El Partido de la Victoria amenaza con romper el frente oficialista. Intenta captar el voto de todo peronista-progresista que se haya desangelado con el giro que hizo el gobernador desde que la expresidenta abandonó el sillón de Rivadavia. (Franco Hessling)

En una semana en la que Juan Manuel Urtubey, en términos políticos, se puso el desusado traje de gobernador y se fotografió con diversas fuerzas del arco partidario salteño, la sensación de año comicial empezó a irrigar en todas los partidos. En el plano netamente electoral, el frente que sostuvo hasta ahora a Urtubey está compuesto por los partidos Justicialista (PJ), Renovador (PRS) y de la Victoria (PV).

Este último fue el primero en desatar un murmullo: el próximo 11 de mayo realizarán un congreso provincial donde resolverán si apoyarán a Urtubey intentando negociar mejores posicionamientos en las listas o si elaborarán una lista propia. En el segundo caso, a su vez, se abren dos posibilidades: presentan una lista propia dentro del oficialismo y dirimen las diferencias en una interna -como hicieran en 2015-, o directamente se marchan del frente electoral oficialista.

De Perogrullo decir que el PJ, aun con internas que calan hasta en el gabinete del Ejecutivo, acompañará cualesquiera sean las voluntades de Juan Manuel. El PRS, capitaneado por la senadora nacional Cristina Fiore, sólo deberá sortear una solitaria proclama autonomista de un tal Andrés Zottos -ex vicegobernador de Urtubey-, antes de reconocer que no hay chances reales más allá del frente oficialista. Después de los años dorados del capitán de navío, don Roberto, el PRS actúa a la manera de los microorganismos que tienen la capacidad de alimentarse de seres vivos de mayor tamaño, digamos el PJ. Fue virtud de Urtubey esclarecer tal situación, anteriormente el PRS se nutría del PJ en los subterfugios de la política mientras que públicamente se mostraba como franca oposición (el dúo de Juan Carlos Romero con Ricardo Gómez Díez).

Volvamos al PV. Si algo queda de la elección provincial de 2015, cuando Urtubey vapuleó a Romero en la contienda por la gobernación, es que el PV era una fuerza con una representatividad suficiente para postergar al PRS e incluso para disputarle la primacía al PJ dentro del oficialismo. Era el epílogo del kirchnerismo y el electorado salteño de aquella franja se había reacomodado en el frente de Urtubey aunque disputando una interna en las PASO. El 2015 fue importante para el PV, mostró tanto músculo que el cantante David Leiva se consagró como el candidato más votado de Salta capital en la terna de concejales, rellenando así el hueco que el partido tenía en el centro capitalino. Leiva se catapultó velozmente en el panteón de dirigentes públicos del PV, entre los que despuntaban Sergio Leavy y José Vilariño, ambos del norte. Detrás de Leiva, secreto a voces, estuvo y está la mano del diputado provincial Tomás “Tury” Rodríguez, a quien su paso supino por la presidencia del Concejo Deliberante capitalino (durante la que se registró un faltante de dinero de más de 20 millones) le mancilló la imagen y, por ende, su caudal de votos.

Después de esa elección provincial en la que el PV probó que tenía espalda, el gobernador clarificó también su posición con respecto a los sectores progresistas. Antes incluso de los comicios nacionales generales de octubre de 2015, desde el Consejo de las Américas en EEUU, el mandatario inició su camino de delimitación con el kirchnerismo, sendero que de tan ancho dejaría de ser mera demarcación para convertirse en encono. Muchos de los progresistas identificados con el kirchnerismo, en Salta no han desarrollado más estrategia electoral que el PV, por ello allí abrevan La Cámpora y El Aguante, entre otras corrientes. Ese sector que amalgama al ala K del PV, desde 2015 presiona para que se rompa la alianza con el oficialismo U, ya abiertamente anti K.

Últimamente, Juan Manuel se refirió con excesiva vehemencia a la expresidenta. Con efecto gravitacional (como cuando se escupe para arriba), parte de su suerte electoral en Salta dependerá de lo que haga Cristina Fernández. Si la exprimera mandataria participa como candidata este año, el PV local -que todavía enarbola banderas como “Cristina conducción”- caerá en una encrucijada digna de laberinto borgeano. El ala K del PV, que no es menor, presionará para que haya una ruptura tajante con el devenido anti K que gobierna la provincia. Quizá atento a ese potencial escenario es que el mandatario resolvió mostrarse cercano a otros referentes de peso de la política local, un indicio cabal de que no tendrá reparos en reestructurar su frente electoral para ganar las elecciones sin atenuantes. Para Urtubey, los comicios de medio término serán claves de cara a su afán de ingresar a la arena política nacional.

El exrugbier que supo engalanar el uniforme del Jockey Club, transcurre por su tercer mandato al frente de la Provincia y en 2019 deberá abandonar su despacho en Grand Bourg. Luego de su docena de años como gobernador, Urtubey apuesta todo a un 2019 con chances de trascender a la política que se cocina en la Capital Federal. En algún momento, quizá encandilado por los flashes de la gran ciudad, el gobernador confundió marquesina con escenario político. Eran los tiempos en que el sólo posicionamiento bastaba, sin que importara si con imagen positiva o negativa; recientes encuestas registran que el esposo de Isabel Macedo podrá ser muy agradable estéticamente para ataviar una tapa de revista farandulera, pero no tiene una alta consideración a nivel electoral.

Este año tiene la oportunidad de reafirmar liderazgo en su pago, para ello su lista debe atesorar una victoria sin miramientos, y de la mano de ese impulso retomar la campaña mediática que comenzó en 2015, ya no con fines de puro posicionamiento sino con apetencias de instalarse en la realpolitik del país. En síntesis, la estrategia comunicacional del gobernador en los últimos años fue: a principios de 2015 pasear por set televisivos planteándose como un líder del oficialismo con gran proyección, a finales de 2015 plantearse como un opositor responsable diferente a los deleznables K -batalla que perdió con Sergio Massa-, y en 2016 aprovechar su parecido con los muñecos de torta para convertirse en el marido de Isabel Macedo y así pasear por otros sets televisivos (como el de Marcelo Tinelli). En 2017, si quiere promocionarse de cara a 2019, deberá mostrar nuevamente que en Salta es el líder político indiscutible.

¿El PV abandonará el frente electoral que compartió hasta ahora con el PJ y el PRS? Las bases presionan para que así sea y, de hecho, varios de la mesa chica también. Vilariño sería el candidato natural para la fracción que pretende migrar de bajo el ala de Juan Manuel. El Tury Rodríguez exacerbó esa tendencia esta semana afirmando que el 99% de los afiliados del PV pretenden que así sea. La línea de delimitación se cree capaz de captar todo voto peronista-progresista que se haya sentido desangelado con el brusco cambio público que Urtubey hizo después de ser re-reelecto en mayo de 2015. Esta tendencia tiene corrientes decididamente rupturistas, que abogan por abandonar el frente (principalmente los que se identifican como kirchneristas antes que como peronistas), y otras facciones más mitigadas que consideran que hay que conformar una lista propia que vaya a la interna dentro del frente oficialista.

A la férula de Leavy, intendente de Tartagal, anidan los que no piensan en alejarse del gobernador de ningún modo. El jefe comunal, que es también el actual presidente del PV, tiene necesidades prácticas que no condicionan al resto de los dirigentes. A Leavy le restan definir diversas negociaciones con el Grand Bourg de aquí a 2019, y es bien sabido que para ningún intendente es aconsejable rivalizar con el oficialismo.

La importancia del PV en cuanto a volumen de sufragios es relevante, sobre todo si en su ruptura con el oficialismo U consiguiese el espaldarazo de sectores del PJ que no estén dispuestos a volver potables las nuevas alianzas que Urtubey trama por estos días (Romero y Sáenz, principalmente). En definitiva, puede que el PV y sus eventuales aliados del PJ anti-U no tengan suficiente músculo para ganar una elección, pero quizá su magnitud les baste para empalidecer el dominio oficialista en los comicios. La fuga del PV y parte del PJ a costa de las nuevas alianzas del gobernador podrían volver un eventual triunfo del oficialismo en una victoria pírrica, que traiga dos consecuencias de cara a 2019, la sucesión de Juan Manuel: debilite a cualquier candidato natural del seno del urtubeicismo, y paralelamente, le sume chances a otros sectores del que hasta ahora fue el oficialismo, como el propio PV.