Con estos cuentos Mario Flores ganó el concurso provincial de cuentos. El libro se presenta en la capital salteña este viernes 10 de mayo, a las 19.30, en la librería Rayuela de la capital salteña.

                                                   Por Mariana Ortega

Primero, antes que referirme de forma particular al libro, quiero abordar una serie de cuestiones. La invitación de Mario fue una sorpresa grata porque no soy una persona asidua en el espacio de las letras en Tartagal, mi bagaje viene por otro lado. Gracias Mario y a las personas que sugirieron mi lectura para esta obra. Espero estar a la altura.

De la mano de la anterior, durante mi vida he ido construyendo ciertos pilares, diría mejor, que afirmando ciertas convicciones que intento cotidianamente mantener, aunque muchas veces sea una tarea ardua y difícil, fundamentalmente porque estamos atravesados por contradicciones. Digo que he ido construyendo “convicciones” porque entiendo que somos resultado de nuestra historia, de nuestros trayectos, de nuestras relaciones, de los espacios que hemos ido transitando a lo largo de nuestra vida, y en particular, para el caso de la tarea que me toca realizar esta noche, también somos producto de las lecturas que realizamos, de las ideas a las que adherimos y a las que no, y de las personas que han sido nuestros maestras y maestros.
Las lecturas que he realizado seguramente se van a ver reflejadas en la lectura que pueda hacer de estos cuentos y, por lo tanto, de los posicionamientos que tengo frente a la vida.
Lo personal es político dice el feminismo y creo que no hay mejor reflexión que explique que nuestras prácticas están atravesadas por nuestra historia, nuestros deseos, nuestras desigualdades, nuestras resistencias y nuestras luchas. Entiendo que el ejercicio de la palabra es político y que poner en palabras el mundo muestra, visibiliza, desentraña, desoculta u oculta nuestro ser más profundo, nuestra psicología, nuestras contradicciones.

“Necrópolis” el título de la obra dice mucho, aunque al principio no le dí demasiada importancia, después le otorgué sentido a la presentación, al primer contacto. Pero dejemos esto para más adelante.

Fui leyendo la obra y me encontré con varias lecturas posibles, con referencias múltiples, como una especie de intertextualidad enmarañada. En esa labor, me detuve en subrayar aspectos centrales que voy a detallar a continuación.

Florecen, emergen de las lecturas, un despliegue de fuerzas que describen a la ciudad de Tartagal como un grupo de elementos atómicos que se mueven atolondradamente por el espacio geográfico, a propósito de la microfísica del poder; y en el que transcurren historias diversas, simultaneas, yuxtapuestas. Una eclosión de fuerzas en el espacio. Tartagal tiene esa maravillosa energía en la que todo se mueve, se transforma.

Esas historias me llevaron a pensar en algún punto que hay un abordaje introspectivo, en el que desnudas tu transitar por la ciudad, por el barrio, por fiestas de fin de año, narrando tus impresiones, tus apuntes, los escapes de tu mente: la renuncia a la iglesia católica, el autopercibirte como un sujeto extraño. Aunque no me voy a detener en este punto porque no creo que me hayas invitado para eso.

Esa lectura me significó la presencia de varios elementos que forman parte de mi andamiaje formativo, primero me parece imposible no ubicar tu texto como un abordaje etnográfico narrativo de la ciudad de Tartagal, en los que te acercas a la perspectiva renovadora y refrescante que en su momento fue la “antropología simbólica” geertziana. Este antropólogo norteamericano, considera a la etnografía como una descripción densa en búsqueda de significaciones. A lo largo del texto, de la rica descripción, se puede sobrevolar e interactuar con una Tartagal compleja, atormentada, como en permanente estado de ebullición, distinta al pueblo que para muchos es Tartagal. Desde mi opinión Tartagal es todo lo que describís y mucho más.
El abordaje etnográfico-narrativo te permitió describir situaciones de la vida cotidiana, encuentros, historias mínimas que significan y alcanzan a dimensionar gran parte de la realidad tartagalense, atacando problemáticas sociales y padecimientos que muches viven y vivimos.

Observación participante, la etnografía, el estar ahí, participar de los procesos, de las historias, relevarlas, anotarlas; y al mismo tiempo extrañarte de todo y poder escribir sobre ellas.

1. El viejo Springfield y el nuevo Springfield
           Tartagal está dividida en dos por el río. Del lado norte: la plaza central, el casco céntrico, comercios de marcas originales, estaciones de servicio, hoteles, escuelas, el hospital. Del lado sur: villas de emergencia, sangucherías sin control bromatológico, asentamientos en terrenos usurpados, comunidades aborígenes. El viejo Sprinfield, la parte más acaudalada de la ciudad; y el nuevo Springfield, con nuestros conciertos diarios de los Who (Necrópolis local).

Encontré varios hilos conductores que atraviesan la obra, me centré en algunos: una fuerte crítica a la sociedad tartagalense, a las históricas elites tartagalenses y a su cercana relación con la Iglesia Católica; esto a su vez aborda las problemáticas de género, la desigualdad, las violaciones intrafamiliares, la pobreza socioeconómica, la exclusión, y la pobreza de experiencia por la incapacidad de la palabra, como diría W. Benjamin.

La crítica se expresa en relatos cotidianos, que narran hechos que simbolizan la desigualdad, la exclusión, la discriminación que vivimos diariamente en Tartagal. Algunos relatos en particular abordan temáticas que cuestionan el cinismo y el fundamentalismo religioso contra la lucha por el aborto legal.

Destacar cómo durante la obra se señala la ritualidad, diversos rituales, católicos y paganos. Es una ciudad profundamente ritualizada.

Cómo esos ritos van desentrañando significados que presentan las desigualdades y las problemáticas existentes.

Estas descripciones muestran claramente el posicionamiento político del autor, tienen una carga fuerte de denuncia en estas historias.

Aborto, cuerpos, cotidianeidad y muerte

La existencia del aborto como hecho cotidiano, que sucede en nuestra vida, a pesar de las negaciones

  Al cabo de dos días no se sabía nada de la salita nocturna, ni del enfermero implicado, ni de medidas de prevención o formación en escuelas. A los cinco días, el cuarto banco de la tercera fila del aula, donde la muerta se sentaba en clase, estaba marcado con fibra negra: jodete por puta. Todos lo leyeron, pero nadie decía saber quién lo había escrito. Romina y Caro, que se sentaban en los bancos de al lado, fueron a la oficina de la celadora para pedir un trapo con alcohol para borrar el mensaje de odio del banco de su amiga. A los siete días el muerto importante que llamaba la atención era otro. Hombre, político, de plata y de muerte natural. (Embriones espaciales toman el té en tu casa)
Una historia de muerte por aborto clandestino que sucede paralelamente a un ritual católico, precisamente, a un velorio. Asistimos a un show en primera fila del patriarcado, con dos situaciones paralelas, simultaneas que simbolizan la desigualdad social y de género, por un lado, un hombre, rico, con poder e importante, del otro lado una mujer, puta, cuya vida no importa, es descartable.

    Una ciudad tatuada de grafitis. En la pared del costado de la iglesia, en pleno centro frente a la plaza principal de Tartagal, una mano anónima escribió Cura abusador no te salva ni tu dios. Los trazos de aerosol azul son precisos y cortos. Más abajo, en la misma pared, que da a la avenida: Aborto legal ya! (Graffitis)

Esta historia genera distintas derivas, un grafitti “aborto legal ya” que es el grito de muchas mujeres y que es desoído, en la Iglesia, institución inquisidora y que simboliza el patrón de las conductas del bien y la moral, medios de comunicación que avalan, son cómplices de reproducir y construir los discursos dominantes en los que las mujeres somos representadas como locas, putas, asesinas, inferiores, histéricas. Nuestros reclamos no son legítimos sino todo lo contrario, son producto de nuestra actividad hormonal que nos hace patalear cuando lo único que deseamos es la aprobación masculina.

Los graffitis como irrupción en la escena pública, como un grito popular ante la indiferencia del Estado ¡si no nos escuchan, nos quedan las paredes!

Dios ama la pantalla, Dios ama la primera plana. El cura volvió a la iglesia con un camarógrafo y el conductor de las noticias del mediodía. El cameraman grabó las frases pintadas con su ojo y luego enfocó al sacerdote: una ensayada cara de angustia, pero con la suficiente superioridad moral, pidió a los responsables que se hicieran presentes.
—No habrá denuncia —aclaró el fraile—. Pero todos queremos nuestra iglesia limpia y sin rayones de odio. Con que vengan a limpiar lo que hicieron es suficiente. El Señor sabe lo que cada uno guarda en su corazón. Hizo la señal de la cruz y el conductor, que cada vez estaba más pelado, dio por terminada la nota.

—Ya mismo vamos a editar y sale en el bloque principal del noticiero

—le confió.

—Te lo agradezco, chango —dijo el cura.

Luego se abrazaron con un cariño muy parecido a la complicidad

y se despidieron.

Elementos como el odio.

La esclavitud, para mí se trata de una lucha no sólo por un derecho, sino que ese derecho encarna una libertad. La libertad de ser sujetos de derechos sin ser definidas por la portación de útero.
Hacer visible lo que no es visible en Tartagal, lo que parece no existir, xq la mentira y la ficción, lo normal, lo bueno, lo cómodo, no molesta, no ponen en jaque, en duda, en rebelión los principios del orden de la moral y del bien, de la ciudad católica, apostólica romana, cristiana en general.

La esclavitud pareciera no existir.

La práctica del desocultamiento, la verdad y los universos paralelos.

Esa es la ciudad que muchos ven, pero Mario, x suerte puede ver otra, como muchas personas que vemos otra ciudad, y nos animamos a marchar en ella, a denunciar aquello que no se ve xq no se quiere mostrar, aquello que se oculta, que es «pecado».

Eso que se oculta, es el dolor y la exclusión de otros, otras, otres que no importan, que hay q tapar o excluir a los márgenes, no sólo de la ciudad, sino también de la configuración discursiva simbólica, histórica de quienes construyen la imágen oficial de Tartagal.

La verdad, aquello que dicen algunos pensadores del siglo XX, los discursos de verdad, es la falacia más grande y cruel, que se fundamenta en la violencia, en la injusticia, en la desigualdad, en el sufrimiento de aquellos otros que están en los bordes.

Aborto legal ya es la consigna y el símbolo de una lucha no sólo contra el patriarcado, el machismo, y las demás denominaciones que muchas veces son centro de bromas y chistes, sino que es una lucha contra el cinismo y la hipocresia tartagalenses, contra quienes abortan en clínicas caras xq pueden pagarlo, y escupen a las q no pueden hacerlo y x eso mueren en el hospital o en Bolivia. Las muertes de esas no importan, sólo importa mantener la sagrada palabra a salvo, la pseudo verdad de la comodidad del desconocimiento.

Recupero un mito griego, utilizado por el filósofo Zigmun Bauman:

Tántalo, hijo de Zeus y Plutón, ozó robar a los dioses la verdad inmaculada, el conocimiento secreto reservado sólo para ellos, por ese crimen Tántalo fue castigado, fue sumergido en un río hasta el cuello, de manera que cuando tenía sed y bajaba la cabeza, el agua bajaba y bajaba y él era incapaz de beber. Este mito, nos dice Bauman, sirve para enseñarnos, para advertir el precio de la verdad, el precio de saber qué es lo que realmente pasa. Mientras mantengamos la inocencia, dice Bauman, mantendremos la felicidad, pero cuando abrimos los ojos y perdemos la inocencia, adviene el dolor, el castigo, las preocupaciones colectivas, las responsabilidades, digamos, el camino duro q implica no solo aceptar el dolor propio sino aceptar el dolor ajeno, aceptar que no todo es felicidad ni verdad absoluta.

Mario remite a ese “círculo cálido” de una comunidad que sostiene el entendimiento compartido y a una especie de intuición construida e interiorizada incluso tácita que guía sus acciones (Bauman)

Con lo poco que no pudieron vender tomaron la ruta 34 y no se supo más de ellos. Alguien llegó a comentar que se habían vuelto para la capital, con el niño atado de brazos y piernas a los asientos del auto, escupiendo espuma rabiosa. Eran, por supuesto, más ocurrencias de las vecinas. Odiaban no haber cumplido su mandato de amor cristiano, pero aseguraban que Cristo no entra en donde no lo dejan entrar, y al final agradecieron al cielo por la tranquilidad recuperada en el barrio. El barrio de siempre. (Alabados sean nuestros dioses con cuerpos humanos y cabezas de lagartijas: Necrópolis local)

La convivencia de dos mundos:

Un sector de Tartagal parece vivir en un mundo ficticio, en el que no existen mujeres con embarazos no deseados o niños que sufren hambre o comunidades fumigadas por el avance de la soja. Lo que es peor aún es que en caso que existan esos problemas, esos sujetos, esas mujeres con embarazos no deseados, se deben condenar a sí mismas a la resignación, en esos casos no importa la individualidad del goce y la felicidad individual, sino que deben sacrificarse por el bien común, deben sacrificarse para mantener como diría el mito griego, la inocencia del desconocimiento, porque en la medida en que no me toque sufrir a mí, puedo obligar a los demás a sufrir en nombre del supuesto bien común que encubre privilegios y desigualdad.
Quizás Tartagal necesite La agonía de Tántalo.

La división geográfica de la ciudad que representa las divisiones culturales, socioeconómicas, de género, entre otras.

Por otro lado, vivimos también en la ciudad de las murallas, pareciera que vivimos rodeados de muros que separan al centro, de los barrios, de los indígenas, de los indígenas fumigados con avionetas que escupen gliofosato matando a sus hijos, de los nadie, como diría Galeano. Esas murallas dividen lo decible de lo decible, lo existente y no existente, lo que no se dice y q x eso no existe.

Ejes:
Dice Galeano que nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos. En ese sentido, entiendo que las narraciones de este libro exteriorizan lo que sentimos, lo que pensamos y cómo entendemos el mundo.

La palabra y el ocaso

Lo primero que desaparece de un mundo en extinción inminente es la palabra. (Un mundo en extinción)

La importancia de la palabra para pensarnos como sociedad y cómo su ausencia es síntoma de extinción.

¿en qué nos estamos convirtiendo?

¿En seres mecánicos, en seres automatizados, las palabras al borde de lo que somos, fuera de nuestra constitución como sujetos, acaso nos estamos extinguiendo? Diriá Mario, o quizás estamos experimentando un mundo sin las palabras, un mundo de imágenes, un mundo de lo efímero, de las superficies, un mundo que relega la sustancia y prioriza la forma, de lo liviano que potencia el individualismo y condena lo colectivo al desinterés y a la apatía. Quizás seamos seres apáticos, diría Mario.

Reflexiones sobre el apocalipsis de la felicidad en la necropolis

Porque eso se nos ha enseñado: que a los niños se les debe inundar de mensajes. No cortes el arbolito. Los pajaritos tienen alma. Cede el asiento. Cede la palabra. Cede el paso. Cede el cuerpo. Cede el alimento. Cede la verdad. Cede el perdón. Cede la carne. Cede la herida. Toda obra de títeres para niños parece tener un buen mensaje al final. Un ápice de sabiduría incuestionable. Un atisbo de positivismo. Un final feliz donde cada muerto duerme tranquilo en su tumba. Un final feliz donde cada vivo contempla pasivo el afuera. Los finales felices son productos que se encuentran en las góndolas del super. Los finales felices son canciones horrorosas que salen en la radio por la tarde. Los finales felices son los rostros sonrientes en las publicidades de Sprayette. (Crecer en Marte)

En este punto, la felicidad como el ethos de toda sociedad y de todo sujeto, podría detenerme en este aspecto pero prefiero situarme la felicidad individual sin importar el sufrimiento ajeno, cuando muchas veces la felicidad propia se sustenta en la infelicidad de los demás.

Escribí una obra de títeres para niños. No sé bien por qué. Mis pies no se acostumbran a la tierra de fantasía. Mis ojos no soportan mucho tiempo el resplandor de lo maravilloso. Nadie pierde por completo la capacidad del asombro ni la curiosidad, tan propias de los infantes. Es mentira que nos cristalizamos y embotellamos el espíritu en frascos de mayonesa. De ser así ya nada sobreviviría en papel, en vidrio o en celuloide. De ser así la frágil barrera que separa el sueño de la vigilia habría desaparecido. No sé qué es un final feliz. La princesa que depende del príncipe para salvar su vida. La princesa inútil que nada puede por sí misma y aguarda paciente —la paciencia de la muerte— que la rescaten de su torre. La princesa y el príncipe que para siempre, por los tiempos de los tiempos, se anquilosan en la última página. Eso debe ser un final feliz: que todo vuelve a la normalidad. O mejor dicho: que todo termine condenado a la normalidad. (Crecer en Marte)

Pensar en el trinomio felicidad – norma– verdad, felicidad a efectos de la carencia de verdad, y felicidad como norma ¿qué nos hace felices? ¿nos conformamos con cierta verdad? ¿nos conformamos con cierta felicidad? La felicidad en nuestras sociedades es un deber. Es parte del diagnóstico de la sociedad moderna. Feuerbach decía, en el prefacio del libro de Guy Debord Sociedad del espectáculo:

Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… Lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, pero aquello que es profano es la verdad. Más aún, lo sagrado se engrandece a sus ojos a medida que decrece la verdad y que la ilusión crece, tanto y tan bien que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.

Vuelvo a pensar en Tántalo y la tragedia de la pérdida de la inocencia por la irrupción del conocimiento que incorpora el sufrimiento a la vida cotidiana.
Este hilo conductor, la tragedia del conocimiento, quizás también símbolo de la secularización del estado, separación de la Iglesia y el Estado en la modernidad con el creciente peso de la ciencia, nos lleve a pensar en la comodidad del desconocimiento en la q se mantiene parte de la sociedad tartagalense, cándidos ante el espectáculo de la desverdad en temáticas como el aborto, como diría Debord:

En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso. (Guy Debord)

El espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, es decir social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que ha llegado a ser visible.

Los transeúntes y la pobreza

La Chola, le dicen a la que vende. A veces intercambia papeles por cd’s o algún par de zapatillas: tiene un hijo de ocho años que vende garrapiñadas en la plaza y que sufre mucho unas viejas alpargatas. Cualquier ayuda sirve. Sabe que la gente les tiene miedo a los muertos, por eso vende ahí, donde nadie la molesta: los pibes del barrio 9 de Julio y Belgrano la conocen.
Lindo tu amigo, le dice a Marquitos. Saca dos bolsas y arma líneas en un plato sucio de vidrio que tiene a mano. Lo apoya en la cerámica de la grutita y me dice que dale, que está todo bien. Me agacho para aspirar y cuando levanto un poco la mirada, me encuentro con esos huecos negros en el cráneo cubierto por una túnica negra, alumbrado por cuatro o cinco velitas rojas a la mitad. Esto es lo mejor de Tartagal, dice La Chola. Esto es lo mejor. (BESTIAS TROPICALES TOMANDO SOL)

Tiene una pipa de aluminio entre los labios, hace esfuerzo para bajar el equipaje y no quiere que se le caiga. Todo antes que perder la mercancía, pienso. Le doy cinco pesos y miro los billetes que tiene en la mano, arrugados, hechos un bollo. Debe tener para tres o cuatro dosis más.

Camino a casa, recorro con la vista los pequeños paisajes de esta ciudad de fiebre permanente: las aguas podridas que se estancan en las avenidas, los cráteres lunares de la ruta, las bestias salvajes del trópico tomando el sol. Y todas las cosas que nunca duermen de este lado del mundo, incendiándose para siempre. (BESTIAS TROPICALES TOMANDO SOL)
Esos sujetos, esas bestias son transeúntes de la pobreza y la marginalidad.

Como diría Benjamin, en la figura del flaneur, del paseante por las calles de la ciudad.

Es la mirada de un flaneur, en cuyo género de vida se disimula tras un espejismo benéfico la miseria de los futuros habitantes de nuestras metrópolis. El flaneur busca un refugio en la multitud. La multitud es el velo a través del cual la ciudad familiar para el flaneur se convierte en fantasmagoría. (W. Benjamin)

Me pregunto si ¿Tienen algo de revolucionario esos sujetos, esas bestias que nunca duermen y que se incendian para siempre?

Por último, para finalizar, entiendo que la práctica de la escritura es una actividad de revolución, de resistencia y de liberación.

Entiendo, que este texto, como diría Barthes, este volumen de huellas en trance de desplazamiento, encarna crítica y resistencia y que eso convierte a su lectura en un acto de desobediencia y revolución.

Hice el ejercicio de buscar el significado de la palabra NECROPOLIS.

Es el lugar donde se encuentran enterrados restos humanos pertenecientes a culturas o poblados anteriores a la era cristiana.

Quizás debamos volver a la NECRÓPOLIS.