En 2006, el contador Luis Eduardo Giménez Gambetta fue asesinado en su casa de Tres Cerritos. Al principio, se aseguraba que el hecho había sido cometido por un ladrón. Con el correr de las horas, las cosas cambiaron y hasta Pity Álvarez estuvo indirectamente involucrado. (F.A.)
El diario El Tribuno del domingo 19 de noviembre de 2006 informaba que el día anterior Luis Eduardo Giménez Gambetta, un contador de 42 años de edad, había recibido “cuatro puntazos en el pecho cuando descubrió a un ladrón en su casa”. “Se resistió al asalto y salió en defensa de su hijo de 14 años. La policía busca al asesino”, completaba el copete del artículo, titulado “Asesinato en Tres Cerritos durante un intento de robo”.
La información continuaba en la nota, asegurando que el crimen había ocurrido “alrededor de las 12.45”. “A pesar del hermetismo policial y judicial que existe en torno al caso se supo que un ladrón logró ingresar a la vivienda por la puerta principal y fue descubierto en el interior por los moradores. A partir de allí no está claro lo que ocurrió, pero el malviviente le habría exigido al profesional la entrega de dinero y como éste se negó, comenzó a agredirlo hasta que tomó un cuchillo y le asestó cuatro puntazos en el tórax”, explicaba. En esas horas, los investigadores tenían una teoría: Gambetta logró subir herido hasta su habitación, ubicada en el primer piso de la casa, y se encerró, aparentemente para evitar seguir siendo agredido. Luego habría realizado una llamada al 911 en la que alertó sobre lo ocurrido.
“El hijo de la víctima logró ver al asesino, pero no está claro en qué lugar de la vivienda se encontraba en ese momento. ‘El chico fue revisado por el médico legal y no está herido. Ahora vamos a trabajar con él para confeccionar el identikit del asesino’, dijo una alta fuente policial. Los efectivos que intervinieron en primer lugar, tuvieron que romper la puerta de la habitación de Giménez Gambetta para poder ingresar y allí se dieron con un cuadro aterrador: el profesional se encontraba muerto boca arriba sobre la cama”, agregaba El Tribuno, y aseguraba que los vecinos se encontraban “conmocionados por el brutal crimen que ocurrió a plena luz del día a dos cuadras de la Comisaría 3”.
Una de las hipótesis que manejaban los investigadores en esas primeras horas, según lo difundido por el diario, aseguraba que el ladrón tocó el timbre, empujó al adolescente robusto de 14 años, la víctima salió en su defensa y por eso fue acuchillada con saña.
Gambetta estaba casado y tenía dos hijos. “Era una excelente persona y se caracterizaba por ser muy solidario. Muchas veces lo vimos ayudar a los que golpeaban a su puerta”, dijo Mario González, un vecino, cuando se enteró del hecho. “Estoy muy sorprendido por lo que ocurrió. Con mi familia escuchamos los gritos de la señora, por eso salimos y vimos el móvil del 911. Lo único que espero es que encuentren al culpable, porque mató a un hombre honesto, muy trabajador y dedicado a su familia”.
Todo cambia
El 23 de noviembre, apenas tres días más tarde de aquel artículo desgarrador que narraba la tragedia de una familia, el asunto empezaba a oscurecerse con detalles que revelaban una situación atípica y alejada del clásico robo con homicidio.
“Creen que mató a su padre a cuchillazos y lo detienen”, titulaba el diario Clarín ese jueves. Y agregaba: “Tiene 14 años. Discutieron porque el joven no volvió a dormir a su casa”.
El hecho había tenido un vuelco inesperado y un presunto asesino mucho más cercano de lo que parecía.
“Cuando la Policía llegó al lugar, el joven dijo que a su padre lo había atacado un desconocido que entró a robar. Pero a los investigadores les llamó la atención su frialdad para responder y que el joven tenía un golpe en su cara. Luego ciertas contradicciones en su relato y las excusas que puso para no ir a declarar se convirtieron en indicios en su contra”, aseguraba el artículo.
Lo que sucedió fue que el juez de Instrucción Sergio Miranda detuvo al menor el martes 21, le tomó declaración y lo acusó por “homicidio agravado por el vínculo”.
“La principal hipótesis sobre los motivos del crimen apuntan a una pelea que se habría iniciado cuando el padre le recriminó al hijo que no hubiera dormido en la casa el viernes a la noche. Los vecinos y amigos de la familia aseguraron que los dos tenían una buena relación. Ayer, mientras el juez le tomaba declaración al acusado, afuera de los tribunales su tío materno lo defendió. ‘Toda la familia está unida y vamos a demostrar su inocencia’, dijo el hombre en cuya casa fue detenido el acusado. Por lo que pudieron reconstruir los investigadores, el mediodía del sábado, el contador estaba afeitándose en el baño del primer piso de su casa. Según las pericias, la primera puñalada la recibió en el pecho. Trató de defenderse y escapar (tiene cortes en los antebrazos) refugiándose en su cuarto. Salió del baño al pasillo y estaba por entrar al dormitorio cuando su atacante le dio otra puñalada por la espalda. Aun así el hombre llegó a llamar al 911 y dar su dirección”, detallaba el diario porteño.
“En una primera revisación del lugar los investigadores encontraron la cuchilla usada en el homicidio. Le habían limpiado el mango pero en la hoja aún había rastros de sangre de la víctima. Durante el ataque ni la esposa del contador ni la hija de la pareja, de cinco años, estaban en la casa. Habían ido de compras al centro. Por esa razón el chico era el único testigo del crimen”, completaba.
Las pericias realizadas hallaron restos de piel humana en las uñas de la víctima. Los análisis aseguraron que eran compatibles con el menor.
Se caratuló la causa como “homicidio calificado agravado por el vínculo”. El menor fue trasladado al correccional de menores.
La sospecha crecía y el diario El Tribuno tenía una insólita y medieval explicación. En un artículo del 22 de noviembre, el matutino relataba que la supuesta pelea entre padre e hijo se habría originado porque el menor había asistido a un concierto del grupo de rock Intoxicados.
“El viernes pasado, el chico asistió al recital de la banda ‘Intoxicados’. Su padre se lo había prohibido. Se trata de un grupo de rock cuyas letras exaltan el consumo de drogas, el robo para conseguirlas, el hedonismo y el individualismo. El líder de la banda había confesado a sus fans durante un recital en Buenos Aires que era adicto a las drogas: Christian ‘Pity’ Alvarez dijo que ‘no puedo zafar… no puedo’. Sus seguidores son mayoritariamente adolescentes de entre 12 y 18 años, de clase media. Uno de las letras más coreadas del grupo es ‘Señor Kioskero’, cuyo principal estribillo que corean con fervor los fans dice: Hola Señor Kioskero vengo en busca de su dinero ponga las manos arriba y présteme mucha atención. Mi familia no tiene trabajo y yo trabajar no quiero por eso ponga el dinero en esta bolsa por favor”, explicaba el diario.
En el párrafo siguiente, El Tribuno intentaba demostrar los efectos de las canciones de Pity Álvarez, diciendo: “En la página web del grupo Intoxicados aparece, entre centenares de mensajes, el de un seguidor salteño llamado Nacho, que se los envió luego del recital. Transcribimos textualmente el mail, respetando la ortografía y los modismos del autor: ‘Nacho hola loko el pity es lo mas grande q hay en la vida dl rock loko intoxicado lo mas grande q me paso en la vida loko espero q agan otro supermega recital aca en salta capital loko q se lo re disfruto a lo re fulll bue los re saludos desd aca dl norte para vs pity el mas grande y para toda la banda loko INTOXICADO LO MAS GRANDE!!!””.
El 3 de julio de 2007, Clarín informaba: “Prisión domiciliaria para un adolescente acusado de matar a su padre”.
“Treinta días, ni uno más. La Justicia de Salta autorizó así un arresto domiciliario para un adolescente de 15 años acusado de haber asesinado a cuchilladas a su padre, el contador Luis Eduardo Gambetta (42), en noviembre de 2006, hecho ocurrido en un chalé ubicado en el barrio Tres Cerritos, en la capital provincial”, decía el matutino. “Hasta el jueves pasado, el menor estaba arrestado en la Comisaría del Menor, pero ahora pasó a vivir con un tío suyo en la localidad de San Lorenzo, nueve kilómetros al noroeste de la capital, bajo un estricto régimen tutelar (que ‘no implica la libertad’)”, detallaba.
“El menor no gozará de libertad ambulatoria y podrá tener contacto sólo con parte de su familia”, aclaró el juez.