Por Alejandro Saravia

Si bien algunos aún no tomaron conciencia de lo que significa, Milei encabezó la encuesta del 13 de agosto pasado, es decir, las PASO, cuya vigencia se mantiene por esa inercia que caracteriza a los argentinos y por la cual se los adjetiva como resilientes ya que se acomodan a toda realidad aunque ésta sea, como la presente, sumamente mezquina. Pero ya que están se las mantiene, no se cambia nada y las PASO siguen.

La cuestión es que Milei, sólo con gritos histéricos y golpes de efecto, se colocó en un lugar de preeminencia por el único hecho de traducir o, en todo caso, haber logrado que se mimeticen esos gritos con el enojo de la gente respecto de la dirigencia nacional, tanto política, como empresaria y sindical, la que nos trajo hasta acá. Pero seamos sinceros, también con la complicidad de esa misma sociedad que hizo la vista gorda con quienes nos gobernaron durante la mayor parte del tiempo.

Otro día analizaremos el porqué se le perdonan tantas cosas al peronismo y, en consecuencia, se lo sigue votando. Por lo menos hasta ahora. Ya veremos qué pasa el 22 de octubre. Lo real es que ésta es la primera oportunidad en que una crisis le revienta en manos propias en el gobierno. Las otras veces, como en el 2001, hacía las cosas como para que le explotaran a otro. O bien, el partido militar, arrogándose el rol de reserva moral, lo salvaba con golpes de Estado. Pienso en el 55 y en el 76.

La cuestión es que ahora, Milei, se presenta como el gran favorito para hacerse cargo del derrumbe. ¿Qué pasará? Si nos atenemos a las figuras que lo rodean y a lo poco que dijo, va a replicarse lo peor que nos pasó en los últimos tiempos. Es decir, la emulacion de la desindustrialización de Jose Alfredo Martínez de Hoz como en los 70 y la desnacionalización de nuestra economía con Carlos Saúl Menem en los 90 completando la tarea de los 70. Todo eso junto. Con un agravante: por ser partidario de la teoría del derrame y de la mano invisible, la pobreza se multiplicará, si eso es aún posible dado el estado actual. No soy, pues, optimista.

Sólo otro batacazo como el de Javier Milei, pero esta vez a favor de Juntos por el Cambio, podría instalar a Bullrich en la poltrona de Rivadavia. En efecto, Juntos por el Cambio está gravemente herido. Lo hirió, quizás de muerte, quien fuera el máximo beneficiario de Cambiemos: Mauricio Macri, con sus coqueteos pseudoestratégicos con el propio Milei que no solo desdibujó a la figura de Bullrich, desgastada por una interna desgastante, sino que desnorteó, confundió a sus propias huestes y lastimó sin salida su relación con los radicales.

Ambos, Macri y Milei, comparten una visión de capitalismo “a la americana”. Es decir, un capitalismo schumpetereano, de destrucción creativa, diferente al que nuestro país pretendió desde el siglo pasado, un capitalismo a “la europea”, tendiente más a una social democracia, en el que se procuraba conjugar dos valores, el de la libertad y el de la igualdad. Esa búsqueda se desvió con los militares en los 70, con Menem en los 90 y con los Kirchner en los 2000. Esa fue la disputa central en Juntos por el Cambio. Es la que pulseó en la interna entre Bullrich y Rodríguez Larreta. No concluida aún.

Ahora, si se da el batacazo sería gracias a Carlos Melconian el que en representación de la Fundación Mediterránea pergeñó un modelo productivista con orden macroeconómico que podría terciar. La moneda está en el aire. Por esas cosas del azar, es decir, por la irrupción del fundamentalismo derechista, Bullrich, el comisario de Trulalá, salió del extremo cavernario y pasó a un centro que, aunque más no fuera que por ubicación geográfica, podría cosechar votos, sobre todo de los asustados por la aparición del Frankenstein que crearon. Y eso que aún nadie se internó en los entresijos por los que Juan Luis González escribió un libro sobre Milei titulado “El Loco”.

A su vez Massa, el ilusionista, se va a cocer en su propia salsa. Sería, él sí, más de lo mismo. Más de esa picardía criolla, la del Viejo Vizcacha, la del pan para hoy y hambre para mañana, a la que tanto nos acostumbraron los que gobernaron casi siempre y siempre desperdiciaron todas las oportunidades que se nos presentaban, pero, eso sí, siempre echándole la culpa a otros. Massa sería quien comandaría la excursión por el laberinto que nos aprisiona hace tanto.

Pretendió emular al brasileño Fernando Enrique Cardoso, uno de los intelectuales creadores de la “Teoría de la Dependencia”, pero para eso, para emularlo, apenas asumido Massa debió implementar un plan de estabilización como hizo Cardoso en Brasil como ministro de Economía y como presidente. Eso fue el “Plan Real”, aún vigente, que derivó en un 3% de inflación al año. Nosotros estamos ya en un 10%, al mes con Massa como ministro. Todo dicho. De votarlo la sociedad argentina debería sacar carnet de suicida.

Como sea, nos vamos a enfrentar después del 10 de diciembre a un escenario distinto, inducido por un revulsivo outsider al que apodan “El Loco”. A sujetarse, entonces, los cinturones. Los de seguridad, y también de paso los otros…