Tras conocerse la vinculación entre el tirador de Temple y el doble crimen de circunvalación oeste, las expectativas están puestas en el juicio que tendrá lugar el año entrante. Las irregularidades en la investigación del caso podrían ir mucho más allá de un cuerpo mal preservado.

 

Las detenciones en el marco de la investigación por el asesinato de Jonhatan Tolaba y Romina Zerda cumplen dos años y se prevé que el juicio tenga lugar en los primeros meses del año entrante. Por el caso conocido como doble crimen de circunvalación oeste hay tres personas detenidas e imputadas: Kalil Ezequiel Chejolán, Julián Bautista Brubosky y Ricardo Alberto Galarza. Quien sería el autor material del doble homicidio, Nicolás Ramos, fue hallado sin vida en un camping de General Güemes en circunstancias aun no esclarecidas.

La conexión del caso con el protagonista del tiroteo en el bar Temple, Matías “semilla” Paz, expuso la necesidad de mirar un poco más arriba en el escalafón del delito. Las menciones a personajes conocidos en el ámbito del narcomenudeo, sumadas a las increíbles fallas en la preservación de pruebas claves, abonan la teoría de que podrían haber culpables libres, al igual que inocentes presos. Si a eso se suman procedimientos policiales que -en ambos casos- oscilan entre la negligencia y la complicidad, el panorama se presenta aún más turbio.

A fines de noviembre del año pasado, la Jueza interina de Garantías N°7, Claudia Puertas, ordenó elevar la causa a juicio y mantener la prisión preventiva para uno de los acusados. La causa fue enviada a la Mesa Distribuidora Penal, donde se designará el Tribunal de Juicio por sorteo.

Los tres implicados iniciaron sus declaraciones el 5 de noviembre del 2021. Cabe recordar que todos señalaron como autor material del hecho a Nicolás Ramos, joven que fue encontrado sin vida en un camping de General Güemes el 1 de noviembre luego de que se difundiera su imagen y se haya llevado adelante la detención de los otros acusados.

Tres imputados, muchas dudas

Los testimonios, declaraciones y pericias realizadas ubican a dos personas en el momento y lugar del crimen. Tanto Nicolás Ramos, como Julián Brubosky, habrían participado del doble asesinato. El primero en calidad de autor material -quien efectuó los disparos-, el segundo como cómplice. Así se desprende, entre otras cosas, de las pericias realizadas al vehículo donde fueron hallados Tolaba y Zerda. El mismo había sido rociado con combustible para eliminar rastros, aunque llamativamente, nunca fue incinerado.

Las evidencias, en cambio, son muy escasas respecto de la participación de Ricardo Galarza y Kalil Chejolán. El primero oficiaba de remisero, mientras que el segundo tenía un empleo en el Mercado San Miguel. Ambos refieren haber tomado contacto con Ramos y Brubosky cuando el hecho ya estaba consumado. Las pericias tampoco los ubican en el lugar de los hechos y los mensajes auditados de los celulares dan cuenta de que la reunión tenía como objetivo asistir a una fiesta en horas de la noche.

Chejolán le había pedido a Galarza que lo lleve con sus amigos, pero al arribar no estaban en el lugar pactado. Más tarde los encontrarían al costado de la Circunvalación Oeste. En su declaración, Chejolan afirma que encontró a Ramos parado al lado del vehículo de Tolaba y tenía sus prendas llenas de sangre. El principal sospechoso les dijo: «Tío, me moquié».

Ramos les entregó una mochila y tanto Chejolan como Galarza decidieron retirarse del lugar. Un rato después, Ramos los llamó y les informó que había dos celulares adentro del bolso. Paralizados por el miedo, procedieron a romperlos y los arrojaron en un canal de la calle Olavarría. Ese mismo día, fueron a la fiesta pactada y no intercambiaron una sola palabra sobre lo acontecido. Al día siguiente, Chejolán decidió colaborar con la justicia.

Desvaríos

Las inscripciones halladas en el cuerpo sin vida de Ramos deberían haber servido para abrir una línea alternativa de investigación. No obstante, las tres personas referidas en el mensaje no fueron siquiera convocadas a declarar y seguirán el juicio desde la comodidad de su hogar.

Con una inusual cautela, los investigadores arguyen que “Rafael, Pico y Semilla” -los nombres escritos en el cuerpo de Ramos- pueden ser literalmente cualquier persona. Idéntico argumento utilizó el defensor de Matías Paz, Santiago Pedroza, para desvincular del caso a su defendido.

Poco parece importar el probado y estrecho vínculo que uno de ellos -Rafael M.- tenía con Johnatan Tolaba, una de las víctimas. Tampoco el hecho que otro de los mencionados llegó a amenazarlo de muerte delante de varios testigos en una fiesta. Por otro lado, aunque el trasfondo parece estar relacionado al comercio de drogas sintéticas, los intentos por dar con los presuntos “jefes” -tal como los califica Ramos en su mensaje- parecen sumamente impotentes.

Tal vez allí se encuentre la explicación a por qué el laboratorio de Tanatología forense del CIF dejó que el cuerpo de Ramos se descomponga, desvirtuando la investigación y precipitando una serie de sospechas sobre manipulación de pruebas. ¿Serán finalmente investigados los “jefes” apuntados por Ramos?, ¿Estamos ante un nuevo caso de impunidad en el que sólo pagan los perejiles?