Cada vez que el presidente brasilero es consultado acerca de algún indicio de corrupción pierde los estribos. Más aún si en esos indicios está incluida su familia. Así fue que el domingo, Bolsonaro tuvo uno de sus brotes psicóticos después de la pregunta de un periodista que indagó sobre un dinero de origen dudoso depositado en la cuenta de su esposa, Michelle.
«Me dan ganas de cerrarte la boca con una trompada», le dijo al colega y siguió caminando.
Al respecto, la Federación Nacional de Periodistas de Brasil tildó de «lamentable» su actitud que afecta la libertad de prensa. Y por otro lado la Orden de Abogados de país expresó que su comportamiento revela el «perfil autoritario» del personaje.
El clima de intimidación contra la prensa se agravó con la llegada de Bolsonaro al poder.
Ya en 2018, la periodista Patricia Campos Mello, autora de una investigación sobre el dispositivo de fake news montado durante la campaña, en un libro llamado La Máquina del Odio, recibió amenazas al igual que su familia.
Este sistema fue el mismo que utilizo Trump en las elecciones que ganó la presidencia de Estados Unidos. El modelo que siguieron ambos fue el de Steve Bannon, que ya era asesor informal de Bolsonaro desde agosto de 2018, según él Ad honorem.
Desde que Bolsonaro accedió al poder comenzaron a ser normales los insultos a los reporteros apostados frente a la residencia oficial. A un profesional que le hizo una pregunta inoportuna le dijo que tenía aspecto de homosexual. Habitualmente instigaba a sus seguidores a que intimiden a los cronistas hasta que la prensa abandonó la guardia frente al palacio por falta de seguridad.
En el último tiempo los columnistas periodistas que firmaron artículos críticos contra los actos de gobierno fueron amenazados de ser encuadrados en la ley de Seguridad Nacional heredada de la dictadura.
Sus métodos poco ortodoxos para callar a la prensa no le han servido de mucho ya que el destino del dinero por el que no quiso responder, ya es conocido, aún cuando quiso desviar la atención del tema.