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Antojología sonámbula

El antojo, por definición, es el deseo compulsivo y repentino de lo que no se tiene, de lo que hace falta. Y lo que últimamente hacía falta en Salta eran publicaciones antológicas artesanales e independientes, con características tan particulares como las de la Antojología Sonámbula. (Lucila Lastero)

Sin duda, este libro es una expresión ante un faltante, la respuesta a la necesidad de un muestrario de algo de lo que se está escribiendo por aquí cerca y más allá. Y esa reunión, esa comunión de voces, empezó por impulso de un grupo de chicos jóvenes editores de la Revista Sonámbula.

La Antojología es un libro que reúne a varios autores, la mayoría de ellos menores de 35 años, principalmente de  Salta y Jujuy. También hay antologados residentes en otros puntos del país, y hasta una autora de México. Todos ellos tienen alguna relación con Salta, ya sea como lugar de nacimiento, como lugar de residencia, o simplemente como zona de amistades y contactos. Una característica muy original de esta antología es que no se centra en un solo género, sino que intercala con soltura diferentes formatos de textos narrativos y textos líricos, pasando por la poesía en prosa, el haiku, el cuento breve y  el microrrelato.

Varios de los participantes de la antología son quienes vienen publicando desde hace tres años en la Revista Sonámbula, de distribución gratuita en Salta. Además, casi todos los antologados difunden sus producciones desde blogs, Facebook o por medio de ediciones artesanales independientes.

Martín Córdoba, Jimena Pallarols y Silvana Rodríguez Oro le dan el toque original a la presentación del libro. El arte de tapa realizado por Córdoba es una celebración del buen gusto y una amena invitación a la lectura a partir del impacto visual. Pallarols y Rodríguez Oro son las encargadas de la arquitectura de esta belleza bibliográfica de tapas duras que cabe perfectamente en un bolsillo.

El prólogo de Juan Díaz Pas presenta el texto ahondando en reflexiones sobre el libro como objeto, la crítica literaria y los reveses de la escritura. También se refiere a la relación del libro con la tradición, y subraya el carácter de arte emergente y ruptor de las líneas estéticas tradicionales  de esta antología.

Díaz Pas habla del aporte que hace esta publicación a esa necesidad de “encontrarse antes de que todo estalle, como si el fin del mundo nos estuviese por alcanzar, conociéramos la fecha y sólo restara la desesperación por encontrar a alguien con quien terminar la existencia”. Para que se produzca ese verdadero encuentro, la comunión tiene que pasar por la amistad y la semejanza. Es por esa razón que, si bien Alejandro Chiri y Rafael Caro figuran como  encargados de la selección y de la corrección respectivamente, la Antojología Sonámbula no proclama ningún nombre como el compilador y editor único. Así, el libro es de todos, la mesa es redonda y la palabra se comparte, como en una reunión de amigos.

Un tono particular tienen las autobiografías con las que cada uno de los antologados se presenta. Con tonos humorísticos, la vida de los autores también forma parte de aquel movimiento pendular entre la realidad y la ficción que  caracteriza a los textos presentados en la compilación como propiamente literarios. Dice Carla Melina Vaca: “En cuarto año me retiré para abrir mis carnes a mi hijo que, de todas formas, ya había nacido dos años antes en la copa de un árbol en un vaivén”. Lía Sosa se refiere a ella misma en tercera persona y, adoptando el tono misterioso de la duda, cuenta “dicen que por esas épocas se dedicó a los gualichos y una amiga suya se volvió loca por su culpa”. Benjamín Liendro declara sobre su yo: “mientras corre, motivado por el inminente apocalipsis zombie, piensa en los libros que nunca leyó”. La estrategia de hacer de la autobiografía un híbrido entre realidad y ficción es un acierto que enriquece a la antología ya que, a la potencia estética y al tono humorístico de los textos, se suma una concepción global de la literatura, que incluye ficción y realidad dentro de los mismos parámetros: entre la vida de los personajes, el yo lírico  y los autores empíricos no existe una distancia tajante.

En los cuentos y poesías de esta antología, la ciudad se mueve vertiginosa por medio de la presencia de calles céntricas, plazas, bares, ruidos. También tienen protagonismo los discursos de circulación popular, como los avisos clasificados, la publicidad, el rock nacional.

Los hacedores de poesía son Carla Vaca, Cecilia Toconás, Lía Sosa, Fernanda Salas, César Martínez, Raúl Luna, Benjamín Liendro, Fernanda Escudero y  Elizabeth Díaz. Algunos de ellos también participan con cuentos breves. Para corroborar que en la antología hay gente de todos los rincones, surge la presencia de Carmen Saavedra, autora mexicana.  La ciudad aparece a veces por medio de imágenes, como en los haikus de Fernanda Salas: “sin luna/ las horas pasan/sólo una moto corre por la/ avenida”. La televisión y los entretenimientos tecnológicos emergen en, por ejemplo, los versos de Martínez: “El aburrimiento es el diablo, dice la rubia del reality show”, o en los de  Lía Sosa: “JUEGUITO… Zuma en la pc”. También la sensualidad tiene su protagonismo, y se vuelve desbordante en “Soy”, de Elizabeth Díaz y en “La noche” de Claudia Villafañe Correa.

En la narrativa, la ciudad toma forma también a través de seres aquejados por la miseria y aplastados por la urbe, sin salida, como en “La pensión”, de Rafael Caro y “La loca que amó hasta quedar hueca”, de Alejandro Chiri. Los microrrelatos del libro son propiedad de Fernanda Salas y de Miriam Díaz.

Jimena Pallarols elige la narrativa para contar la extraordinaria historia de un oficinista sorprendido por un punto rojo en su frente en “Black Out” y la de una exótica cartera con monedas en “Tus ánimas”. Benjamín Liendro bucea en los intertextos literarios, y hace aparecer a Kafka y a Borges entres sus cuentos. Los yaguaretés en peligro de extinción de la zona de las Yungas serán el núcleo narrativo de uno de los atrapantes cuentos de Liendro. “Miel”, de Miriam Díaz,  entrecruza  problemas maritales con ejercicios de parapsicología. “La pensión”, de Rafael Caro se inmiscuye en el ambiente de los suburbios hasta lograr una atmósfera propia de los cuentos de terror. Caro experimenta con los discursos populares y hace funcionar el lenguaje de los avisos clasificados en pro de la construcción de una historia en “Avisos inclasificables”. “Super Saya Gym”, de Caro, permite leer una crítica a los estereotipos corporales a partir de una historia que tiene como escenario un extraño gimnasio que distorsiona las percepciones.

La carencia, lo que faltaba, seguramente estaba en la presencia de una antología que se justificara a sí misma y desde el título con la remisión al antojo. Las antologías suelen ser polémicas y cuestionables con respecto al criterio de selección de los antologados. Esta antología supone la aceptación de esa cualidad inherente a las selecciones antológicas, que tantas veces enfada a los que quedan  fuera de esa selección: el deseo compulsivo, el antojo, el “porque sí”.

Las antologías tienen algo de ese dejo de capricho típico de la amistad y el amor. Y seguramente mucho de esas dos cosas abunda en la gestación, la producción y la circulación  de la Antojología Sonámbula.