La “Rusa María”: Reina y leyenda de la noche

 

La noche salteña, por entonces, se concentraba en un puñado de bares y cabarets donde confluían las ansias de olvido y los excesos de los que buscaban un refugio en la penumbra. La “Rusa” entendió pronto las reglas del juego

 

Si uno escucha con atención en los bares de la vieja Salta, entre vasos chocando y murmullos de historias que ya nadie sabe si son ciertas, el nombre de la “Rusa María” sigue flotando en el aire. Su figura es un eco persistente de una ciudad que alguna vez latía al ritmo de los cabarets y las noches interminables. Un personaje envuelto en el mito, en la nostalgia de aquellos que transitaron la bohemia y en los rastros que la historia se niega a borrar.

María Grynsztein, la “Rusa María”, nació lejos, en Polonia. Llegó a la Argentina en 1927, una de tantas mujeres que cruzaban el Atlántico con la esperanza de un destino mejor. Pasó por Mendoza, donde conoció el ritmo de la noche y sus laberintos, hasta que en 1929 ancló en Salta. La ciudad, con su aire colonial y su bajo mundo vibrante, se convirtió en el escenario donde construiría su propio imperio.

La noche salteña, por entonces, se concentraba en un puñado de bares y cabarets donde confluían las ansias de olvido y los excesos de los que buscaban un refugio en la penumbra. La “Rusa” entendió pronto las reglas del juego: con un temple de acero y una visión aguda para los negocios, se convirtió en la matriarca de ese universo. “El Globo” fue su emblema, un cabaret que brillaba con su farol rojo en la callejuela de El Bajo, donde se cruzaban los trabajadores, los políticos, los artistas, los hombres con poder y los que solo tenían unas monedas para perder.

Desde su trono en la penumbra, la “Rusa” gobernaba con firmeza. Protegía a sus chicas, negociaba con astucia, imponía respeto. Quienes la conocieron aseguran que su presencia era magnética. No era solo una mujer de la noche: era una institución. Su nombre se coló en crónicas y anécdotas, su figura inspiró canciones que la evocan con la cadencia de un tango que resuena en la memoria de los viejos parroquianos.

Pero la noche es una amante cruel. Con los años, la gloria de los cabarets comenzó a desvanecerse y con ella, la leyenda de la “Rusa” se fue apagando. Murmuraciones, traiciones, el paso implacable del tiempo. En 1963, la mujer que había sido dueña de la noche salteña se despidó para siempre, dejando tras de sí un legado de historias que nadie ha querido olvidar.

Hoy, su nombre sigue vivo en la memoria de la ciudad, en esos relatos que se cuentan al filo de la medianoche, entre un brindis y un suspiro. La “Rusa María” no fue solo un personaje de la bohemia: fue una fuerza de la naturaleza, una sobreviviente, una mujer que desafió su tiempo y dejó una huella imborrable en la historia de Salta.

Seguro tus abuelos, bisabuelos o padres escucharon hablar de ella.