A principios de 2016 se elegirá un nuevo rector y ello provoca rupturas en el oficialismo que comanda Víctor Hugo Claros. La oposición de Humanidades busca posicionar una candidatura para aprovechar la grieta. Un repaso del escenario. (Franco Hessling)
En el inicio del período lectivo 2016 Víctor Claros debe abandonar su preciado sitial en el rectorado y ceder paso a un sucesor. Como toda transición, este proceso acarrea ciertas tensiones en el seno de la extracción oficialista, las cuales son vistas con buenos ojos por parte de la oposición que pretende salir fortalecida de los surcos en el clarismo.
Como Claros atraviesa su segundo mandato no puede volver a postularse como aspirante al rectorado mientras, por otra parte, su vicerrector en ambos períodos, Miguel Ángel Boso, parece haber salido saciado de su incursión en el gobierno universitario ya que su nombre no ha sonado como el candidato a suceder al rector. Si bien el vicerrector es, por lógica, el candidato natural a seguir en el mando, en este caso Boso ha dado muestras de querer volver mansamente a sus tareas docentes e investigativas.
Descartado Boso, hay que posar los ojos en las aspiraciones de los decanos. La trama universitaria, en este nivel, divide a las seis facultades en una relación de cinco y una. Cinco son oficialistas, la de Ciencias Económicas, la de Ingeniería, la de Exactas, la de Salud y la de Ciencias Naturales, mientras que la díscola facultad de Humanidades es la opositora a la oleada clarista.
Con un oficialismo tan abultado, para Claros fue sencillo gobernar, sin embargo, por esas mismas dimensiones y heterogeneidades, al agotarse el período del caudillo reverdecen las rispideces entre los que apetecen ser sus ungidos. Dos nombres se oyeron en los primeros meses de 2015 como posibles candidatos por el clarismo, la decana de Naturales, Adriana Ortín, y el decano de Exactas, Carlos Eugenio Puga.
El rumor sobre Puga se agotó rápidamente. De hecho, él jamás se mostró preocupado por darle sustento real a ese runrún. La referente de Naturales, en cambio, no negó sus ambiciones rectorales y hasta se atrevió a bromear estando en confianza, según cuentan fuentes off the record, sobre su gestión al frente de la universidad. Ortín tiene buena receptividad en el plantel docente de su facultad y hasta podría atesorar algunas simpatías entre la comunidad de Humanidades, donde tiene varios parientes en la función docente.
Es afamada por su vehemencia para postular ideas, y también por las posiciones reaccionarias ante cualquier intento progresista de reformar la universidad y sus inveterados cánones. Ortín fue una de las escuderas más acérrimas de Claros cuando en 2013, a sólo seis meses de haber renovado su mandato, el rector fue duramente cuestionado por sus arbitrarias medidas. En aquel momento se realizó la toma del Rectorado y del Concejo Superior que duró más de un mes y tras reanudarse las sesiones del órgano deliberativo, fue la decana de Naturales la que trató con más displicencia el movimiento de repudio a las medidas de Claros.
Ese temperamento también le vale enconos. Es una figura controversial que, si bien ha mostrado lealtad al proyecto eficientista del actual rector, también ha atesorado recelos entre los propios cipayos del contador público. Sus formas, en muchas ocasiones poco galantes y arrecias, le han valido disgustos y devaneos con propios y ajenos. Su virtud, destacarse por su carácter, es también su defecto, granjearse malestares por su probada arrogancia.
A pesar de ello, bajado Puga de la disputa, todo parecía indicar que sería Ortín la heredera del gobierno universitario. La cuestión fue que Claros, como todo líder maquiavélico, no podía simplemente asumir que se terminaba su paso por el rectorado y que ahora podría volcarse nuevamente a otras faenas que tenía descuidadas. El rector no está dispuesto a ser un arlequín sin peso en estas atirantadas decisiones, al contrario de ello, quiere ser el mentor de quien lo suceda en el cargo.
De esta forma fue que apareció en el ruedo el nombre de Antonio Fernández Fernández, quien ya conoce de que se trata suceder a Claros, ya que fue el hombre que heredó el decanato de Ciencias Económicas cuando el contador se convirtió por primera vez en rector, allá por el año 2010. Además de tener doble apellido cacofónico, Fernández Fernández tiene un perfil antagónico al de Ortín, cuestión para nada menor en muchas facciones del oficialismo que no acuerdan con la candidatura de la mujer.
Por estos meses, Fernández Fernández sería el elegido de Claros para las elecciones de principios de 2016. Cabe anticipar que esa decisión, confirmada por el entorno del rector, puede fracturar al bloque oficialista que hasta ahora gobernó bajo la égida del contador. Según se anticipó, la fórmula estará compuesta por Fernández Fernández como candidato a rector, y por Edgardo Chan como candidato a vice. Chan es el decano de la aséptica facultad de Ingeniería, que no tiene mucho caudal ni en cuanto a volumen electoral ni en cuanto a influencias simbólicas.
Si se consumase la ruptura del oficialismo, el tándem que suena sería justamente la de los dos decanos que habían iniciado la retahíla de nombres hace unos meses: Ortín-Puga. La dupla, que representa a dos facultades importantes en el entramado de la UNSa, Naturales y Exactas, amenazaría seriamente las chances de Claros de imponer a su candidato. Si el decurso de las cosas avanza en ese sentido, la fractura del clarismo puede ser el certificado de defunción del rector como referente de la política universitaria.
La oposición
Paralelamente con la embrionaria oposición interior que generaría la facción de Ortín-Puga, Humanidades ha sido crítica de la gestión de Claros desde la primera hora. En la elección de 2010, la mayoría de la facultad se enroló en las filas de Guillermo Baudino, quien se presentaba como la opción progresista y provenía desde la repartición de Ciencias Naturales. La elección fue realmente reñida, se requirió una segunda vuelta, y en esa instancia Víctor Claros llegó al rectorado.
En 2013, Humanidades destinó su apoyo a la otrora rectora Stella Bianchi, quien no pudo siquiera forzar el balotaje. En aquella ocasión Claros hizo el clásico giro post-eleccionario: apenas fue revalidado en las urnas para un mandato más, asumió una intransigente posición draconiana a los fines de extinguir la oposición. La única trinchera que había quedado en tal disposición era Humanidades, que debió movilizar una medida de fuerza -la citada toma- para que Claros abandone sus improntas autoritarias.
Este marco haría suponer que desde dicha unidad debería salir una fórmula que intente diferenciarse del oficialismo y de los devenidos opositores que salen del mismísimo riñón de ese clarismo. Sólo se ha oído el nombre de la antropóloga Catalina Buliubasich, que atesora una vasta trayectoria en la política universitaria, en la que ocupó cargos en gestión y cargos deliberativos.
La propia Builiubasich ha negado esa posibilidad, pero los nostálgicos operadores de la facultad insurrecta pretenden persuadirla para que se presente como candidata. La antropóloga, además de ser muy reconocida por su experiencia política, tiene gran aceptación por su rol docente, su compromiso social con la lucha de las comunidades de pueblos originarios y las relaciones con profesores de otras unidades académicas. Está casada con un ex docente de la facultad de Naturales, adonde se puede anticipar que también tendría buena receptividad su postulación.
Habrá que ver si la movilización, la permanente insistencia y el apremio de la circunstancia, coadyuvan a que Buliubasich se decida a ser la candidata opositora. De no ser así, difícilmente haya otra figura en Humanidades que presente el capital político necesario para una postulación que tenga aspiraciones genuinas de irrumpir en el intersticio oficialista.