En esta edición nos vamos a dedicar al analisis de datos históricos puntuales que nos muestran el apogeo de la oligarquía a fines del siglo XIX y comienzos del XX. 

El siguiente listado nos muestra los gobernadores de la provincia de Salta durante el período de 1852 y 1930.

Por Karla Lobos 

1856, Gral. Manuel de Puch; 1857, Martín Güemes; 1859, Manuel Solá; 1860, Gral. Anselmo Rojo; 1861, Cnel. José María Todd; 1862, Juan N. de Uriburu; 1864, José Uriburu; 1864, Dr. Cleto M. Aguirre; 1866, Dr. José Benjamín Dávalos; 1867, sixto Ovejero; 1869, Dr. Benjamín Zorrilla; 1871, Delfín Leguizamón; 1873, Dr. Juan Pablo Saravia; 1875, Miguel Francisco Aráoz; 1877, Cnel. Juan Solá; 1879, Dr. Moisés Oliva; 1881, Dr. Miguel S. Ortiz; 1883, Cnel. Juan Solá; 1886, Dr. Martín Gabriel Güemes; 1889, Dr. Adolfo Martínez; 1890, Dr. Pedro J. Frías; 1893, Delfín Leguizamón; 1895, Antonino Diaz; 1898, Pío Uriburu; 1901, Ángel Zerda; 1904, Dr. David Ovejero; 1907, Dr. Luis Linares; 1910, Avelino Figueroa; 1913, Dr. Robustiano Patrón Costas; 1916, Dr. Abrahan Cornejo; 1918, Dr. Emilio Giménez Zapiola; 1918, Dr. Manuel Carlés; 1919, Dr. Joaquín Castellanos; 1921, Dr. Arturo S. Torino; 1922, Dr. Adolfo Güemes; 1925, Dr. Joaquín Corbalán; 1928, Dr. Julio Cornejo; 1930, Coronel Ernesto A. Day; 1930, Gral. Gregorio Vélez.  

De acuerdo con este listado, los apellidos con mayor presencia en la primera magistratura provincial fueron Güemes, Solá y Uriburu, que accedieron al Poder Ejecutivo en tres oportunidades cada uno. Los otros dos apellidos que más se reiteraron durante esos 75 años fueron Ovejero, Leguizamón y Cornejo, en dos ocasiones cada uno. 

En las provincias del Norte argentino se cristalizó una modalidad específica a la que denominó “gobiernos de familia”, definiéndolos como una relación entre lo público y lo privado en virtud de la cual el control del gobierno dependía de los vínculos de parentesco que tejían entre sí determinadas familias (nada que se parezca a la actualidad). 

Para la identificación de las «familias predominantes», se toma como criterio los cargos nacionales desempeñados por sus miembros:

La familia Ortiz puso en cargos a Miguel, Gobernador – Senador – Ministro; Francisco, Senador – Ministro; Abel, Diputado.

La familia Ovejero puso en cargos a David, Gobernador – Senador; Sixto, Gobernador; Ángel, Gobernador – Senador.

La familia Güemes puso en cargos a Martín, Gobernador – Senador; Luis, Senador; Domingo, Diputado. 

La familia Uriburu, por su parte puso en cargos a Francisco, Senador – Ministro; Pío, Gobernador – Diputado. 

El Senado Nacional tuvo un papel importante, ya que se trataba de un espacio de comunicación de las oligarquías, que  participaban del manejo de los asuntos nacionales y encontraban el cobijo y las garantías para lograr un mandato extenso y perdurable. El Senado albergó a los gobernadores salientes, quienes desde su recinto siguieron decidiendo sobre los asuntos de sus provincias, (me suena…)

De los trece senadores que tuvo la Provincia en este período sólo tres alcanzaron un escaño en la Cámara alta sin haber ejercido antes la primera magistratura provincial, Benjamín Figueroa, Francisco Uriburu y Luis Güemes 

De todos los gobernadores, Adolfo Martínez, Ángel Zerda y Luis Linares fueron los únicos que no se incorporaron después a ninguna de las cámaras del Congreso. Adolfo Martínez falleció en 1890, Zerda ya contaba con avanzada edad y Luis Linares se incorporó como senador nacional por la Unión Cívica Radical entre 1916 y 1934. Los apellidos Guemes y Uriburu se repitieron en la lista de gobernadores en tres oportunidades cada uno y el de Figueroa, una vez. 

En 1901, otro Uriburu se incorporó, junto con Francisco, a la Cámara alta. Se trató de José Evaristo, quien fue elegido el 9 de mayo senador nacional por el distrito de Capital Federal hasta el 30 de abril de 1907. Mientras tanto otro de los primos, Pío Uriburu, terminaba ese mismo año su mandato de gobernador y se incorporaba, a diferencia de sus pares anteriores, a la Cámara de Diputados. Esa familia contaba ya con suficiente representación en el Senado nacional. Entre 1903 y 1904 presidió el Senado de la Nación Norberto Quirno Costas. Fue el presidente provisorio José Evaristo Uriburu y el vicepresidente, su primo hermano Francisco. 

La importancia de los vínculos familiares y la relevancia de estas familias en los sistemas de influencia de la época resulta evidente si se considera las trayectorias de Luis Güemes y Francisco Uriburu. Ninguno de los dos tenía residencia en Salta y ambos participaban e influían en la vida porteña. Uriburu lo hacía como político, empresario y financista, mientras que Güemes era un renombrado médico formado en París.  Los dos eran primos hermanos de hombres que habían ejercido la primera magistratura provincial y provenían de grupos opositores con extensa presencia en la política salteña y nacional. 

En sus acomodos, los grupos de la época no orientaron a todos los gobernadores hacia bancas en el Senado. Juan N. Solá, Pedro J. Frías y Pío Uriburu se decidieron por la Cámara de Diputados. El primero, no cumplió el mandato y optó por participar en la exploración y conquista del territorios del Chaco. Pío Uriburu, en cambio, engrosó la representación legislativa de su familia durante cuatro años en la Cámara baja, donde otros 29 legisladores representaron al pueblo de Salta en la época. 

El apellido Ortiz fue el más representado en la Cámara baja nacional, con Abel e Ignacio, que fue diputado en dos oportunidades. Dos miembros de la familia Solá también accedieron al Congreso, Juan y Manuel, aunque sólo el último completó su mandato. Pedro I. López, Ángel M. Ovejero, Indalecio Gómez y Sydney Tamayo representaron cada uno de ellos al pueblo de Salta en dos ocasiones. Las familias Uriburu y Güemes, al igual que las restantes que figuran en la tabla, sólo tuvieron un representante en la Cámara de Diputados de la Nación. 

Las familias Güemes, Ovejero, Solá y Uriburu fueron las que mantuvieron una mayor presencia en el Congreso, como así también en la dirección y el control del Estado provincial. Los Ortiz también tuvieron una presencia relevante en el orden provincial y nacional. En ese período sólo tres de las cinco familias mencionadas, Ortiz, Uriburu y Güemes, contaron con referentes en ambas cámara del Congreso y el Poder Ejecutivo Nacional, aunque únicamente los Uriburu lograron alcanzar posiciones de real importancia, como la presidencia, un ministro de ese apellido y cinco más que de una forma un otra estaban emparentados a la familia. 

Los Ortiz contaron con dos ministros nacionales, Francisco, en Relaciones Exteriores durante la primera presidencia de Roca y Miguel Serapio, en la cartera del Interior durante la presidencia del, también salteño, Victorino de la Plaza. Ninguna de las otras familias de la elite provincial alcanzó tal presencia en el gobierno federal, en un momento que se caracterizó por la formación de una clase dirigente de nivel nacional y la consolidación de su poder sobre los espacios provinciales. Después de Buenos Aires, Salta fue la provincia que reunió más ministros en los gabinetes nacionales del período conservador y la única no intervenida durante estos años de hegemonía conservadora. 

Lo regional y lo nacional no constituyeron un par dicotómico para los salteños, sí conformaron un entramado definido por interrelaciones e influencias recíprocas que no estuvieron exentas de conflictos, contradicciones y tensiones. Hombres como Rafael Ruiz de los Llanos, José Evaristo o Francisco Uriburu representaron indistintamente al pueblo de Salta, la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. “Hablar de Salta, en realidad, es hablar de la Nación, y hasta de Buenos Aires mismos, como se ha observado en más de una oportunidad, entre Buenos Aires y Salta hubo unidad de ideas y sentimientos argentinos”, declaró el historiador salteño Atilio Cornejo.

En 1882, la cantidad de habitantes se había triplicado después del último censo colonial, la ciudad contaba con aproximadamente quince mil habitantes. En el centro del casco urbano se ubicaban las residencias de los principales hombres y mujeres de la época. El hecho de poseer una vivienda en la ciudad constituía un indicador importante de prestigio que se expresaba en la participación económica y política en el ámbito urbano. 

Ni los Ortiz ni los Uriburu, ni tantos otros, se parecieron a aquellos prósperos hacendados y comerciantes que hicieron riqueza durante la época colonial y dejaron grabada en todo el territorio del ex virreinato la imagen de viejos linajes cultos y opulentos. 

Entre las novedades del momento se implementó en 1884 el código rural, que clasificó las propiedades rurales en estancias, chacras y quintas. Solá utilizó como categorías de clasificación las de estancieros y hacendados y contabilizó 125. También consignó 19 grandes comerciantes a los que denominó “compradores y revendedores”. Su actividad comercial resultaba aún muy lucrativa, aunque Salta para esta época había perdido la importancia adquirida en los circuitos mercantiles surandinos a fines del siglo XVIII, tras las transformaciones provocadas por las Reformas borbónicas. La importancia de la mula se desvanecía progresivamente a medida en que avanzaba el tendido de las vías férreas y los viejos circuitos comerciales perdían, gradualmente, el vigor que los caracterizaba. El cambio de escenario generó asimetrías que se acentuaron con el vertiginoso desarrollo de la Pampa húmeda. Mientras el ferrocarril Central-Norte llegó a Tucumán en 1876, la geografía salteña tuvo que esperar dos décadas para que los rieles la unan con el litoral atlántico. 

Mientras tanto, los Uriburu se dedicaron a la actividad de exportación e importación, al igual que otros grandes comerciantes como los Augspurg, Cossa, Ríos y los hermanos Corbalán. Todos estos apellidos compartían algo en común: no hundían sus raíces en los tradicionales linajes, sino que se habían entroncado en ellos a través de matrimonios convenientes.

A las casas comerciales enumeradas por Solá en su momento, agregaron otras dedicadas a la importación de artículos provenientes del Litoral y de Europa y a su venta mayorista. Estaba la Compañía Importadora de Tejidos de Michel Visuales; la Casa importadora de Europa de Miguel Lardies; la Casa Introductora de Manuel Sosal; la Tienda y Sastrería “El Progreso” de Urrestarazu, Insausti y García. Estos comerciantes, como los anteriores, tampoco pertenecían a los considerados linajes tradicionales, aunque sí formaban parte de los sectores acomodados de la Salta de la época.

Así las cosas, Salta seguía adelante…

Cualquier parecido con la realidad actual, es mera coincidencia…