El asesinato de Yanet Mezza, una adolescente de 17 años, atemorizó a todo General Mosconi. El hecho ocurrió a fines de agosto de 2006. Su familia se abrazaba a la fe para soportar el hecho. (F.A.)

Hace poco más de nueve años, en la mañana del sábado 26 de agosto de 2006, Yanet Mezza, se encontraba en el cyber Sahara, ubicado en la avenida Cascano Casas, en el centro de General Mosconi, en el norte provincial. Allí, en ese momento, se produjo un hecho que conmovió a todo el pueblo: la joven, de 17 años, fue degollada.

“Dolor y bronca”, titulaba este semanario en su edición 665, del 16 de septiembre de ese año. El artículo de dos páginas era la tapa de esa edición. El copete de ese triste número aseguraba: “El asesinato de una estudiante de 17 años mantiene en estado de alerta y movilización a los habitantes de General Mosconi, donde se vive un clima de psicosis colectiva por la inseguridad. Policía provincial y Brigada de Investigaciones no tienen resultados. Familiares junto a vecinos organizan marchas reclamando justicia. Algunos sectores prometen acciones directas si no se esclarece el hecho”.

Yanet trabajaba en el cyber Sahara. Las conexiones a internet, deficientes y más lentas que las de hoy, además de la falta de computadoras en la mayoría de las viviendas, provocaban que el rubro fuera una buena salida laboral. Pertenecía, junto a su familia, a la congregación Asamblea de Dios. Ese sábado, a su hermano Ricardo le pareció extraño que el local estuviera cerrado cerca del mediodía.

“Cuando Ricardo llegó al lugar encontró a su hermana en el baño en medio de un charco de sangre. Al levantarla descubrió que Yanet yacía muerta y degollada y ante los gritos que profirió en medio de un estado de conmoción llegaron al local los vecinos”, detallaba Cuarto Poder. El artículo daba cuenta del estupor de toda la comunidad y del accionar policial, que no logró demasiado.

Los primeros indicios

En principio, la prensa sospechaba de un par de hermanos jóvenes denominados “Romeritos”, quienes eran conocidos por realizar robos menores y entrar y salir de las comisarías con la misma frecuencia que los trabajadores del lugar. El padre y la hermana de los chicos debieron salir en su defensa. “Mis hermanos cayeron por cagaditas nomás”, decía Fabiola. El papá, aseguraba: “La Policía me llevó dos hijos, pero no se les comprobó nada. A veces no me hacen caso. Yo siempre soy bien mirado. Los chicos me dejaron un poco abajo, porque ellos cometieron ilícitos”. Luego, con tristeza, decía: “Pido mil disculpas por los chicos, que hayan sustraído cosas”.

Mientras las investigaciones continuaban, en Mosconi empezaban a correr los rumores. Uno de ellos era que en la escena del crimen no habían quedado suficientes huellas. Se hablaba de encubrimiento policial y de ineficacia. Esto hacía que el miedo se expandiera, ya que se creía que la ciudad estaba conviviendo con el asesino.

“Mientras este psicópata y asesino esté suelto, no creo que haya tranquilidad para nadie”, aseguraba Juan Mezza, tío de Yanet. Luego relataba una escena doméstica que ilustraba la sensación que se vivía en el lugar: “Yo me iba de una habitación a otra y mis chicos (iban) por atrás. Les pregunté qué pasaba y me dijeron ‘estamos con miedo, papá’. Y en la medida que no lo hayan encontrado, yo me siento amenazado y creo que es el sentir de mucha gente”.

Luego, en los medios, una mujer de la zona decía: “Yo tengo miedo. A las nueve de la noche hecho llave. Soy una señora grande. Si viera el miedo que tengo. Muy mal me siento”.

“Un hecho curioso ocurrió un par de días después del asesinato. En pleno centro de Mosconi, un pintor se encontraba realizando sus tareas en un local comercial, al frente de la plaza principal. El hombre despertó sospechas en un grupo de vecinos que llamó a la Policía local. Hubo corridas, cuadros de histeria y hasta alguna mujer en estado al borde del shock. Pero todo se aclaró ya que el pintor sólo era culpable de haber tenido la inoportuna idea de buscar una botella descartable y con un cuchillo en mano mezclar los productos para realizar el trabajo. El suceso habla a las claras que en Mosconi no hay paz ni tranquilidad y que la gente está hipersensible. La Policía le sugirió al hombre ser más cuidadoso”, relataba el artículo del 16 de septiembre.

El mismo texto volvía sobre las declaraciones del tío de Yanet, quien se refería a un caso similar ocurrido semanas atrás del asesinato de su sobrina: la muerte de un hombre de 52 años, quien había aparecido decapitado en Tartagal. “El modus operandi es medio parecido. Le quedó a Yanet muy poquito para ser decapitada. Es terrible, no se encuentran palabras para medir tanta saña”, expresaba Juan Mezza, y pedía: “El que sabe tiene que hablar en una forma muy confidencial. Tiene que acercarse a los investigadores y expresar lo que saben”.

La fe familiar

Días después del asesinato, los familiares de la adolescente organizaron algo poco usual para el hecho que había ocurrido. Fieles a su compromiso religioso, llevaron adelante la Cantata a Yanet frente al lugar del crimen. Proyectaron fotos y videos de la joven y cantaron en su honor. “Yo la he encontrado, me sentí muy mal, pero me sorprendo de tener fuerzas de poder cantar y alabar. Muchos se sorprenden pero a la persona que lo hizo no le tengo odio, no le tengo bronca. Realmente le perdono por esta situación. No tengo odio. Creo que es porque el Señor me está dando fuerzas, Yani me está alentando”, declaraba su hermano.

Mientras la Cantata se llevaba a cabo, la Brigada de Investigaciones realizaba inspecciones dentro del local, con la música de fondo.

Deuda

El 1 de diciembre de 2006, el suplemento Las 12 del diario porteño Página 12 publicaba una entrevista con Nora César, que comenzaba demostrando el miedo que tenían muchas mujeres de la localidad salteña de Madrejones. “Si hablamos nos llevan a la Quebrada, el lugar donde nos matan”, le decía una de ellas a la diputada nacional.

César, aseguraba que en una visita a Salvador Mazza, los vecinos le habían mencionado varios crímenes impunes de la zona: “Entre otros, los de Leonardo Rojas, de 22 años, que en 2002 fue asesinado por una patota y, según me relató su madre, habría visto algo relacionado con venta de drogas; Cecilia Millares, una chica de 17 años que apareció calcinada a la vera de un río, y Yanet Mezza: fue degollada en agosto de este año, en Mosconi, mientras atendía un locutorio. Los vecinos y familiares afirman que el autor del hecho sería un hombre que cumplía condena en la cárcel local y, según rumores, los guardiacárceles le permitían salir a robar”, relataba la diputada.

La última pregunta indagaba en el interés que había tenido el gobierno de Juan Carlos Romero por esos hechos: “Del Ejecutivo salteño no se comunicó nadie. Y ésa es la soberbia que hoy impera en esa provincia. (…) ¿Sabe que Salvador Mazza pertenece al departamento San Martín, uno de los más ricos de la provincia, y sin embargo registra índices elevados de miseria? La inequidad en la distribución de la riqueza es feroz; la gente vive en condiciones infrahumanas. Es un feudo”.

En septiembre de 2007, el sitio Salta Libre publicó el artículo “Los 17 crímenes impunes en el norte salteño”, allí se mencionaban los nombres de los que todavía no habían recibido justicia: Liliana Ledesma, Carlos Santillán, Aníbal Verón, Oscar Barrios, Matías Gómez, Orlando Javier Justiniano, Leonardo Rodas, Ariel Bustos, Marcelo Castillo, Fermín Flores, Germán Luis, Damián Mendoza, Abraham Guzmán, Cristian Romero, Fabián Pereira, Cristian Yebros y Yanet Mezza.

tapa cuarto 2006

La tapa de Cuarto Poder del 16 de septiembre de 2006.