Su legado permanece vivo, inspirando a nuevas generaciones y provocando inquietud entre quienes temen el poder de sus palabras.

Por Mily Ibarra

El 10 de enero de 2011 nos dejaba la querida María Elena Walsh, una mujer que llenó nuestra infancia de poesías, canciones y disparates inolvidables. Poeta, rebelde, cuestionadora y feminista, María Elena se involucró con ironía y humor en los debates políticos, sociales y culturales desde la composición musical y la escritura, dejando su huella en medios radiales y gráficos.

En el libro El Feminismo, que recopila textos seleccionados y cuenta con el prólogo de su compañera Sara Facio, en el apartado V, “Contra la arrogancia”, página 155, titulado “El Dinero y la Cultura”, María Elena recordó cómo los artistas llegan a menudo humillados y resignados a enfrentar la burocracia, soportando demoras, desprecios e injusticias (publicado en La Gaceta de Tucumán, 1958).

A lo largo de su prolífica carrera, escribió obras emblemáticas como Dailan Kifki y Manuelita, ¿dónde vas?, así como el poemario Otoño imperdonable y la novela autobiográfica Fantasmas en el parque. También publicó artículos icónicos como «Sepa por qué es usted machista» y De puño y letra, una de sus últimas composiciones, donde se incluye la emotiva «Zamba de los Días».

Fue María Elena quien proclamó que “las feministas no tenemos odio, tenemos bronca”, y también quien pidió a Raúl Alfonsín la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Amiga de escritores como Julio Cortázar y artistas como Mercedes Sosa y Jairo, integró el dúo con Leda Valladares y fue censurada durante la dictadura militar. Su singularidad irrepetible nos legó vida, amor, poesía, música y literatura.

Gracias, María Elena, por dejarnos una huella eterna en el corazón de nuestra cultura argentina.