Los libros sufren en la provincia. Mientras en las librerías tienen un costo que los acerca a objetos de lujo, en algunas bibliotecas se descartan, se maltratan, se tiran. Total desprecio por los lectores. ¿Podrá hacer algo el nuevo Secretario de Cultura?
Lucas Sorrentino
Hay una escena de una película de Mario Moreno «Cantinflas» que es recordada por todos los que aman a los libros. El cómico encarna a un profesor que enseña en una pequeña comuna rural. Les enseñará no sólo lo importante que es disfrutar de una buena educación, sino también no dejarse pisar por la gente poderosa. Los que ya no pueden seguir sacando ventaja de la ignorancia, deciden quemar el aula y ahí ese maestro se mete en medio de las llamas a rescatar libros. Sale con una decena, ya cubierto de humo y dice «hay que salvar a los libros» y vuelve a entrar a buscar más libros que rescatar de las llamas. Pero ya no vuelve a salir.
En Salta, desde hace un buen tiempo que los poderosos saben que no necesitan quemar bibliotecas: alcanza con desfinanciarlas para que se vengan abajo solas.
El problema no es nuevo, pero sí ha recrudecido en los últimos meses, en un contexto de una ciudadanía empobrecida que pasa por las librerías y se queda con la ñata contra el vidrio por el precio de los nuevos libros. No está mal plantear este tema ahora, que hay un nuevo secretario de Cultura y ostenta en su CV una amplia trayectoria en cuidado del patrimonio.
Libros mojados
Hace unos días, el profesor de Historia Agustín Ovejero contó, con preocupación, lo que le pasó al ir a la Biblioteca Atilio Cornejo, «uno de los tres repositorios históricos que tiene la ciudad y que constituyen no sólo patrimonio de «los salteños» sino que son baluartes por su material bibliográfico y de archivo».
«Actualmente el edificio donde se halla tiene 2 de los 3 cuartos en desuso producto de la falta de mantenimiento, que llevó a que entrara agua de lluvia por los techos cubiertos apenas con fibra de policarbonato, o sea, el famoso plexiglás, que para funciones de cielorraso es totalmente inútil», dijo. Acotó que el personal se ha visto en la necesidad de copar las salas de lectura con los libros trasladados y utilizar plásticos para cubrir las paredes. «Consulté si se habían elevado notas al Ministerio de Cultura (que se halla en pleno recambio) para hacerle saber de esto y me dicen que el problema lo tienen desde hace al menos 10 años. Asimismo consulté si al menos los descendientes de la familia Cornejo no se ofrecieron a dar una mano, ya sea gestionando o facilitando recursos… Tampoco. (Que diría don Atilio de su prole no?)».
Libros en la basura
La gran poeta salteña Rosa Machado realizó, días atrás, una fuerte denuncia: «En la Biblioteca pública Victorino de la Plaza se descartan y se tiran a la basura los libros viejos. Se nota que no hay un escritor amante de las letras que advierta el valor de estás «cosas». Me dicen que se les puede hacer un juicio acusándolos de la destrucción del patrimonio cultural», dijo Machado.
Rosa, además, tuvo que salir a aclarar que no estaba contando algo que le habían dicho ni que estaba confundiéndose con la «liberación de libros»: «Yo salvé un libro, que puede haber caducado pero tiene como trescientos años y es objeto testimonial de una época», dijo Machado.
La denuncia pública generó amplia repercusión. Algunos recordaron una gestión anterior en la que directamente había un conteiner completo de libros que iban al basural.
La denuncia generó, sobre todo, indignación: ¿Por qué esos libros no terminan en bibliotecas populares? Podrían tener mejor circulación ahí. Sobre todo en el interior de la provincia.
Letras húmedas
El 17 de noviembre de 2021, a pesar de que la lluvia no fue intensa, hubo filtraciones en el viejo edificio de calle Belgrano y Sarmiento. El agua ingresó y comprometió a más de una sala. Esa mañana los trabajadores de la biblioteca Victorino de la Plaza se dieron con la tragedia. La lluvia había provocado filtraciones de agua que dañaron parte del Archivo Provincial de la Memoria.
No era la primera vez que pasaba, solo fue la primera vez que se hizo público el hecho.
El agua hizo estragos.
Quijano: las bibliotecas pueden desaparecer
Hace tiempo que la Biblioteca Güemes de Campo Quijano está abandonada. Parece, ahora, un lugar más propicio para una casa de terror que para leer.
La historia es más compleja. Luego de la intervención de Personería Jurídica de la Provincia, la expresidenta y su comisión podrían afrontar cargos de malversación. No solo eso, falta de libros, daño de la infraestructura, obras jamás realizadas y la desaparición de los libros contables de la institución.
«El daño es tremendo. Cuando Personería Jurídica ordenó que los socios recuperen el inmueble para su nueva habilitación con convocatoria a elecciones nos dimos con un deterioro importante del inmueble de la biblioteca», contó Fernando Peñaranda, actual miembro del triunvirato normalizador de la Biblioteca.
En la biblioteca quedaron destrozados algunos muebles, tres computadoras, y los interventores encontraron 6.000 libros destruidos, en su mayoría a raíz de la humedad.
Los libros no pueden -ni deben- ser considerados objetos de lujo. La educación es un puente a un futuro mejor. Y las bibliotecas son templos que pueden acercarnos a ese futuro.