me presento. Yo no puedo llevar mi niño a una prueba de sonido. Acá está aceptado y firmado. Usted acaba de ver los camarines, son en el sótano, estamos en una zona sísmica y si por cualquier eventualidad llega a haber un temblor con una criatura abajo, ¿me puede decir quién me asegura que no haya un desastre, una desgracia? Yo soy responsable de lo que pasa dentro del teatro, yo no quiero un Cromañón”.

Luego volvemos a un punto anterior: “Lo del maltrato es subjetivo, como son subjetivas muchas de las cosas que dice Matías Aguilera. Acá también dice -citando la nota publicada por Cuarto Poder– que ‘Ese fue uno de los inconvenientes que tuvo Matías, quien se encargó junto a su pareja de activar la fecha’; mire, el contrato es por el espacio, no por la producción”, nos corrigió, y luego acotó: “Si no le gusta, no firma y se va a otra sala. Yo no lo llamé, él vino a buscar la sala”.

(Foto: Facebook Salón Auditorium)

“Y en cuanto a lo que él reclama que con un grupo esto, y con otro grupo aquello, eso es un asunto mío con el otro grupo, como es un asunto contractual entre Lunfardo Trío y yo, y si son mis amigos y yo quiero regalarles la sala, es un asunto mío, él no la paga. La pago yo, entonces a mí no me puede venir a poner condiciones, porque tampoco soy empleada. A mí nadie me puede decir lo que puedo hacer o no puedo hacer con el espectáculo. Si yo quiero cantar con Lunfardo Trío, y los músicos aceptan acompañarme es un arreglo entre ellos y yo”.

Tras hacernos referencia a eventos anteriores, donde aseguró que todo anduvo bien, sin inconvenientes con el sonido, ni las luces, y de donde los artistas se fueron más que contentos, nos dice: “Yo no soy tonta ni novata, ya tengo 15 años en esta sala que he levantado centímetro a centímetro, porque aprendí a poner luces, aprendí a hacer sonido, hice los cursos de iluminación. Pero hay machistas que ven a una mujer en una consola de sonido y dicen ‘no, una mujer no’ entonces él trajo su propio sonidista, allá él”.

Ya en cuanto al cuestionado uso de las redes sociales, nos espetó: “Buscalo en mi página -en referencia a la fan page de Facebook que tiene el Salón Auditorium-, ah y por otra parte quiero aclarar que es mí página y si yo quiero poner mí foto, pongo mí foto. Porque esta sala y yo somos uno”. Ahí le comentamos que pensábamos que la página era de la sala, por eso nos resultaba extraño ver su imagen en la foto de perfil: “Cuál es el extraño, a ver, está en la foto de portada la entrada del teatro y [de perfil] puse una foto mía y ahora te voy a explicar por qué: esa foto de mucha emoción tenía que ver con el aniversario de los quince años y de los premios que entregamos hace quince días [Premios Victoria]. Entonces yo soy dueña de poner mi foto emocionada, frente a la puerta del teatro. Porque la sala la manejo yo, y la página la manejo yo. Entonces tengo el derecho de poner nada también si quiero”.

Ingreso a la sala teatral (Foto: Facebook Salón Auditorium)

“Yo pago la luz, yo pago la cera si hay que encerar, yo pago si algo se rompe, como los focos, o me rayan el escenario, que varias veces lo tuve que hacer plastificar porque vienen y lo rayan cuando bailan folclore. Cada gota de cera o desinfectante la pago yo, y acá no tiene nada que ver el gobierno. Yo no tengo pauta oficial, y nadie puede decir que yo sea funcionaria y sino explícame qué es lo que es esto”. Y nos continúa leyendo la nota publicada “Pero lo que le sucede, al menos lo que se desprende de este suceso que nos incumbe ahora, es algo que pasa con una gran parte del mundillo artístico salteño que deviene en funcionarios burócratas apegados al gobierno, que poco y nada pueden estar interesados en las expresiones artísticas en sí, salvo para mantener el estatus de una sala que arriendan y utilizan según sus propias intenciones”. En este punto nos recuerda que ante el escrito van a intervenir sus abogados, además de asegurar: “Yo no soy ninguna funcionaria”, para luego comentar: “¿Usted sabe que si yo no hubiera estado acá, hubieran pasado topadoras en este lugar?”, a lo que contestamos con una negativa, la señora Parodi nos explicó “En el año 2001, yo hablé con Pipo Porrati, quien era Secretario de Desarrollo Social, me dio permiso para usar este espacio para dar funciones de teatro los viernes, los sábados y los domingos. Nosotros empezamos a sacar las pulgas, los piojos, porque esto se había convertido en un espacio de usos múltiples. Hay 15 álbumes completos, documentación periodística a la que pueden acceder para ver mí trabajo de cero; y a raíz del trabajo que yo realicé durante los cuatro primeros años solicité que no desarmaran el espacio y que me permitieran seguir sosteniéndolo como teatro, a lo que los diferentes gobiernos dijeron que sí”, aseveró, para luego advertir: “Yo no soy ni funcionaria ni funcional a ningún gobierno. No lo fui al gobierno del doctor Romero y no lo soy al de Urtubey. Y si alguno de ustedes ha interpretado que el apellido Parodi está relacionado de alguna manera, le puedo decir a ciencia cierta, y con la comunidad artística de testigo, que yo estuve en esta acción, en este lugar y con esta gestión diez años antes que mi primo fuera político”, en razón al apellido que la liga a quien fuera ministro de finanzas de Urtubey, además de su jefe de Gabinete hasta hace menos de un año.

“Cuando mi primo fue político, nunca pedí nada, porque soy una persona decente y no lo quiero comprometer a mi primo ni manchar los 15 años de gestión que tengo, para que alguien abra la boca y diga ah, porque el primo es ministro. Me las he bancado sola y la vez que tuve una pequeña ayuda publicitaria de la municipalidad de Salta, con la que pagaba la luz, o algún salario, la tuve durante dos o tres añitos, y después que cambió el gobierno [de Isa a Sáenz] esa última factura no me la pagaron más. El salón auditórium le pertenece al Estado, sí, las paredes son del Estado, pero desde la primera silla hasta el último foco, son míos”.

Antes de finalizar y despedirnos, porque ya habíamos repasado los pormenores que nuestra entrevistada consideraba falacias de la nota anterior, nos dejó un par de reflexiones: “Está muy de moda que el escándalo venda, entonces no se puede vender una portada a costa de la destrucción de la honorabilidad de la decencia y la trayectoria de una persona como yo. Sabe lo que no le gusta a la gente, no le gustan los límites, no le gustan las normas, estamos en un tiempo en el que el que cumple normas y el que se rige por un reglamento es el delincuente, y el que trasgrede es la víctima, que es lo que está haciendo Aguilera, que de transgresor pasa a víctima”.

NdE: en la versión papel de este articulo se publicó también un texto titulado «El Salón Auditórium es amigo del arte y del respeto», el mismo puede leerse en la cuenta de Facebook del Salón Auditorium.