La tarea que asume la crítica de la razón pura especulativa y qué lugar ocupa en ella la revolución metafísica.
Andrea Sztychmajster
Kant sostiene que la metafísica es un conocimiento racional especulativo aislado que se eleva por completo por encima de las enseñanzas de la experiencia y que lo hace por medio de meros conceptos y no como en la matemática por aplicación de ellos a la intuición (conocimiento). Sostiene que, en ella, la razón se estanca.
La razón, para Kant, debe dirigirse a la naturaleza para ser instruida por esta en calidad de jueza. A partir de ejemplos sostiene que la razón solo entiende lo que ella misma produce según su propio plan y por ello debe obligar a la naturaleza a responder a sus preguntas, de otro modo no se llega a articular en una ley necesaria que es lo que la razón busca y necesita.
«No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza por la experiencia. […] Pero, aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por eso surge todo él de la experiencia» (Kant, I.: Crítica de la razón pura, B-1).
Kant distingue entre: Lo «a posteriori»: es aquello que en el conocimiento procede de la experiencia a través de la sensación. Es lo empírico en el conocimiento. Por darse en la sensación, o intuición empírica, que es singular y fáctica, lo empírico y a posteriori en el conocimiento es, asimismo, singular y contingente. Lo «a priori»: aquello que en el conocimiento no procede ni se deriva de la experiencia, sino que la antecede de alguna manera y surge independientemente de la experiencia. Al no derivarse ni proceder de la experiencia empírica, lo a priori en el conocimiento es universal y necesario en y para el conocimiento.
Los elementos a priori pertenecen a la estructura del sujeto cognoscente y hacen posible el conocimiento y la experiencia misma en cuanto experiencia con validez universal. El conocimiento que muestra esta posibilitación es denominado por Kant «trascendental».
Kant sostiene que la experiencia es el primer producto de nuestro entendimiento cuando el elabora la materia bruta de las sensaciones sensibles. Sin embargo, no es la única pues nos dice lo que existe, pero no que ello debe ser necesariamente así y no de otra manera. Por eso mismo no nos proporciona universalidad.
Kant va a elaborar su criterio trascendental y va a iniciar la filosofía crítica como consecuencia prioritaria del análisis escéptico de Hume.
Kant sigue escribiendo en los “Prolegómenos” que debido al problema escéptico planteado por Hume, él tuvo que enfrentarse: “con la tarea más gigantesca jamás realizada en apoyo de la Metafísica”; tarea cuyo primer resultado consistió, sorprendentemente, en constatar que antes de realizar una Metafísica era necesario aclarar la condición de posibilidad de la misma, a través de una crítica sistemática. Kant sostiene que el conocimiento no proviene totalmente de la experiencia sensible, sino que, al revés, es el conocimiento a priori de la Subjetividad humana del que proviene la experiencia significativa.
Ambos (intuiciones y conceptos) son, o bien puros o bien empíricos:
1) Empíricos, cuando una sensación (que presupone la presencia efectiva del objeto) está allí contenida.
2) Puros, cuando a la representación no se le mezcla ninguna sensación. Se puede llamar a esta última la «materia del conocimiento sensible». Por eso, la intuición pura contiene solamente la forma en la cual algo es intuido, y el concepto puro contiene solamente la forma del pensar un objeto en general. Únicamente las intuiciones puras o los conceptos puros son posibles a priori; los empíricos, solo a posteriori (Kant, I.: Crítica de la razón pura, A-50-51, B-74-75).
Los elementos a priori pertenecen a la estructura del sujeto cognoscente y hacen posible el conocimiento y la experiencia misma en cuanto experiencia con validez universal. El conocimiento que muestra esta posibilitación es denominado por Kant «trascendental».
Kant propone averiguar cómo distinguir el conocimiento puro del conocimiento empírico. Si se encuentra: En primer lugar, una proposición que al ser pensada es simultáneamente necesaria, es entonces un juicio a priori. Si a su vez, este juicio no deriva de otra proposición que no sea válida, sino más bien como necesaria, es un conocimiento puro absolutamente a priori.
Esta distinción sirve a la hora de averiguar sobre su universalidad, por ello en segundo lugar la experiencia nunca otorga a sus juicios una universalidad verdadera, sino simplemente supuesta o comparativa. Por lo tanto, si se piensa un juicio con estricta universalidad, de modo que no admita ninguna posible excepción, no deriva de la experiencia, sino que es absolutamente a priori. Es decir que la universalidad empírica no es más que una arbitraria extensión de la validez.