Una testigo ocular declaró que Santos Vera en el momento del crimen estaba trabajando en el barrio privado Buena Vista. El testimonio fue contundente y sitúa al acusado fuera del lugar del hecho y la acusación contra él y Daniel Vilte sigue sin pruebas. A Daniel Vilte lo apuñalaron en la cárcel. (Maximiliano Rodríguez)

La jornada da comienzo a la séptima semana de juicio oral. El proceso estuvo detenido durante cuatro días y durante el fin de semana largo uno de los acusados, Daniel Vilte, fue apuñalado. Ocurrió en el penal de Villa Las Rosas, en las narices del Servicio Penitenciario salteño y en el horario de visita. La situación puso en duda la continuidad del juicio porque existe la posibilidad legal de suspender el debate hasta por nueve días. El detenido desde las últimas horas del domingo quedó internado en el Hospital San Bernardo.

El  juicio oral y público entra en crisis y por primera vez desde el comienzo del juicio se pasa de las 11 de la mañana sin que comience el debate. Los pormenores del ataque no fueron del todo claros, pero el hecho es de suma gravedad. Daniel Vilte recibió por lo menos dos puñaladas del interno Hugo Alberto Valdiviezo Alemán. La agresión se habría originado en un entredicho entre la mujer de Vilte y otro hombre (travesti), quien sería pareja de Valdiviezo dentro del penal. El sujeto, conocido como María Julieta, habría discutido con la mujer de Vilte aunque no sería la primera vez. Al parecer existe una cierta admiración por Daniel Vilte desde que este fue trasladado al pabellón I, a mediados de 2013. Ya a comienzos de 2014 la mujer de Daniel Vilte habría solicitado al director de la unidad penitenciaria que cambie de lugar a su pareja. Por entonces daba cuenta de su enfrentamiento personal con María Julieta. Hasta mediados de 2013 Daniel Vilte había estado en aislamiento del resto de la población carcelaria. Vilte, ahora, está internado en el hospital con dos puñaladas. El acusado tendrá entre 5 y 7 días para su recuperación y todo indica que el juicio seguirá con su ausencia.

Recién a las 11.16 ingresó el tribunal. Primero lo hizo Ángel Longarte con saco gris oscuro y camisa blanca. Detrás suyo Héctor Pucheta con igual combinación aunque con corbata amarilla. El último de los tres en ingresar fue Bernardo Ruiz. Muy elegante con saco gris más claro, camisa y corbata negra. El día es extremadamente raro. Los jueces empiezan la jornada. Primero la palabra fue para el abogado defensor del apuñalado, Marcelo Arancibia, quien al ser el primero en dar su opinión marcó un poco el rumbo de las otras intervenciones. El defensor de Daniel Vilte se pronunció a favor de continuar con el juicio oral. El fiscal, la querella y las otras partes intervinientes opinaron en el mismo sentido. Por unanimidad el tribunal resolvió continuar con el debate. No sólo fueron tenidos en cuenta los tiempos del acusado sino también de las víctimas y de los testigos citados. La familia Bouvier no está en Salta por elección, ni por turismo. Ellos buscan la verdad. Al igual que la familia de Houria Moumni merecen saber qué pasó. Llevan cuatro días esperando la reapertura de las audiencias. En esos días solo tuvieron contacto con Fernando Bruzzo, el traductor dispuesto por el poder judicial salteño. El funcionario trabaja como traductor en el juicio y acompaña a los familiares. Se nota un compromiso humano. Un gesto de un trabajador comprometido con el rol asignado. Él  traduce para ellos todo lo que se dice en el juicio y acompaña a los familiares más allá del horario laboral. Interviene en esto casi por una casualidad. El Poder Ejecutivo Provincial había dispuesto otro traductor originalmente. La suerte quiso que sea él en definitiva quien cumpla la función de unir las lenguas. El traductor designado por el gobierno provincial, dejó de trabajar imprevistamente. Al traductor parece que lo contrataron, pero no le pagaron. El poder judicial tuvo que echar mano a sus recursos y encontró a Fernando Bruzzo entre sus filas. En esta jornada, el traductor llegó a darle las indicaciones médicas que se le hacían a Aleinor, mientras sufrió un desmayo en la sala. La hermana menor de Cassandre recibía las órdenes de las enfermeras que la asistían en el piso a través de su traducción. Así de profundo es el trabajo que cumple éste trabajador. Su labor es vital para el proceso. No solo por ser los oídos de los familiares franceses, también por poner el compromiso salteño ante ellos. Muchas de las cosas tiernas y cotidianas que quizás los familiares de las víctimas se lleven de Salta, será a través de sus palabras.

Un acusado en el hospital y siete semanas de juicio oral. Así comienza la jornada.

Coartada I

La primera testigo del día había solicitado al tribunal prestar declaración lo antes posible. María Magdalena Brañes es empleada doméstica en la casa de Fernando Vidal, el propietario del barrio privado Buena Vista. La mujer es aquejada por una grave enfermedad y debía prestar declaración lo antes posible para luego someterse a un tratamiento médico muy invasivo. La declaración de la empleada doméstica fue clave para Santos Clemente Vera. Su testimonio lo coloca en otro lugar que no es la escena del crimen. La testigo fue clara y bastante convincente en su relato. Lo que dijo, otra vez puso en tela de juicio las deducciones a las que arribó el juez Martín Pérez para procesar al detenido. Y es que así como el actual camarista tenía la declaración de Gustavo Lasi para incriminar a Santos Vera, tenía también la declaración de Brañes para refrendarla.

Concretamente, la empleada de Vidal dijo que tuvo a la vista a Santos Vera desde las 18.30 hasta las 23 del día 15 de julio de 2011. Además agregó que previamente a las 18.30 Santos Vera y su sobrino, David Tolaba estuvieron trabajando en la poda del terreno y en la limpieza del garaje de la casa. Difícilmente entonces que Vera pudiera violar y asesinar a las chicas durante ese tiempo. La mujer en su testimonio fue consultada por los abogados de las familias pero a cada minuto su relato era más solvente. Ante el tribunal, Brañes dijo que vio a Santos Vera desde las 18.30 de ese viernes porque el jardinero fue a buscarla a la parada de colectivos como ella le pidió minutos antes, cuando llegaba en colectivo a San Lorenzo. “Le mande un mensaje para que me espere en la parada. Porque a mí me daba miedo ir sola por lo que había pasado. No me respondió el mensaje, pero estaba en la parada”, afirmó la mujer. La empleada tenía temor porque la noche anterior habían baleado al perro de la familia y ella tenía miedo a que pudieran ser ladrones preparando un golpe en la zona. María Brañes relató: “sería como las 18.30. Él me estaba esperando en la ruta. ´Qué haces con botas´, le dije yo. Estaba lavando la sangre del perro, me dijo. Yo me había olvidado de eso. Y como estaban cortando la maleza les dije que vengan a tomar el té después. Como a las 20.30 vino a tomar el té. Como a las 23 se fue”.

Con apenas cuatro renglones, la empleada dejó parte de la instrucción judicial de Martín Pérez por el piso. Según la testigo durante todo ese tiempo, ella y Vera estuvieron junto a David Tolaba el otro jardinero de la familia Vidal. La declaración de Brañes es una coartada importante para Santos Clemente Vera. A diferencia de Gustavo Lasi, la mujer está obligada a decir la verdad ante los jueces porque es testigo y no un acusado. Él acusado puede mentir en sus declaraciones. La testigo no. A su entender Santos Vera estuvo normal por esos días. No lo notó nervioso o algo por el estilo. La testigo confirmó que los dueños de casa estuvieron ausentes entre el 29 de junio y el 24 de julio de 2011 y estima que antes de las 18.30, Santos Vera y José David Tolaba estaban limpiando la sangre del perro y desmalezando. Lo considera así porque vio parte del trabajo cuando llegó a la casa. En este tramo del relato el fiscal Félix Elías retoma una costumbre olvidada. Vuelve a preguntar a los pobres por los ricos y famosos. Cuando pasó un ex ministro provincial por la sala el fiscal sólo dijo “no tengo nada que preguntarle al Dr.”  La testigo sale del trance bastante rápido. La mujer explica que la parada de colectivos está en el ingreso al barrio Buena Vista. Dice que entre las 19 y las 20.30 los vio a los dos hacer los trabajos encargados. Que los tenía a la vista. Luego entre las 20.30 y las 23 estuvieron juntos tomando te dentro de la casa. El té lo tomaron juntos –según dice-  Santos Vera, David Tolaba y ella. La mujer fue clara en afirmar que no perdió de vista a Santos Vera. Cuando fue consultada si quizás el acusado se ausentó una media hora para cometer el crimen, ella respondió: “para irse debería habersemé desaparecido a mí y no fue así”.

A diferencia de la investigación policial, la testigo dijo haber visto a uno de los tres acusados hacer otra cosa ese viernes 15 de julio de 2011 cerca de las 19. El supuesto psicópata y domador de caballos habría estado en otro lugar en el momento del crimen. Difícil entonces que sometiera a una mujer como domaba un animal. Estaba en otro lado en el momento del crimen, o por lo menos en el momento del crimen que impusieron la Brigada de Investigaciones y el juez Martín Pérez: viernes 15 de julio de 2011, entre las 18.28 y las 19.50.  La testigo fue convincente. Aseguró que los dos jóvenes trabajaban con motosierra y que escuchaba las maquinas además de afirmar que los vio en varias oportunidades entre las 19 y las 20.30 del viernes. “Yo me acercaba y ellos paraban las máquinas, para ver que necesitaba, porque ellos estaban más hacia abajo”, recordó la empleada.

Para corroborar la existencia del mensaje de texto enviado por María Brañes a Vera pidiéndole que la busque en la parada, la querella pidió la sábana de llamadas y mensajes de texto. Una medida propia de la instrucción o de la investigación policial pero no del juicio oral. Esta medida fue solicitada, porque en 2011 nadie la hizo, ni la pidió. Una medida básica que el juez Martín Pérez debería haber solicitado teniendo en cuenta que la testigo había declarado esto mismo ante el juez ascendido. Una medida que el poderoso abogado querellante original, Horacio Aguilar, podría haber solicitado en su momento. Una medida básica que no fue. No fue así hasta la jornada vigésimo cuarta del juicio. La medida fue solicitada por el abogado Federico Rodríguez Spuch.

Terminó la declaración y los abogados defensores de Santos Vera no necesitaron hacerle siquiera preguntas a su testigo. Su testimonio hablaba por sí solo.

El dueño

El propietario del barrio privado Buena Vista había sido nombrado en la primera semana de juicio oral. La cercanía de su casa con el lugar donde fueron hallados los cuerpos y los rumores de fiestas VIP, fueron algunos de los condimentos que elevaron el interés sobre lo que podría decir Fernando Vidal. El ingeniero además  fue el empleador de Santos Clemente Vera entre 2002 y 2011. El acusado fue su jardinero durante ese tiempo. Según dijo el propio testigo, Vera cumplió su labor “sin faltar, ocho horas por día”.  El testigo dio suma credibilidad a los dichos de su otra empleada, María Magdalena Brañes. Dijo que en familia la interrogaron luego de la detención del jardinero y que luego de escucharla se quedaron tranquilos. Pensaron que en cuatro o cinco días la policía lo liberaría aunque desde entonces pasaron tres años. “Yo estuve de viaje con mi familia desde el 29 de junio y volvimos el 24 de julio”, explicó cordial el testigo. Se trata de un testigo instruido y con mundo. Muy diferente a otros testigos quienes llegaron ante el tribunal en ropas de trabajo o llorando torturas policiales. El tono mismo de preguntar que tiene el fiscal denota la diferencia que hace entre unos  y otros. A este testigo no lo gritonea, ni le pregunta demasiado fuerte. Con otros testigos, uso la voz imperativa. Con éste es ameno y suave. El testigo aporta en favor de la imagen de Vera, pero también dice que no había fiestas en Buena Vista. Su testimonio también es sólido. “Viven unas diez o doce familias, nada raro. De las fiestas y de lo que se escuchó yo no sé nada. Nada de nada”, afirmó.

Luego volvió a Vera a quien escribió como un hombre muy cumplidor y muy prolijo. “Es una persona de máxima confianza para nosotros. Cuidó a nuestros chicos. Quedó al cuidado de mi casa. Conozco a su familia desde que soy chico. Yo creo que es inocente, pero la preocupación es grande por supuesto”. Su testimonio es franco. Así cuenta el testigo que el 6 de agosto de 2011 detuvieron a Clemente. Era un sábado, recuerda. El día lunes Vidal le consultó a María sobre esos días. Ya entonces la mujer le dijo lo mismo que ahora dice en el juicio. El de Fernando Vidal sobre Santos Vera fue un testimonio muy distante al perfil psicológico que hicieron del acusado las peritos judiciales y sobre las que se basó  Martín Pérez. Lejos está la imagen de un violador que somete a la mujer como si domara un caballo. Tan lejos está que Fernando Vidal lo visita en la cárcel. La querella preguntó con tono inquisidor, pero todas las respuestas que recibió benefician a Santos Vera. A cada palabra del testigo la instrucción de Martín Pérez y Aldo Saravia se transforma en una sombra. La investigación inicial es cada vez más insostenible.

Con las dos últimas declaraciones testimoniales la figura de Santos Vera se acerca más a la situación de Daniel Vilte y se aleja de la comprometida situación de Gustavo Lasi. Sólo el perito oficial, Daniel Corach, y su registro de ADN, imputan a Vera. Sin esta prueba científica que sólo un estudio encontró, el procesamiento del jardinero estaría sostenido únicamente en los dichos de Gustavo Lasi. Un dato de muestra: desde la detención de Santos Clemente Vera en 2011, su sobrino David Tolaba trabaja en la casa de Vidal, reemplazando al acusado. Al jardinero, a casi tres años de estar detenido, le siguen guardando el trabajo que tuvo entre 2002 y 2011.

Traducción

Comenzaba el cuarto intermedio ordenado por la Sala II, cuando cayó desmayada Aleinor Bouvier, hermana de una de las víctimas. El cuarto intermedio fue dispuesto por una hora. Al parecer se trató de una baja en su presión arterial. En la sala quedaba poca gente y la chica cayó en silencio. Fueron unos largos minutos en los que estuvo en el suelo. Personal médico de SAMEC intervino rápidamente. Durante ese tiempo sus padres la acompañaron como a una niña. Él sentado en el suelo le acariciaba los cabellos lentamente. Con alas rojas en su remera blanca Jean Michel Bouvier recordaba a su Cassandre. Con su mano derecha acariciaba a su otra pequeña. La madre se encontraba de pie y frotaba sus tobillos. Luego de varios minutos se logró incorporar y recuperarse. El traductor firme a su lado repetía todas las indicaciones del personal médico. Por momentos la tensión supera a los familiares.

Coartada II

Con una colorida camisa de manga corta ingresó el primer testigo tras el cuarto intermedio. Se trata del jardinero José David Tolaba. Es sobrino de Santos Clemente Vera. Por ser familiar sanguíneo del acusado podía ampararse en el artículo 20 de la Constitución Provincial para no prestar declaración testimonial, pero José David eligió declarar. Hasta ahora el único que utilizó el artículo 20 para no declarar fue Walter Lasi, padre de Gustavo y doblemente sobreseído por Martín Pérez.

La declaración de Tolaba también fue clave para Santos Vera. El testigo también lo situó a Vera en el trabajo y no en la escena del crimen. Afirmó que entre las 15 y las 18.30 del viernes 15 de julio siempre estuvo junto al acusado y aseguró que nunca su tío se fue de su vista en esas tres horas y media. El jardinero fue intensamente interrogado por los abogados querellantes. Un interrogatorio oportuno pero que mostró al relato del testigo sin grietas. El muchacho indicó que él y Santos Vera estuvieron en Salta en la mañana del 15 de julio mientras el veterinario asistía al perro de la familia Vidal. Según su relato, a las 14 volvieron a San Lorenzo después de dejar el animal en la veterinaria. Luego se fueron a almorzar y se volvieron a encontrar a las 15 en el trabajo, dentro de Buena Vista, cuando retomaron con el desmonte encomendado.

Ante el tribunal Tolaba dijo que entre las 15 y las 18.30 estuvieron cortando árboles, hasta que Vera fue a buscar a María Brañes a la parada de colectivos. “Se fue y a los 15 minutos volvió con la señora”, relató. Luego el muchacho entró en el relato conocido por la propia María Brañes. Repite que a las 20.30 ingresaron ambos a la casa a tomar el té. El muchacho afirmó que le hicieron compañía a Brañes hasta entrada la noche, habló de las 21.30 por lo menos. En esa charla en torno al té con tostadas, la mujer le pidió a Santos Vera que traiga un nuevo perro para la casa desprotegida. Finalmente el testigo dijo que vio pasar a Vera cerca de las 23 cuando volvía a la casa de Vidal con el nuevo perro. Su relato fue coincidente con el de María Magdalena Brañes. Entre estos dos testimonios Santos Clemente Vera puede reconstruir su libertad.

Hecho aislado

El testimonio de Javier Guantay fue uno de los más extraños del juicio. El testigo no aportó nada de trascendencia para llegar a la verdad, pero dejó dudas sobre lo que no se investigó. Guantay es primo segundo de Gustavo Lasi. Él junto a otro tío del principal acusado, habían sido sospechados por Santos Clemente Vera. En su declaración el testigo no esclareció todas las dudas sobre su persona pero si aportó muchos datos sobre los métodos de investigación que aplicó la policía condecorada.

Dijo no saber nada del hecho, por encontrarse el 15 de julio de 2011 poniendo un portón junto a Juan José Lasi, tío directo de Gustavo y persona que propuso que se investigue a Fernando Vidal. Javier Guantay declaró ante el tribunal que fue víctima de apremios ilegales por parte de la policía. Al igual que relatara Daniel Vilte, el testigo dijo que los policías lo llevaron hasta el rio para pegarle aunque luego lo golpearon dentro de la dependencia de San Lorenzo, la que al parecer por esos días se convirtió en una suerte de centro de torturas. “Me llevaron al río a cuatro cuadras de la comisaria y me pegaron. Eran como seis. En la comisaria me volvieron a pegar. Me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y me decían que hablara. Yo no sabía nada, qué iba a hablar”, afirmó el testigo. Javier Guantay no había dicho nada de los golpes hasta que no le preguntaron. Es la sexta persona en lo que va del proceso que acusa apremios ilegales. De los 35 efectivos ascendidos por el gobierno provincial, 6 están procesados por estos hechos. Al ser consultado por qué no declaró antes la existencia de torturas el hombre fue directo en su ignorancia: “no sabía que había que hacer la denuncia de esto”.

Sin declaraciones

El último en declarar en la jornada fue Santiago Mendieta, periodista gráfico de uno de los diarios locales. El comunicador prestó su declaración ante el tribunal porque en dos oportunidades entrevistó a Walter Lasi, el padre del principal imputado. En la primera nota, realizada el 11 de agosto de 2011, cuando Lasi padre fue liberado, el periodista habló con el entrevistado sobre su estadía en la comisaría. Sobre ese momento, Mendieta recordó que Walter Lasi “estaba tranquilo, calculando cada respuesta que daba”, mientras que el 21 de septiembre del mismo año “estaba reticente a las preguntas, pero como yo lo conocía siguió hablando. Estaba totalmente reticente. No quería hablar”. La declaración del periodista buscaba confirmar que Walter Lasi había admitido que su hijo Gustavo acusaba a Daniel Vilte por orden de la policía. El testimonio fue apenas un atardecer para el día veinticuatro. La jornada había tenido su clímax en horas previas. Pasadas las 16, todos de pie…