Siguiendo con todo lo sucedido previo al golpe de 1976, podemos decir que ya estamos dentro de la pesadilla.

KARLA LOBOS

En sus inicios, 1975, mostró la actividad político-militar de grupos guerrilleros de izquierda argentinos, como vimos en la columna anterior. El Gobierno de Isabel y López Rega en ellos la oportunidad perfecta para establecer un terrorismo de Estado mediante el uso de las Fuerzas Armadas en nombre de la paz y la seguridad de la Nación. Eran los que se decían cristianos en la Cruzadas y mataban en nombre de Dios. Así, tal cual.

Esta represión llevada a cabo por el Ejército Argentino por decreto (como todo lo que hizo ese Gobierno), no se limitó a los grupos guerrilleros, sino que incluyó a estudiantes, religiosos, líderes políticos y disidentes del militarismo. Quedaba claro como el terrorismo de Estado, camuflado tras una “actividad filantrópica”, sería la forma de ese momento de gobernar la Argentina.

A los ojos de los ciudadanos se mostraba que Isabel y López Rega “sorteaban los graves problemas que tenía el país, intentando que los frutos de este esfuerzo, sean para todo el pueblo argentino”. Pero la realidad era que la crisis que aquejaba al sistema que intentaba gobernar en ese momento era mucho más profunda de lo que se veía en la superficie y tenía mas que ver con lo económico que con lo social, pero la fórmula presidencial no quería que se note.

La Propaganda Mentirosa se convirtió en el arma principal a la que recurrió el gobierno para engañar al pueblo. Aunque a esas alturas, ya nadie les creía. Los liberales como Álvaro Alsogaray opinaban que “el mantenimiento de esta política obligaría a emplear métodos dictatoriales o engendraría un verdadero caos”.

Es ahí donde acapara lugar la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), grupo paramilitar conformado tanto por policías como por militares que se caracterizó por la eliminación sistemática de cualquier ser humano opositor, ideológicamente hablando, al poder gobernante, traducido sería “todos los sectores y movimientos de izquierdas”, dentro del territorio nacional.

El caos y la inestabilidad social generada por la Triple A, en su lucha contra todo lo que pareciese ser de izquierda, fue el cimiento necesario para la construcción del Proceso de Reorganización Nacional un año después.

Oficialmente, se sabe que la Alianza Anticomunista Argentina (TripleA) fue desmantelada poco antes del golpe de Estado de 1976 por sus propios creadores. Aunque hay quienes dicen que nunca desapareció, sino que “sus ideales y objetivos” fueron absorbidos por el Proceso de Reorganización Nacional.

A pesar de que se sabe que la Triple A era liderada por López Rega, hay estudios de la Universidad de La Plata que dicen que fue el propio Juan Domingo quien tuvo la idea de ponerla en funcionamiento. A continuación parte de esos antecedentes.

Según El presidente que no fue, libro de Miguel Bonasso, Perón a principios de 1973 le comunicó a Oscar Bidegain, recientemente electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, su intención de contar con una especie de “Somatén”, cuerpo armado catalán de autoprotección civil, separado del ejército, encargado de la defensa durante el siglo XI. Sus miembros eran todos los vecinos con la obligación de conservar armas en sus casas y de instruirse periódicamente en su manejo.

Durante los días previos al regreso definitivo de Perón (20 de junio de 1973) el Coronel español Herrera Marín (inteligencia, enlace y custodia entre Perón y Franco) le entregó a Perón un documento, que no era, ni más, ni menos que el formato original de lo que poco después se conocería como la Triple A.

Desde Madrid Perón incentivó un doble juego respecto al movimiento revolucionario, alentando las acciones armadas de los sectores jovenes y revolucionarios. Sin embargo, su retorno al país luego de los sucesos de Ezeiza (20 de junio de 1973), marcó el fin de esa ambigüedad y lo mostró decidido a apoyar los sectores ortodoxos del peronismo.

El 1º de octubre de 1973, luego del asesinato de Rucci, se realizó una reunión confidencial en Olivos, a la que asistieron Raúl Lastiri, presidente provisional, luego de la renuncia de Cámpora; Humberto Martiarena, secretario general del PJ; miembros del Gabinete nacional y gobernadores con sus vices. Perón explicó que había que “terminar con los marxistas infiltrados, para evitar que destruyan al Movimiento Nacional Peronista”. Se puso a consideración un documento secrreto, en el que se ordenaba a los militantes “participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha”.

El 8 de octubre de 1973, en ocasión del cumpleaños de Perón, se llevó a cabo una reunión en la casa de Gaspar Campos organizada por el Coronel Osinde y con la presencia de varios ex suboficiales del ejército cesanteados por peronistas. Según el relato de Carlos Del Frade, Perón le dijo a los suboficiales “los voy a necesitar” y les presentó a López Rega. Allí se les pidió que en los viajes de Isabelita conformaran grupos para custodiarla de los “zurdos”.

En diciembre de 1973 Perón dijo: “Muchas veces me han dicho que creemos un batallón de la muerte, como el brasileño, o que formemos una organización para-policial para hacerle la guerrilla a la guerrilla. Pienso que eso no es posible ni conveniente. Hay una ley y una justicia y quien delinca se enfrentará a esa ley y a esa justicia por la vía natural que toda democracia asegura a la ciudadanía. Creer lo contrario sería asegurar la injusticia y andaríamos matando gente en la calle que ni merece ni tiene por qué morir”. Sin embargo, para Hugo Gambini, en su libro Las traiciones de Perón, “el general sabía que las Tres A estaban funcionando desde hacía tres meses. El 23 de enero se ametralló el frente de la casa del dirigente peronista Manuel Héctor Delgado y a los cinco días, apareció en un baldío el cadáver de José Contino, militante de la JP.

El 24 de enero de 1974, días después del ataque del ERP al Cuartel Militar de Azul, se entrevistó un grupo de diputados de la Tendencia con Perón en la Residencia de Olivos. Los legisladores se oponían a los artículos referidos a la asociación ilícita, de la reforma al Código Penal. Temían que fuera un artilugio legal para perseguir a las organizaciones armadas. Perón les dijo: “Si nosotros no tenemos en cuenta la ley, en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato, que es lo que hacen ellos. No actúan dentro de la ley. Si no tenemos ley, el camino será otro y les aseguro que puestos a enfrentar la violencia con la violencia, nosotros tenemos más medios posibles para aplastar y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes. Posteriormente, ocho diputados nacionales de la Juventud Peronista renunciaron a sus bancas, entre ellos Carlos Kunkel, Roberto Vidaña, Aníbal Iturrieta, Armando Croatto y Rodolfo Vittar y una vez sancionada la ley, el Consejo Superior Peronista expulsó del Partido a los diputados renunciantes.

El 8 de febrero, la periodista del Diario El Mundo, Ana Guzzetti, le señaló a Perón que en dos semanas hubo 25 unidades básicas voladas y 12 militantes muertos o desaparecidos. Y le preguntó qué medidas iba a tomar para investigar estos “atentados fascistas de grupos parapoliciales ultraderechistas”. Perón enojado respondió: “¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar. ¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie una causa contra esta señorita!. Esos son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda, que son ustedes y por la ultraderecha, que son los otros. Arréglense entre ustedes. Lo que nosotros queremos es paz y lo que ustedes no quieren es paz”. Posteriormente esa periodista fue amenazada y secuestrada unos días.

El 25 de abril de 1974, delegaciones juveniles se entrevistaron con el presidente Perón en Olivos para comunicarles que efectivos de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal hicieron un simulacro de fusilamiento a Alberto Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew y torturaron a Eusebio Jesús de Maestre y a su mujer, mientras los amenazaban con ejecutarlos. Después de escuchar el relato, Perón ratificó su confianza en los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride.

El 1º de mayo se produjo la ruptura entre Perón y Montoneros, cuando los trató de “estúpidos, imberbes”. Montoneros se retiró. Mientras tanto, en Casa Rosada, Oscar Alende le decía: “Pero, General ¿qué pasó? , ¿la juventud?”. Perón le respondió: “de vez en cuando hay que darle un tirón de orejas a los jóvenes, pero no es nada”. Mientras lo agarraba a López Rega y le decía: “No quiero que ocurra absolutamente nada, usted es el responsable”.

Unos días después, se realizó una reunión de Gabinete presidida por Perón en la cual López Rega y el Jefe de la Policía Federal, Comisario Alberto Villar, mostraron fotos de personalidades políticas que serían objeto de la campaña de depuración de la “infiltración marxista”. Entre ellos, Eduardo Duhalde, Mario Hernández y Bernardo Alberte. Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar nada. Preocupado por lo que acababa de presenciar, el Ministro de Justicia, Antonio Benítez, avisó a los implicados que sus vidas corrían peligro.

Hasta acá, los antecedentes de una de las creaciones más nefastas de nuestro país, mientras Perón estuvo vivo.

Después del 1 de julio, las cosas empeoraron

Cualquier semejanza con la realidad actual, es mera coincidencia…