En el mes que concentra los homenajes en el ámbito educativo, repasamos los orígenes de la escuela en Salta. Durante siglos se caracterizaron por las desigualdades de género, campo y ciudad y la exclusión de la chusma durante la colonia. (Raquel Espinosa)
El día 11 de septiembre se recuerda a Domingo Faustino Sarmiento y, por extensión, a los maestros; el 17 a José Manuel Estrada, representante de los profesores; el 21, coincidiendo con la llegada de la primavera, es el turno de los estudiantes y, en fechas sucesivas, se alude al día del preceptor, del secretario y del director. Sin embargo son poco conocidos los orígenes de la educación a nivel provincial. Difundir datos al respecto ayuda a darle más sentido a estas fechas que marcaron el destino de quienes protagonizan el proceso de enseñanza y aprendizaje.
María Teresa Cadena de Hessling remonta la historia de la educación en Salta a 1624, cuando los jesuitas crearon su colegio, anexo al convento, que dejó de funcionar con la expulsión ocurrida en 1767. Entre los pioneros de esta labor educativa también se menciona a la orden de los Franciscanos y a la orden de los Mercedarios.
No se debe desconocer, sin embargo, que la educación se recibía en algunos hogares -los más privilegiados- impartida por maestros particulares y que recién en 1772, en la Salta Colonial, la Junta Provincial de Temporalidades creó en el mes de mayo la Primera Escuela Oficial de Primeras Letras de la ciudad. ¿Qué particularidades tenía la misma? Que era sólo para varones y que empezó a funcionar gracias al legado del padre Osma, quien donó su cuantiosa fortuna al colegio de la Compañía de Jesús. También se conoce el nombre de su primer maestro: don Rafael de Hoyos. La elección del mismo se fundamentó entre otros motivos por ser el mismo “sujeto de buenas costumbres, genio pacífico y letra regular cortesana, y que es práctico en cuentas…” Esta primera escuela sufrió un proceso de marchas y contramarchas debido a las continuas renuncias y cesantías que por cuestiones políticas y/o económicas se sucedieron, sobre todo a partir de 1810. Muchas veces, los sueldos de los docentes a cargo no eran abonados debidamente por las autoridades y se pagaban con “donaciones y mandas pías”.
Las niñas -algunas, las de las familias más favorecidas- pudieron concurrir a la escuela particular que en 1794 creó doña Josefa Gómez de Alarcón, ante el fracaso del Obispo del Tucumán, Fray José Antonio de San Alberto Campos y Julián de fundar en 1783 un colegio de Monjas Teresas. Esta escuela comenzó a funcionar en un edificio donado ubicado en donde actualmente está enclavado el Convento de San Bernardo.
Los vaivenes políticos y económicos de la época marcaron con discontinuidades la tarea educativa y el destino de maestros –denominados preceptores en ese entonces- y alumnos. La sociedad de la época, lejos de los paradigmas de inclusión e igualdad de oportunidades, ostentaba las profundas diferencias. Al iniciarse la Revolución de Mayo el ambiente cultural de Salta, según algunos testimonios, era el de más alto nivel en la época para las clases dirigentes; el pueblo, lo que se dio en llamar “plebe” compuesta por artesanos y “la chusma” integrada por mulatos, indios y esclavos no se tomó en cuenta en los planes educativos del gobierno.
Fuera de la capital el panorama era más desolador. En 1824 el Presidente de la Legislatura Dr. Facundo de Zuviría presentó un proyecto con el objeto de crear escuelas de campaña pero los cambios políticos impidieron su concreción. Recién en noviembre de 1826 fue creada la primera escuela rural en Cobos, por obra del Cura Párroco; se nombró como maestro a don José Francisco Boedo. En 1832 empezó a funcionar otra escuela en el distrito de Campo Santo y paulatinamente se realizaron otras creaciones en distintos puntos de la campaña salteña. Allí, se consideraban como los vecinos más prestigiosos a los párrocos, los comandantes de armas y los oficiales destacados y entre éstos se elegía al que tenía más conocimientos y aptitudes para ser designado en el cargo de preceptor de primeras letras; muchas veces, sin embargo, los avatares de las luchas alejaban de las aulas a los maestros que dejaban sus alumnos para tomar las armas.
Actualmente se ha instalado una mirada “naturalizada” sobre la educación pública pero se desconoce el complejo entramado de su evolución del que sólo rescatamos algunos aspectos considerados fundamentales respecto de sus orígenes. Para cerrar esta breve síntesis mencionaré otros dos ejemplos que refieren a la construcción social de esta institución vertebradora de toda sociedad. En primer lugar, el hecho de que los edificios escolares se costeaban por suscripciones populares. Un ejemplo a destacar: el gobernador Solá Tineo los costeó con sus sueldos. En segundo lugar, estos edificios se erigieron, la mayoría de las veces, al lado de las iglesias. El párroco era el que iniciaba la suscripción entre la feligresía y dirigía los trabajos de construcción con la colaboración de los padres; muchos de éstos que no podían aportar con dinero o materiales contribuían con su trabajo personal con el objeto de poder darles una merecida educación a sus hijos.