Por: Karla Lobos
Francisco Javier Ortiz, conocido como “Pancho”, fue el primero entre los primos hermanos del mismo apellido, en incursionar en la política local. Su vida estuvo atada a la Argentina en formación y alejada de los emprendimientos mineros de su padre, Francisco de Paula Ortiz. Las decisiones matrimoniales que tomó y el espacio político que ocupó indican que su familia se encontraba, a mediados del siglo XIX, bien posicionada en la elite salteña y consolidada en cuanto a lo material. Una vez terminados sus estudios en el Colegio de la Independencia, de los curas mercedarios, siguió la carrera de derecho en la Universidad de Córdoba. A la hora de buscar una esposa, su elección recayó en su prima hermana, Mercedes Ortiz Viola. Hasta ahí ninguna diferencia con otros descendiente de españoles, ni siquiera con los Uriburu, quienes también optaron por el casamiento entre primos como estrategia de concentración de patrimonio material.
La incursión de “Pancho” en la vida política salteña coincidió con la apertura de un fuerte proceso de formalización e institucionalización, tanto a nivel nacional como provincial, etapa que se conoció, como no podría ser de otra forma, como de organización nacional.
Si bien éste Ortiz compartió el nuevo orden propuesto por Mitre, en Salta se ubicó en el grupo opositor. Para los primeros años de 1860, el posicionamiento de Mitre a nivel nacional traía aparejado el ascenso de la red de poder de los Uriburu en la provincia. Tanto el flamante gobernador, Juan Nepomuceno Uriburu, como su antecesor, Anselmo Rojo, mantenían un estrecho acercamiento con Mitre, lo que los identificaba con los liberales y el oficialismo nacional.
La oposición a Juan Manuel de Rosas, el apoyo sostenido a Urquiza, la vinculación de algunos de sus representantes con la “Patria Vieja” y el encono hacia los Uriburu, fueron los rasgos que caracterizaron el entramado de poder de ese momento. De esta red, participaron Pancho Ortiz y sus primos hermanos, quienes tuvieron que esperar una docena de años para liderar el proceso político provincial.
A los 28 años de edad y como miembro del partido Constitucional, ocupó un escaño en la Cámara de Diputados de la Nación, cargo que mantuvo hasta 1868. El año anterior, Salta fue el distrito que mayor apoyo electoral brindó a Urquiza, junto a Santa Fe y Entre Ríos. Aunque la presidencia de la Republica fue para Sarmiento.
Desde 1864, los opositores a José Uriburu, hombres de Urquiza, bautizados como “el partido vencido en Pavón”, se establecieron en la localidad de La Caldera, a 24 kilómetros al Norte de la capital. Se organizaron bajo el mando del coronel Juan Solá, quien contaba también con Eugenio y Alejandro Figueroa, jefe del regimiento 5. En esas filas estaba el coronel Pedro José Figueroa, su par Martín Cornejo y el teniente coronel Zenón Arias. Todos apoyando a Segundo Díaz de Bedoya, Presidente de la Legislatura y quien dirigía el “flamante gobierno alterno” que tenía como pretensión, sitiar la ciudad de Salta.
23 años más tarde, seguía vigente este grupo, integrado por los hombres del gobierno establecido en La Caldera, liderada por los mismos protagonistas de ese momento, ahora con sus descendencias. Nombres tales como Abraham Echazú, Ezequiel Gallo, Ricardo, Alejandro, Eduardo, Mariano, Octavio, Zenelón, Ricardo, Benjamín y Damián Figueroa, David Orellana, Manuel, Bernardo y Napoleón Peña, Mariano Gorostiaga, Juan Pablo, Flavio y Darío Arias, Hipólito Oliva, Adrián Cornejo, padre e hijo, Mariano Zorreguieta, Adolfo Centeno, Juan Piñero, Eliseo Outes y Aniceto Latorre; encabezados por los históricos, Francisco Ortiz, Juan Cornejo y Eugenio Figueroa, apoyaban la candidatura de Victorino de la Plaza a diputado nacional.
En el otro lado de la ciudad, era lanzada la candidatura de Dardo Rocha a presidente, quien, obviamente contaba con el férreo apoyo de la línea opositora, los Uriburu.
Victorino de La Plaza resultó electo diputado nacional junto a Pedro López y Arturo Dávalos. Mariano Zorreguieta, miembro del grupo La Caldera, le escribía una carta en la que le contaba cómo y quiénes habían trabajado para él: “Hoy telegrafiaré comunicando el triunfo completo en los Departamentos de Oran, Rivadavia, Guachipas, Iruya, Cachi, Rosario Frontera, con los que tenemos ya la mayoría, siguiéndose López y Dávalos… Desgraciadamente Marcos (Figueroa) estaba en Jujuy, y esto nos perjudicó: solo Alejandro, Eugenio Figueroa y Juan Cornejo, ayudaron algo; lo mismo que Terán, Fernández, Napoleón Peña, Gallo en Cerrillos, los Apaza y otros amigos que tengo en los Departamentos, se portaron bien: los de mas no han hecho nada. El Dr. Oliva y el Dr. Ortiz han contribuido en lo posible… Los Saravia, David y Pablo, lo mismo que Echenique, han hecho cuanto han podido en tu contra, sin omitir medio alguno. Todo esto es bueno que lo sepas para tu gobierno particular…”.
Mientras Roca se imponía en la provincia de Buenos Aires y asumía la presidencia de la República, en Salta, la postulación de Miguel Ortiz al cargo de gobernador, era un hecho. Con muy poca influencia en la sociedad salteña de la época y sobre todo en los departamentos del interior, pero sin ningún opositor de igual prestigio personal.
Fueron los vínculos de la familia Figueroa los que otorgaron al grupo de La Caldera un carácter regional y nacional. Se autodenominaban “Los Figueroa”, Marcos, Eugenio y Pío, nietos del coronel Santiago de Figueroa. Otro “calderista” que adhirió desde la primera hora a la causa revolucionaria fue el Coronel Toledo Pimentel, quien además participó de las acciones del Ejército del Norte, aportó dinero y bienes, acompañó a Belgrano en el famoso éxodo jujeño y en las batallas de Tucumán y Salta y se alistó finalmente bajo el mando de Güemes. Su hijo Pío, se casó con la tucumana Genoveva Paz Mariño, hija del regidor del cabildo Juan Bautista Paz, recordado por su decisivo voto para que los vecinos de San Miguel de Tucumán optaran el 26 de junio de 1810 por el apoyo al bando patriota.
A través de Genoveva Paz, los Figueroa de Salta se vincularon familiarmente con Julio Argentino Roca, ya que su hermana, Agustina Paz, era la madre del presidente. Esta relación familiar se plasmó en una fluida correspondencia epistolar, cuando Roca ejercía ya la primera magistratura nacional.
Un telegrama girado el 4 de febrero de 1885, es la muestra de esta correspondencia, ya que Genoveva apelaba a los favores de su importante sobrino: “Te recomiendo hagas lo posible por nombrar interventor en este banco provincial a mi hijo político Félix Usandivaras, asegurándote su competente posición social y comercial que este elevaría debidamente esta comisión. Te saluda tu tía de Figueroa”. Dos días después, mediante otro telegrama, la tía del presidente insistía en su pedido y dejaba ver el importante papel que tuvieron las mujeres en la articulación de las solidaridades familiares. En este caso, primero la esposa y luego la suegra.
Por el otro lado, los vínculos paternos de Félix lo llevaron directamente al entramado de poder de los Uriburu, con quienes compartía además intereses azucareros al Norte del río Las Pavas. Aunque todas las vinculaciones de Usandivaras no bastaron para que se decidiera su nombramiento como interventor del Banco de Salta. La subordinación militar fue más fuerte y terminó siendo Ángel Quiroz quien ostentara ese cargo, después de su convincente carta: “No has dejado de sorprenderme con el nombramiento de contador interventor del Banco de Salta, pues no soñaba que mi pobre individualidad dedicada al cultivo de la Lagunilla y a los negocios de campo, pudiera servir para otra cosa. Considero esta distinción como un acto especial de tu benévola amistad como prueba inequívoca de que sabes recordar a los viejos soldados entre la muchedumbre de los nuevos y acaso mayores que te rodean”.
Pero en La Caldera también se gestaba otro sector político. Se trataba del Partido Autonomista Nacional (PAN), una alianza integrada principalmente por dirigentes del viejo Partido Federal de Justo José de Urquiza y del Partido Autonomista de Adolfo Alsina. De esa alianza nacional participaron los gobernadores de las catorce provincias existentes. en ese momento.
En Salta, este entramado de relaciones previas fue el que facilitó a Roca un apoyo sólido y duradero de la elite local que estaba al frente del poder provincial. El ejemplo claro de esta afirmación fue la relación entre Juan Solá y Julio Argentino Roca, dos amigos cuyas trayectorias personales y familiares fueron semejantes. Tanto Solá como Roca compartieron una porción del pasado histórico de la región. Los padres de ambos habían adherido a la insurgencia. El gobernador Martín Miguel de Güemes fue quien le otorgó el grado de teniente segundo a Manuel Solá. José Segundo Roca, por su parte, se había incorporado al Ejército del Norte en Tucumán como cabo de la Compañía de Cazadores Cívicos. Luego participó bajo las órdenes de José de San Martín en la campaña al Perú y más tarde integró las huestes de Arenales. Manuel Solá fue uno de los principales gestores de la Liga del Norte contra Rosas, mientras José Segundo Roca intervino en un fracasado intento por deponer al gobernador “rosista” de Tucumán Alejandro Heredia en 1838. Ambas trayectorias familiares condicionaron las opciones políticas de sus hijos, Julio Argentino Roca y Juan Solá, quienes integraron las filas de Urquiza en las batallas de Cepeda y Pavón. Años después, ambos participaron en la guerra del Paraguay. Las vivencias compartidas, constituyeron los vínculos que sustentó al PAN y marcaron el destino político de la Provincia y su relación con la Nación.
En 1883, Solá asumió su segundo mandato. El primero había transcurrido entre 1877 y 1879 después que superara en la contienda a Andrés Ugarriza. Ambos fueron protagonistas de la revolución de los Uriburu. A Ugarriza le había tocado ser secretario general de Segundo Díaz de Bedoya, cuando éste tenía su cuartel general en Tres Cerritos.
Al año siguiente, dirigió junto con él y Benjamín Zorrilla el partido apodado “Los Overos” que patrocinaba la fracasada candidatura de Bedoya a gobernador. El apelativo de “Overos” remitía a la composición heterogénea del nuevo grupo político que tenía en sus filas a hombres pertenecientes a la red de los Uriburu y apoyaba a quien había dirigido el levantamiento opositor.
Benjamín Zorrilla integraba el entramado de poder liderado por los Uriburu y Ugarriza quedó al descubierto en su papel de doble agente, cuando asumió como ministro de Hacienda del gobernador Pío Uriburu.
1877 constituyó una bisagra en el devenir político provincial y su relación con los acontecimientos nacionales. En diciembre de ese año falleció Adolfo Alsina, siete años antes ya había desaparecido físicamente Justo José de Urquiza, ambos habían concentrado las adhesiones de los miembros de la red de La Caldera. Sus muertes supusieron la desarticulación de las antiguas solidaridades políticas existentes en el sector reacio a Mitre y facilitaron el reacomodamiento favorable a la consolidación del PAN en la Provincia.
La fidelidad de Juan Solá a Alsina era reconocida en la época, pero su muerte lo liberó para asumir nuevos compromisos con Roca. A partir de ese momento se abrió una seguidilla de gobernadores pertenecientes a la red de La Caldera, cuyos gobiernos coincidieron con la expansión económica de la Pampa húmeda, la afirmación del PAN por más de 10 años en la política nacional y la consolidación de los Ortiz en el seno de este entramado.
Clodomiro Moreno, pariente de Victorino de la Plaza, no pertenecía al grupo La Caldera, aunque sí integraba el círculo de confianza del ministro de Relaciones Exteriores, a quien escribía: “Quiero prevenirte que cuando te dirijas con los Ortizes no tengas mucha confianza porque te han de vender, y para que tú me lo creas te diré. Cuando Pancho recomendó tu candidatura para Senador en reemplazo del General Roca; por lo bajo telegrafió diciendo que no convenía que tu fueras Senador porque no podría mandarte como un instrumento y que nombraran inmediatamente a Oliva porque ese andaría bien con él…”. Esta carta deja expuesta la interna del grupo y el poder de Pancho Ortiz, quien, al parecer, podía torcer las decisiones de figuras prominentes a nivel nacional como las del propio Roca, pero la influencia de la familia Ortiz en la política local y nacional se manifestó antes de que Roca fuese presidente.
Luego del segundo mandato de Juan Solá asumió Moisés Oliva. A nivel nacional, era Domingo Faustino Sarmiento quien se postulaba como candidato a presidente, pero el sector político de La Caldera no apoyaba esta candidatura. Así se lo hacía saber Zorreguieta a Victorino de la Plaza: “Es necesario que U sepa, mi amigo, que todos los de la situación, Ortiz, Oliva, Solá, no aceptan por nada a Sarmiento, es inútil hablarles al respecto. Y como U sabe el partido opositor lo proclama por candidato y tiene simpatías aquí y en Jujuy… Los electores del partido del Gobernador ya los conoce, todos son pertenecientes a Ortiz, con solo excepción de cuatro”.
En 1881, finalizado el mandato de Moisés Oliva, su sucesor natural fue Miguel Ortiz, quien además del patrimonio político familiar contaba con el importante sostén de la bien vinculada familia Figueroa. Ortiz asumió la conducción de los destinos de la Provincia y años después su primo Francisco, se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores de Roca. Para ese momento, ya habían construido una identidad familiar y eran reconocidos por la sociedad de la época como “los Ortizes” y conformaban un sub grupo dentro del poderoso grupo “La Caldera”.
Cualquier semejanza con la realidad actual, es mera coincidencia…