POR ALEJANDRO SARAVIA

Así, como nos lo marcara el propio Winston Churchill en El Times de Londres en 1944, hay muchos que están igual de despistados en nuestra política con el triunfo de Milei, inesperado, en verdad, hasta para él mismo y sus huestes. Argentina, dijo en esa oportunidad Churchill, “…ha elegido flirtear con el mal, pero no solo con el mal, sino con el lado perdedor…” Se refería, obviamente, a la preferencia por los países del Eje que tuvieron los golpistas de 1943. Allí es que, en definitiva, nos desnorteamos. Otro día, quizás, nos detendremos en ello, hoy solo quiero señalar la incertidumbre que a veces asalta a algunos actores de nuestro drama politico. En especial quiero referirme a los que supuestamente conducen a la Unión Cívica Radical. Para ese partido, tanto a nivel nacional como provincial, está lloviendo sopa, pero, como siempre, están con el tenedor en la mano. Debemos aclarar que en nuestra provincia tal desaprovechamiento viene desde hace ya mucho tiempo.

El interrogante me surgió cuando hace unos días, tras el debate fallido por la denominada ley omnibus, en un reportaje el presidente del bloque radical de diputados nacionales, Rodrigo de Loredo, se puso de repente a lagrimear. La pregunta que todavía hoy me da vueltas es el por qué del llanto de de Loredo. ¿Habrá sido por impotencia ante la actitud de Milei de retirar el proyecto de ley porque no iba a salir conforme a su antojo presidencial? ¿ Habrá sido porque en realidad él mismo se sentía más cerca de ese ideario que el que debió llevar adelante en su rol de presidente de un bloque de diputados de oposición? ¿Habrá sido porque los diputados del PRO ocuparon el lugar que en ese debate él esperaba para sí mismo? La cuestión es que no sé por qué lloraba de Loredo pero tengo mis dudas en cuanto pueda seguir presidiendo ese bloque.

Si las cosas le salen bien a Milei tenemos orate para rato, sí, pero no para siempre. En una columna anterior decíamos que había que hacer de la necesidad virtud. Con ello queríamos significar que consideramos necesaria la tarea que éste está haciendo en la macroeconomía como es equilibrar las cuentas fiscales. Esa tarea, la de la macroeconomía, que deberían asumir todas las fuerzas políticas como necesaria, debería ser como tal una política de Estado: equilibrio fiscal.

Entonces que la haga, se ganó el derecho de hacerlo porque triunfó en la elección para eso y es el presidente elegido por los argentinos, aunque aún hoy nos parezca mentira. Digamos que no tiene como suele decirse el “psique du rol”. Pero se lo eligió. En lugar de llorar por no sé qué, Loredo y toda la oposición debería prepararse para el día después, porque, como todos saben, nada es para siempre. Sino pregúntenle a Cristina y a la pobre exdiputada Diana Conti que murió esta semana, autora de la frase “Cristina eterna”. Nada es eterno, ni los laureles. Si nuestros próceres se levantaran hoy, con las ramas de esos mismos laureles sacarían corriendo a quienes pusieron entre ellos al multiprocesado Carlos Menem. No, nada es para siempre. Por suerte.

Lo que debe hacer la oposición es cumplir con el rol que se le adjudicó, es decir, ser precisamente eso, oposición. Como tal controlar que las cosas se hagan bien y que sean lo mejor posible y prepararse para ser una alternativa moderna, acorde a los difíciles tiempos que nos tocan atravesar. Hay muchas cosas que el radicalismo desde el lugar en el que está puede hacer. Lo primero es abandonar el lamentable papel de viudas del PRO o del propio Milei por la sencilla razón de que ambos, el PRO y Milei, no los quieren cerca. Y eso, dense cuenta, es bueno. Muchachos lo están colocando en el rol de la oposición, y como nada es eterno, aprovechen la ocasión. Está lloviendo sopa entonces agarren la cuchara no el tenedor. Suban al ring y muestren el ideario que tienen. Es decir, lo que pensaban hacer sus muy buenos economistas, mucho mejor que sus candidatos desde ya, para el supuesto caso de haber salido gananciosos en las pasadas elecciones.

Hay cosas más positivas que ponerse a llorar en la vereda. Los límites de este paleolibertarismo están a la vista. Un mercado no puede regular todo y mucho menos cuando ese mercado no existe. Lo mismo nos sucedió en los tiempos en los que Churchill señaló nuestro despiste: el mercado interno nuestro, por inexistente, no podia soportar la autarquía que en aquellos momentos se propuso. Así nos fue. Así estamos.