Lo más interesante que tienen los premios de la Academia son estas charlas de los creadores, de los artistas y en este caso de los directores de los filmes de habla no inglesa que habitualmente se hacen los sábados a la mañana y este año se hizo el jueves. (Víctor Languasco)

¿Porque es de lo mejor del Oscar? Porque los directores tienen contacto con el público asistente, aunque sean invitados o acreditados especiales, que siempre llenan las 1035 plateas del Samuel Goldwin, sala de la sede central de la misma academia.

El contenido esencial es el proceso creativo. Desde los disparadores que lanza el moderador —gobernador del organismo en este caso— a diferencia de años anteriores que fue Mark Johnson, ahora estuvo el vice-presidente Larry Karaszewski.

Esos puntos lanzados fueron: cómo se les ocurrió la idea y cuánto tiempo fue desde la concepción a la filmación; además cómo trasladan la idea inicial al guion y de allí a la pantalla; el trato y el trabajo con los actores y por último la devolución o recepción en el país de origen.

Y mirando de frente al escenario, de izquierda a derecha, estaban: El alemán de más de dos metros de alto, Florian Henckel Von Donnersmarck, director de «Never look away». Muy verborrágico a contrapelo de lo que se piensa de los germanos y muy histriónico con muchos toques de humor.

El mexicano Alfonso Cuarón por «Roma», la segura ganadora, muy aplaudido al presentarlo. Se mostró seguro, tranquilo, por allí tiraba bromas con el polaco Pawlikowski por el concepto del caos en el set y halagó mucho a su diseñador de producción Eugenio Caballero y a sus actrices, Marina de Taviria y, sobre todo, a Yalitza Aparicio.

La atractiva libanesa Nadine Labaki habló de su «Caphernaúm» y de la niñez en su país, de la forma de entender el cine como percepción de la vida, consecuencias de su gran sensibilidad como vector de miradas en el arte.

El polaco Pawel Pawlikowski viró su «Cold war» desde los galardones y lanzamiento internacional que le produjo «ida» ganadora de este rubro en el 2015 cuando estuvo nuestro «relatos salvajes». También puso humor y coincidió con muchos de la sensibilidad y el entorno social que filma.

El que cerró la ronda fué el japonés Hirokazu Kore-eda con traductora mediante hablando de «Shoplifters – Somos una familia» más escueto, más simple, más directo y, al contrario que sus pares, su película tuvo una gran repercusión en su país logrando superar el millón de espectadores.

Sólo se quedaron al final el alemán y la libanesa posando en fotos a quienes lo pidieran.

Las dos horas del ir y venir entre las exposiciones o monólogos o pensamientos en voz alta siempre describiendo el proceso que los llevó a hacer lo que hacen es lo más rico, lo más interesante de todo lo que puede generar el Oscar.

Que hablen sus artistas a través de sus palabras y por sus películas.