La decisión de la intendenta Bettina Romero de designar a Raúl Córdoba como Coordinador General del Tribunal Administrativo de Faltas a pocos días de dejar su cargo ha generado controversia y plantea interrogantes éticos y políticos.
La designación de personal en los últimos días de un mandato, conocida como ‘nombramiento a último momento’, a menudo suscita escepticismo y plantea interrogantes éticos. La cuestión central es si esta decisión responde a necesidades legítimas de la gestión, y la respuesta parece evidente: no, solo que Raúl Córdoba ha demostrado habilidad a la hora de ubicarse estratégicamente para seguir siendo parte del aparato estatal.
La designación ha despertado polémica entre los equipos técnicos que trabajan en la transición por la falta de consenso, aumentando el clima de desconfianza.
La relevancia del cargo designado, Coordinador General del Tribunal Administrativo de Faltas, agrava la situación. Este cargo tiene una gran importancia política, e implica manejar recursos y tomar decisiones administrativas. La designación de una persona en este rol crucial en los últimos días del mandato plantea interrogantes sobre las motivaciones detrás de la elección y si Bettina Romero busca mantener sus influencias en áreas específicas del gobierno municipal. Ya hubo un antecedente cuando intentó acomodar a su tío y Secretario de Hacienda Daniel Amador, en el Tribunal de Cuentas, pero los concejales se lo negaron.
En definitiva, la designación de Raúl Córdoba plantea importantes cuestionamientos éticos y prácticos. La falta de transparencia y el intento de dejar algunos de sus alfiles son un regalito para la próxima gestión, que enfrentará el desafío de gestionar esta situación y, posiblemente, revertir la designación, lo que podría generar tensiones adicionales.