La feminista Laura Bates fundó la web Everyday Sexism hace cinco años. 150.000 testimonios después, publica un libro que recoge algunos de esos agravios.
Esta semana, muchas mujeres se han parado unos segundos ante su ordenador o su móvil y viendo la proliferación de #metoo y #yo también en su muro de Facebook o en su perfil de Twitter, se han preguntado: ¿yo también? Y un número muy importante se ha contestado que sí, que #ellastambién, pero hasta ese momento no se habían visto como víctimas de una agresión sexual, simplemente porque ser agredida es “lo normal”.
La feminista británica Laura Bates estaba guiada por una idea similar, visibilizar lo invisible, cuando abrió en 2012 su web Everyday Sexism, en la que cualquier mujer puede denunciar casos de machismo cotidiano, desde el comentario de un jefe a un anuncio visto en el metro a –es deprimentemente habitual–una violación. Bates ha recogido algunos de esos testimonios y ha reflexionado sobre lo que significan en un recomendable ensayo, Sexismo Cotidiano, que publica ahora en España Capitán Swing. Éstas son algunas de sus conclusiones:
1. Si vas a empezar una frase con el preámbulo “igual esto suena machista, PERO…” casi mejor cállate.
Por ejemplo, cuando el periodista Andrew Brown del Daily Telegraph dijo al respecto de las categorías femeninas de artes marciales en los Juegos Olímpicos de Londres: “Soy consciente de que esto que voy a escribir va a sonar espantosamente sexista, pero resulta perturbador ver cómo se golpean entre sí todas esas chicas…”. Las atletas, incluso cuando se llaman Serena Williams, siguen teniendo dificultades para que se reconozcan sus méritos porque sí, no en relación a los hombres.
2. Siempre habrá gente dispuesta a culpar a la víctima.
Eso también lo hemos comprobado con desolación en los últimos días a raíz del caso Weinstein, desde tribunas como la de Mayim Bialik en The New York Times, sugiriendo que una solución contra el acoso es “vestir modestamente” y no ir por ahí flirteando, como hace ella, a los muchos comentarios de lectores que recibe cualquier artículo sobre el tema en la línea de “haber hablado antes”, como si no fuera evidente lo mucho que la víctima tiene que perder y lo poco que puede ganar. El blog Everyday Sexism está lleno de testimonios como éste: “En una discoteca en mi Universidad, un tío pasó a mi lado y subió la mano por mi vestido, por la parte de delante, de una forma muy violenta, y después siguió andando. Me quedé totalmente conmocionada, furiosa y confundida. Volví a donde estaba mi grupo de amigos y les conté lo que acababa de pasar; apatía general y cero sorpresa. Uno de los chicos del grupo dijo: “la verdad es que llevas un vestido muy bonito esta noche”.
3. Relájate, chica. El feminismo como déficit de sentido del humor.
Bates (que es alta, delgada y rubia) cuenta una anécdota ilustrativa al respecto. Acudió a un plató de televisión para hablar sobre las “chicas de la página 3”, las famosas modelos que aparecían en top less en los tabloides británicos. El conductor que la llevó a los estudios de la BBC, al verla, dio por hecho que ella representaba el campo a favor de la página 3, no en contra. “Era una persona amable, cálida y locuaz, que no paraba de charlar y contar chistes. Nos reímos mucho hasta que revelé por casualidad en qué lado del debate me encontraba. Balbuceó, tartamudeó y dejó de hablar. Después de aquello la conversación se desvaneció”. Como señala la autora, la idea de la feminista sin humor “es un silenciador increíblemente potente y efectivo” que se emplea por ejemplo para acallar y acobardar a a las mujeres que puedan poner objeciones a un chiste machista en un entorno de trabajo o en la escuela. Chica, relájate, es solo un chiste.
4. A las mujeres políticas se las arrincona a tratar “temas de mujeres”…
“La visibilidad de la mujeres en los peldaños más bajos del poder político se emplea muchas veces como una capa de barniz en cuestiones de igualdad”, recuerda Bates. Se cubre la cuota colocando a responsables políticas en las áreas tradicionalmente consideradas de la esfera femenina.
5. …Y se las ningunea por eso.
“La infrarrepresentación desalienta a muchas mujeres políticas a ocuparse de ‘problemas de la mujer’ para no quedar marcadas como blandas”, dice la teórica Kezia Dugdale. La idea misma de los women issues, entendidos como algo que engloba desde la violencia de género a la política reproductiva, es sumamente perjudicial, puesto que parece que los problemas que sufren las mujeres son problemas de mujeres, que no es lo mismo. Como si no los perpetuase el sistema, y los hombres que lo sostienen.
6. Ellas pierden si tienen hijos…
La condición de madre siempre pasará por encima de cualquier otra, en el contexto que sea. En el libro se recuerda que cuando la cosmonauta rusa Yelena Serova se preparaba para ir al espacio tras años de entrenamiento, lo que le preguntaron los periodistas fue cómo se vería afectada la crianza de su hija. También cuando en 2014 se anunció el nombre de Rona Fairhead, embajadora, antigua presidenta del Financial Times Group y consejera de PepsiCo y HSBC como candidata para dirigir el BBC Trust, el organismo que regula la radiotelevisión pública británica, un diario tituló: “Madre de tres hijos, lista para dirigir la BBC”. Nadie dice que se de aún menos importancia a los cuidados, sino que estos sean importantes para todos. Estos días circula mucho por las redes un intercambio que al parecer sucedió entre Ada Colau y Antonio García Ferreras. Él le dijo: “alcaldesa, última pregunta, que le espera su hijo”. Y ella contestó: “Y a ti también”. Pues eso.
7. …Y pierden aún más si no los tienen.
The New Statesman es una revista clásica del laborismo; el Sunday Times, un diario más cercano a los conservadores. Y sin embargo, ambos cayeron en lo mismo en 2016: publicaron artículos, en el caso de la revista en portada, sobre las “líderes sin hijos”, buscando la relación entre las carreras de Angela Merkel, Theresa May, la escocesa Nicola Sturgeon y otras políticas y el hecho de que no tengan hijos. A la ex primera ministra australiana Julia Gillard también la tildó su rival conservador de “deliberadamente yerma”. A Andrea Leadsom, que se enfrentó a May por el liderazgo de los tories, en cambio, le salió mal la jugada el año pasado. Cuando insinuó que su oponente no podía encabezar un partido si ni siquiera había encabezado una familia de varias generaciones, la opinión pública se le volvió en contra.
8. El cuerpo de las mujeres embarazadas es de dominio público.
“Salí a cenar y cuando fui a pagar, el dueño del local me preguntó por mi embarazo. Para mi sorpresa, me dijo: está muy bien que hayas podido mantener un peso bajo. Es algo importantísimo”, cuenta un testimonio de Everyday Sexism. Hay cientos de ejemplos más. Cualquiera que haya pasado por eso se ha encontrado con espontáneos desconocidos de ambos sexos que ofrecen mitos médicos de escasa base, consejos (qué consejos, ¡exigencias!) de crianza y sentencias universales en los lugares más insospechados. Como señala Bates, “la calvicie afecta a alrededor de la mitad de la población masculina a partir de los 50 años, pero no vemos que se les acerque gente extraña por la calle para ponerse a hacer comentarios sobre la escasez de folículos, o que les toqueteen el cuero cabelludo con la mayor de las confianzas, como si el proceso biológico, a fuerza de su visibilidad, fuera de alguna manera asunto público”.
9. Cualquier escenario es bueno para sexualizar a una mujer.
Bates recoge algunos ejemplos que serían cómicos si no fuesen un tanto trágicos: la vez en que Andrea Thatcher, la nieta de la primera ministra, habló en su funeral y los medios se entusiasmaron ¡una joven rubia y lozana! A los 15 minutos, el Daily Mail había subido no menos de 20 fotos a su web. O los comentarios que suscitaron Amanda Knox, Foxy Knoxy para según qué medios, y Reeva Steenkamp, la mujer surafricana asesinada por Oscar Pistorius por el hecho de ser jóvenes, blancas, delgadas y sexualmente objetizables.
Fuente: El País de España