El periodista Mario Massaccesi volvió a la Misión la Paz en Salta luego de once años y publicó un escrito denunciando el abandono en el que siguen viviendo los habitantes de esas comunidades abandonadas a su suerte. A continuación reproducimos las palabras del periodista.

“Once años es mucho tiempo aunque se pasen volando. Once años abarcan dos Mundiales de fútbol, tres presidentes argentinos, tres Papas, varias tragedias ferroviarias y un Oscar para el cine nuestro. Y más. En once años ocurren millones de hechos que no siempre entran en la historia universal de cada día.

Sin embargo, hay lugares donde el tiempo parece detenido…no por los encantos que suele regalarnos el destino, sino porque la pobreza, el hambre y la desidia están haciendo bien el trabajo del mal. Misión la Paz, al noroeste de Salta, es uno de esos lugares. Es un paraje que el río Pilcomayo besa y donde la nada manda y hace estragos. Allí viven chorotes, chulupíes, tobas, wichis y algunos criollos.

A Misión la Paz la conocí en 2002, cuando el país se venía abajo. Llegamos en un vuelo de la Fuerza Aérea para participar de un acto en la frontera que iba a durar dos horas. Cuando terminó el clásico corte de cintas, me fui a caminar un rato; me terminé quedando 3 días.

Entre sus calles de tierra y el polvo sacudido por el viento me crucé con Asunción Scudeto, una monja tan retacona como brava; la llamaban «La Topadora», porque le hacía frente a todo sin miedo y sin asco. También recuerdo al maestro Fernando; ni bien entré a la escuela me dijo, con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada: «Necesitamos lápices negros y hojas para escribir»

Salieron dos notas al aire en mayo de 2002. Fue una revolución solidaria y durante meses llegaron donaciones a Salta de todas partes del país, incluso de los lugares más increíbles del sur argentino. Once años después y con una «década ganada» -según la Presidenta- de por medio, volvimos a Misión La Paz. Llegamos de la mano de la «Fundacion SIPAS» que empezó a trabajar a partir de aquella nota en TN y cada año renueva el compromiso viajando, donando y llevando médicos y voluntarios hasta el lugar.

En 2013, la historia en Misión La Paz sigue siendo la misma. Es cierto que los planes sociales -especialmente la Asignación Universal por Hijo- calmaron la desesperación del hambre o el hambre desesperado. Pero el paisaje sigue siendo dramático: maestros sin lápices, aulas sin luz y que se llueven, panzas sin comida y dispensarios sin remedios. Una ambulancia es una utopía. Y la muerte suele llegar más temprano que la atención básica de la salud.

Ocurre aqui y en parajes vecinos como La Bolsa, La Estrella, La Gracia, San Anselmo e incluso Santa Victoria Este. Parajes que no figuran en el mapa pero tampoco en la prioritaria agenda de los funcionarios de turno. Son los olvidados de siempre”.

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