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Cuidado con el hacha, Eugenio

Un joven intentó suicidarse cansado de las burlas que sufría en la escuela por parte de sus compañeros de curso. Sus padres le pusieron de nombre Pinkfloyd, en honor al cuarteto británico de rock progresivo.

Por bromas del estilo: “Ey, Syd, agárrame la Barret” o “A ver ese lado oscuro de la luna”, escuchadas constantemente en el colegio por Pinkfloyd Gómez Roldán (17) derivó en lo que a muchos jóvenes aqueja: “pensar que sus padres son una manga de progres pelotudos que por poner un nombre piola terminando mandándose cualquiera. Eso claro que te da ganas de pegarte un tiro en los huevos, pero de ahí a suicidarte, es complicado, vieja del agua”, según comentó el sociólogo especializado en adolescentes e hincha de Mitre que consultamos el fin de semana pasado en la cancha.

Lo que sucede con este muchacho colombiano, residente de Cali, es lo que los especialistas consultados por este pasquín denominan el “Síndrome del infeliz con padres progres”, que se da generalmente en las clases medias latinoamericanas. Si bien son pocos los casos estudiados, las conclusiones a las que llegaron en la universidad de Bucaramanganga dan por cierto que “ante la probabilidad de que un niño lleve un nombre recordando líderes indígenas o en este caso un nombre de banda de rock progresivo, lo más seguro es que te den ganas de matarte”.

Lo cierto es que este muchacho intentó suicidarse de una manera poco ortodoxa: comiéndose la discografía entera del cuarteto integrado (en su mejor época) por Mason, Wright, Waters y Barret, para cuando llegó al Wish You Where Here, la intoxicación por la ingesta de vinilos pudo más y colapsó. Por suerte en ese momento lo encontró la abuela, que rápida de reflejos llevó al muchacho al hospital de la zona, donde ahora se recupera, aunque todavía no ha expulsado la totalidad de discos comidos, “todavía le queda por cagar un par de singles, pero va todo bien”, dijo nuestra fuente colombiana.