Las elecciones 2003 y las de octubre 2013 vuelven a la memoria a una semana de las PASO 2015. En el 2003 Romero logró lo que Urtubey pretende ahora: un 3º mandato; y la del 2013 reunió los cuatro apellidos que hoy integran las formulas electorales que protagonizaron con distinta suerte esa contienda electoral. (Daniel Avalos)

En el 2003 Juan Carlos Romero consiguió lo que ahora Urtubey busca: un tercer mandato. Lo hizo con un porcentaje nada despreciable (49,7% según la web nuevamayoria.com) que le permitió su re-re-elección en noviembre de aquel año tras la frustrada experiencia de querer ser vicepresidente de la nación con Carlos Menem. Un Menem que tras imponerse a la fórmula Kirchner – Scioli por escasos dos puntos, prefirió bajarse del ballotage ante la segura victoria del pingüino que en la primera vuelta había llegado a sólo el 22%, aunque el rechazo que generaba Menem le aseguraba no menos del 60% de los votos en un ballotage.

Romero logró escapar al ostracismo político en el que cayó Menem replegándose en Salta, donde contaba al menos con dos ventajas: su propia condición de hombre fuerte provincial y una disputa con el PRS y la UCR que tras formar parte de la alianza que a nivel nacional deshilachó al país en el 2001, llegaron a la contienda electoral del 2003 desprestigiados y en fórmulas separadas, lo cual se tradujo en un 24,4% para el PRS con la fórmula Andrés Zottos – Fabián Vitar; y el 16,9% de la UCR que postulaba a Julio San Millán y José Luis Valle.

En el 2015 Romero no representa para Urtubey lo que el PRS y a la UCR supusieron para el exgobernador en 2003. Sin embargo, el actual gobernador cuenta con dos ventajas macro políticas. La primera se relaciona con la estrategia “U” que acá denominaremos “centralización política” y que puede explicarse a partir del lenguaje económico donde “centralizar el capital”, supone el control de varias ramas de la economía. Si trasladamos el concepto al ámbito político obtendremos la práctica “U”: hegemonía en el PJ además de en otras fuerzas y factores de poder que el romerismo nunca tuvo de manera abierta: PRS, PV, Frente Salteño, Frente Plural, Libres del Sur y muy particularmente las intendencias del interior provincial. El dispositivo permite a estos actores participar de beneficios que Urtubey distribuye según la fuerza electoral de cada uno a cambio de que los respectivos instrumentos electorales de los subordinados se pongan al servicio del actual gobernador que así logra, por ejemplo, que su cara adorne los afiches de la mayoría de las fuerzas políticas e intendentes de la provincia dejando la impresión de que es el candidato de todos.

La segunda variable es de orden nacional y se relaciona con las propias apuestas de Juan Carlos Romero: asociar su figura a referentes nacionales que vienen diciendo que lo que el país vive es casi lo mismo que ocurría en el 2001. Cuestión que puede ayudar a objetivos electorales pero a condición de que la situación efectivamente sea vivenciada por los ciudadanos con agobio; y que la figura nacional que capitaliza las pasiones negativas de la sociedad levante la mano al satélite provincial que pretende emularlo. El problema aquí es que el razonamiento apocalíptico empieza a ser matizado hasta por los propios apocalípticos de la provincia y el país; y que el heraldo nacional que Romero había presentado como propio -Sergio Massa- empieza a desmoronarse irremediablemente a favor de un Mauricio Macri que abiertamente apoya a una figura de Romero (Durand Cornejo) pero mezquina respaldo al propio Romero.

Apellidos y resultados

El exgobernador no carece sin embargo de ventajas que cualquier opositor desearía: es dueño de un apellido que tras doce años de gobierno está instalado en todo el territorio provincial permitiéndole polarizar la elección tras la contienda para gobernador del 2011 donde Urtubey le saco 34 puntos a Olmedo en ese año (59% sobre 25%); y se ha mostrado muy disciplinado a un tipo de estrategia electoral realista: desplegar un generalizado esfuerzo en aquellos territorios que además de ser claves electoralmente el romerismo evalúa con posibilidades ciertas de triunfo: El Valle de Lerma, Orán y la Capital provincial.

El razonamiento tiene lógica y para confirmarlo conviene revisar los resultados electorales de octubre 2013, cuando los cuatro apellidos que hoy conforman las dos fórmulas principales de la contienda estuvieron presentes aunque los de Isa y Urtubey fueron representados por la hija del actual candidato a vicegobernador y por el hermano del gobernador que ahora busca su tercer mandato. En Capital, por ejemplo, Romero le sacó una diferencia de casi 30.000 votos al hermano del gobernador que quedó relegado a un triste cuarto lugar (84.123 sobre 54.215); mientras la diferencia de Romero con Evita Isa, que buscaba la diputación nacional, fue aún mayor: esta última sólo llegó a los 40.870 sufragios en capital. Alfredo Olmedo, por su parte, había cosechado en el mismo distrito 56.661, muy por debajo de los obtenidos por su actual compañero de fórmula pero por encima de los dos apellidos con los que ahora se enfrenta.

El oficialismo insiste con un argumento válido: ni Evita Isa ni Rodolfo Urtubey tienen el arrastre del padre de la primera ni del hermano del segundo que hoy conforman la fórmula oficial. El romerismo por su parte insiste con lo mismo: que el razonamiento del Grand Bourg es válido pero no amenaza el triunfo de Juan Carlos Romero en Capital porque lo que el ciudadano capitalino evaluó hace dos años y evaluará la próxima semana es otra cosa: una gestiónde Urtubey e Isa asociada a la somnolencia, inmovilizada y sin objetivos claros mientras en Romero esos ciudadanos capitalinos ven la materialización del político buen administrador y capaz de organizar un ejército de funcionarios a partir de líneas de acción que garanticen a los votantes una provincia que avanza en una dirección previamente pensada.

Ese mismo romerismo confía que el triunfo es seguro en el Valle de Lerma. El análisis de la situación le da la razón. En el 2013 Alfredo Olmedo ganó en tres del cinco departamentos -Cerrillos con el 30% de los votos; Chicoana con el 36% y Rosario de Lerma con el 39%-, Romero gano en uno -Guachipas con el 43%- y Rodolfo Urtubey sólo en no  -La Viña con el 39%. Conviene destacar que en los tres departamentos que ganó el sojero, el segundo puesto fue ocupado por Romero.

El valle de Lerma no es una región que concentre una gran densidad electoral -los nueve municipios de los cinco departamentos poseen un padrón de 80.832 electores para la próxima semana- pero la oposición romerista no le resta importancia a un triunfo en ese territorio: ese número, después de todo, podrá significar sólo el 9% del padrón electoral provincial pero sumado a los 477.066 electores del departamento Capital suponen un 52,4% del padrón provincial. Los otros departamentos en donde los miembros de la fórmula “Salta no une” se impusieron hace dos años son Cachi (40%) y La Caldera (34%) donde ganó Romero; mientras Olmedo se impuso por sólo 42 votos a Rodolfo Urtubey en Rosario de la Frontera (5.670 sobre 5.628).

Pero es Orán, finalmente, el departamento que al decir de los romeristas debe conquistarse para que articulándose con un potencial triunfo en Capital y el Valle de Lerma les permita disputar la gobernación cuerpo a cuerpo. Orán posee el 11,17% del padrón provincial en el que están habilitados para votar 103.580 personas y es el lugar donde, en el 2013, el hermano del gobernador apenas pudo derrotar a Alfredo Olmedo que incluso se impuso al apellido Urtubey en la principal ciudad del departamento: San Ramón de la Nueva Orán que posee el 60% del padrón con 62.176 electores. La estrategia romerista fue tan disciplinada en los últimos meses que si al sojero lo escondieron en la capital provincial por su carácter de pianta votos; en Orán la situación se invirtió para darle total protagonismo al hombre de las ideas tan estrafalarias como reaccionarias.

Bonus Track

El resto de los distritos parecen estar alambrados para el oficialismo. En departamentos claves como San Martín, que después Capital es el más importante de la provincia, con un padrón de 118.576 electores que representa el 13% del total provincial, el contundente triunfo del hermano del gobernador fue tal que ni la suma de los votos de Romero y Olmedo se le aproximaron (45,2% sobre el 21,9% del sojero y el escaso 13,3% del exgobernador). La situación se repite para departamentos como Anta que alguna vez Olmedo presentó como “una economía que es ejemplo de la Nación” por la explotación familiar Olmedo que allí usufructúa tierras públicas y en donde Urtubey, en 2013, cosechó el 50% de los votos contra el 37% que logaron Romero y Olmedo juntos; lo mismo ocurrió en San Carlos donde el 46% de Rodolfo fue superior a la suma del 26% de Romero y el 15 de Olmedo.

En departamentos más chicos como Iruya, La Candelaria, Los Andes, Rivadavia y Santa Victoria la ventaja oficial fue abrumadora: 74%, 56%, 52%, 63% y 58% respectivamente.  Mientras en los departamentos aún no mencionados en este escrito como Cafayate, General Güemes, La Poma y Molinos el triunfo oficial había sido cómodo pero sin sacar ventaja a la suma de los votos de Olmedo y Romero. En Metán, finalmente, el triunfo había sido de los renovadores que impulsaban la candidatura del por entonces díscolo Andrés Zottos que luego de aquel berrinche electoral, volvió a subordinarse al urtubeycismo.