Carlos Pagni, el columnista del diario La Nación, uso su columna de hoy para mostrar el alto costo fiscal que supuso para Mauricio Macri lograr la paz navideña. Para el periodista “Mauricio Macri tiene derecho a celebrar lo que evitó, no lo que logró”.
Se retira de a poco la turbulenta ola del impuesto a las ganancias. Y el paisaje que deja tras de sí es poco alentador. Mauricio Macri tiene derecho a celebrar lo que evitó. No lo que logró. Lo reconoció anteayer en la reunión de gabinete: «Llegamos a un acuerdo y por eso quiero felicitar a los negociadores. Pero lo que se aprueba es un parche, no es nuestro proyecto original». El Gobierno se aseguró la paz navideña esquivando un conflicto con el sindicalismo. Prefirió la transacción al veto. Pero el costo es significativo. La reforma impositiva que se aprobará hoy en Diputados es muy distinta de la que se había programado. Se podría alegar que una administración con minoría en las dos cámaras está condenada a que el toma y daca desfigure sus iniciativas. Como dice el chiste: «Un camello es un caballo hecho por una comisión». Aun así, el caballo que saldrá hoy del Congreso ni siquiera es un camello. Macri se lleva algo que está lejos de lo que pretendía. Por eso la crisis puso en tela de juicio su método de trabajo.
El impuesto que se sancionará hoy es mucho más regresivo que el que se había diseñado. La combinación entre el mínimo no imponible y las alícuotas escalonadas determina que sólo el 10% de los contribuyentes pagará una tasa superior al 20% de sus ingresos. Sólo falta que los que engendraron este «camello» denuncien que «Macri gobierna para los ricos».
El nuevo tributo también es centralista. Beneficia a las provincias ricas y, en especial, a los grandes centros urbanos, donde vive la población con mejores sueldos y jubilaciones. La Patagonia es la más favorecida: allí no pagarán Ganancias quienes cobren menos de $ 45.140. Los gobernadores de los distritos más acomodados van a beneficiarse, por el aumento del consumo, recaudando más Ingresos Brutos.
Estas mejoras serán financiadas por la Nación y las provincias. Entre ellas las más pobres, que cederán fondos a pesar de que la mayoría de sus pobladores no pagan Ganancias debido a sus bajos ingresos. De modo que a partir de hoy habrá una mayor transferencia de dinero de la periferia al centro y al Sur.
Por eso esta peripecia desnudó, además de fragilidades del Gobierno, la pésima inteligencia política de la dirigencia norteña en Diputados. La corrección que se está votando fue promovida por dirigentes de esa región, con Dalmacio Mera Figueroa a la cabeza, más que por el oficialismo, que se había resignado al veto. Sobre las contradicciones materiales, operó la interna del PJ. El interior no quiso regalar una victoria a Massa.
Massa es otro de los derrotados de esta crisis. La asociación con La Cámpora y Axel Kicillof fue todo daño. Una vez más, el líder del Frente Renovador exhibió su gran capacidad para crear una escena a su favor. Una vez más, demostró que sus experimentos son fugaces. Y otro saldo: la relación con Macri empeoró todavía más. El Presidente siente por Massa el fastidio que le producía Francisco de Narváez. Un malestar alimentado por intrigas. Por ejemplo: ¿qué pactaron Jorge Brito, Daniel Vila, Marcelo Mindlin, Alejandro Bulgheroni y el controvertido Sebastián Eskenazi cuando se encontraron con Massa antes de la tormenta?
El diputado de Tigre vio cómo, en 15 días, su triunfo se convertía en un fracaso. Por eso pidió, sin éxito, postergar la ley: «Necesito una semana más para hacer tele». También intentó demorar el acuerdo sindical, como comentó entre sus amigos el «Centauro», Andrés Rodríguez. Cuando estaba a punto de volverse ostensible su tropiezo, Massa obtuvo un incomprensible auxilio del Gobierno. El domingo por la noche, Graciela Camaño publicó la imagen del «Impostor» presidiendo, en su casa, una especie de reunión del gabinete nacional. ¿Elisa Carrió fue la involuntaria promotora de la foto? Explican: «La «Negra» mandó el tuit para irritar a «Lilita», que estaba destrozando a Massa por TV». La picardía se evaporó con el sushi. Y, sobre todo, con la autodestructiva explicación de Massa sobre el despido del que había manejado el Photoshop.
Ganancias puso de nuevo en evidencia un enigma de Massa: a pesar de su sagacidad, y de su impresionante contracción al trabajo, el PJ le vuelve a dar la espalda. Lo que le sucedió con los gobernadores y la CGT se reproduce en su provincia. El lunes pasado hubo allí una novedad de primera magnitud: el kirchnerismo y los intendentes que abandonaron a la ex presidenta comenzaron a pactar una interna para agosto de 2017. El duelo, todavía incierto, sería entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Estos cambios abren un abanico de incógnitas. ¿Cómo afectaría la movilización del PJ al Frente Renovador? ¿Por qué intendentes como Insaurralde, Katopodis o Zavaleta preferirían convivir con La Cámpora antes que con Massa? ¿Es imposible que él también se integre? ¿La asociación con Máximo Kirchner por Ganancias facilitó esa opción? ¿Qué pasaría con Margarita Stolbizer? ¿Contemplan Macri y María Eugenia Vidal el escenario de un peronismo reconciliado? Son especulaciones prematuras. Ni siquiera las deben haber examinado Randazzo y Jaime Durán Barba cuando se encontraron hace quince días.
Otra consecuencia de la turbulencia: Macri deberá ajustar su relación con los gobernadores. La crisis nació allí. La Casa Rosada había acordado con las provincias tratar un proyecto, con un costo fiscal de $ 27.000 millones, durante las sesiones ordinarias. El pacto se llevó a extraordinarias. Pero los diputados que se subordinan a esos líderes provinciales votaron el texto Massa/Kicillof. La corrección de ese dictamen, que se aprobará hoy, cuesta unos $ 7000 millones más. La mitad corresponde a las provincias, que no se quieren hacer cargo. Esos $ 3500 millones saldrán de Adelantos del Tesoro Nacional. Son recursos que se reparten, con pasable discrecionalidad, y que ahora se automatizarán.
La ruptura con los gobernadores volvió a exhibir las deficiencias en la toma de decisiones del Poder Ejecutivo. Rogelio Frigerio es el responsable formal de ese vínculo. Pero su autoridad está diluida. Entre otras cosas, porque compite con otros interlocutores. Macri parece haber advertido las insuficiencias de su método cuando aclaró que Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui son sus ojos y su cerebro. Lo de Peña se sabía. La novedad es el fortalecimiento de Quintana y Lopetegui. El primero ejerce un liderazgo operativo sobre casi todo el gabinete. El segundo es, acaso, el funcionario con más influencia conceptual sobre el Presidente. Ahora bien, ¿qué órganos de Macri son los ministros? Cuando se acuerda con ellos, ¿con quién se está acordando? En el equipo las responsabilidades son difusas. Es posible que a menudo, en homenaje a la coordinación y la cordialidad, se sacrifique la calidad de la gestión. El propio Presidente identificó, en la intimidad de Chapadmalal, falta de ejecutividad. Ayer tuvo otro ejemplo: se fue de Aerolíneas Isela Costantini, molesta por las interferencias de Guillermo Dietrich, el ministro de Transportes. ¿También de Quintana y Lopetegui?
La CGT quedó del lado ganador. La reforma de Ganancias es regresiva porque los grandes sindicatos representan a trabajadores con sueldos elevados. Por eso Cristina Kirchner, el día que Gerardo Martínez le sugirió modificar ese impuesto, contestó: «¿Para que la clase media salga a comprar dólares y se vaya a gastarlos a Miami? Ni loca». Con Macri se vuelve a verificar una vieja regla: las mayores conquistas del gremialismo ocurrieron con gobiernos no peronistas necesitados de paz social. El caso extremo: Onganía les dio las obras sociales. Este progreso casi no se nota. Por la mitad de lo que les ha cedido Macri, la señora de Kirchner hubiera obligado a «los Gordos» a peregrinar a pie hasta El Calafate.
Queda abierta otra contienda. La reforma se financiará con unos $ 7000 millones que saldrán de la «industria» del juego. Ayer, los sindicatos de esa actividad cortaron la Avenida del Libertador a la altura del hipódromo. El feudo de Cristóbal López. La policía local no movió un dedo. Obvio: el Ministerio de Justicia y Seguridad porteño reporta a Daniel Angelici, quien, además de presidir Boca, explota bingos.
Fuente: La Nación