El primero de los hombres de la iglesia católica en llegar a juicio en Salta luego de ser condenado a 12 años de prisión fue beneficiado con la prisión domiciliaria y pasa sus días en una casa de campo de retiro. Nunca fue investigado por las denuncias de lavado de activos y narcotráfico. 

Andrea Sztychmasjter 

La jueza de Impugnación de Salta, María Edith Rodríguez, le otorgó la prisión domiciliaria al excura Rubén Agustín Rosa Torino, condenado a 12 años de prisión por violencia sexual en perjuicio de dos exseminaristas y una exmonja. El beneficio fue concedido el 3 de septiembre, pero el abogado defensor, Daniel Arnedo, aseguró que recién se efectivizó hace dos semanas.

En julio de 2019, las fiscalas penales Verónica Simesen de Bielke y Cecilia Flores Toranzos, habían reunido las pruebas necesarias para probar la culpabilidad de Torino y fueron los jueces de la Sala IV: Maximiliano Troyano (presidente), Norma Beatriz Vera y Roberto Faustino Lezcano (vocales), quienes finalmente lo condenaron.

La Red Nacional de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico repudió desde un principio la domiciliaria. “Expresamos nuestro repudio a la decisión de otorgar la prisión domiciliaria al cura abusador Rosa Torino. Cumplir la condena en su domicilio es una falta de respeto al sufrimiento de les sobrevivientes, no sólo por sus agresiones sino también por el hostigamiento de la Iglesia Católica y sus miembros durante el proceso penal. Consideramos que por la gravedad del delito debe permanecer en una cárcel común. Exigimos justicia”, sostuvo en un comunicado difundido tras conocer la medida.

Desde la Red también denunciaron las trabas que la Justicia salteña puso en la búsqueda de justicia, así como el rol de la Iglesia salteña: “El Arzobispado de Salta se colocó como un obstáculo desde el principio de la investigación, y se niega a brindar información fundamental a la justicia, ya que realizaron un juicio canónico y cuentan con testimonios de los denunciantes, entre otros datos importantes”, manifestó una de las víctimas, Yair Gyurkovitz, uno de los denunciantes, y miembro de la Red de Sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico.

Según consta en un informe del Arzobispado de Salta, “Rosa Torino fue ordenado sacerdote para la arquidiócesis de Salta el 21 de noviembre de 1985 y estuvo incardinado en esa Iglesia particular hasta la fecha de la aprobación del Instituto de los Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, en 2009. A partir de ese momento, fecha dejó de estar incardinado en Salta y pertenece a ese instituto”, finaliza el informe.

Un instituto para el olvido

La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica del Vaticano decretó la supresión del instituto religioso de derecho diocesano Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista cuya sede principal se encontraba en Salta.

Este instituto religioso fue fundado en 1996 por Agustín Rosa Torino. En diciembre de 2016 se conocieron dos denuncias contra Torino por presuntos abusos sexuales cometidos en ٢٠٠٥ y ٢٠١٣. También se denunció al cura Nicolás Parma, otro miembro de la comunidad. Asimismo, los medios informaron que Rosa también podría ser investigado por delitos de lavado de activos y narcotráfico. Esto finalmente nunca se concretó.

El instituto se encontraba también en México, Chile y España. Estaba compuesto por sacerdotes, diáconos permanentes y consagrados no clérigos que emiten votos públicos perpetuos y practican con exclusividad la vida contemplativa, monástica o eremítica.

Una monja enjuiciada

La ex religiosa Valeria Vanesa Zarza, la primera en animarse a denunciar a Rosa Torino estuvo imputada por el mismo delito que ella denunció ser víctima después de denunciar al cura por abuso sexual. “La señora Zarza renunció a ser religiosa para ponerse el pañuelo verde”, fueron las palabras de Rosa Torino en el juicio que se llevó a cabo en su contra en 2021.

Desde el inicio de las denuncias, tanto Rosa Torino como sus asesores y otros miembros de la Congregación apuntaron contra Zarza. Un ex seminarista que también declaró en el juicio contra el cura, señaló que querían mostrar que Zarza estaba loca. Para ello,

En 2014 regresó a Salta decidido a abandonar la vida religiosa y habló con Rosa Torino al respecto. En esa oportunidad le contó al cura fundador acerca de los abusos sufridos en el sur, por otro miembro de la orden, pero él le dijo que tenía que perdonar al agresor porque esos actos eran una debilidad y le pidió que no lo exponga, que se quede en la comunidad. De esta manera según el relato del denunciante quedó expreso que el cura Rosa Torino también fue encubridor de abusos por parte de otros miembros de su comunidad.

El joven relató que al ingresar a la orden religiosa no sólo le mintieron sobre las formas organizativas de la institución, relató que él entró convencido que realizaría sus estudios en una escuela religiosa y no que realizaría las diferentes etapas para convertirse en religioso (aspirantado, postulantado, noviciado, etc). “Estuvo mal planteado”, señaló.