Un día como hoy, 7 de abril de 1924, nacía en Avellaneda Azucena Villaflor, la primera Madre de Plaza de Mayo.
Azucena Villaflor fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Quien, junto a otras madres, comenzó a reunirse en la plaza frente a la Casa Rosada reclamando la pronta aparición de sus hijos, secuestrados en la última dictadura militar.
El 30 de noviembre de 1976, ocho meses después del golpe de estado, uno de sus hijos, Néstor, y la novia de éste, Raquel Mangin, fueron secuestrados. Tras el silencio de gobernantes y funcionarios, Azucena inició las marchas en la plaza.
Ante este reclamo, Villaflor también fue desaparecida por un comando liderado por el marino Alfredo Astiz. Fue mantenida en cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada junto con otros activistas por los Derechos Humanos y compañeras de Madres.
Azucena fue asesinada y sus restos fueron reconocidos en el año 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense, ya que había sido sepultada en cercanías de Santa Teresita como NN cuando hallaron su cuerpo en el mar.
Un 10 de diciembre en 1.977 es detenida y desaparecida Azucena Villaflor de Vincenti, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, Argentina.
Desde sus quince años (1940) trabajó en la Siam como telefonista y en ese pulmón obrero y metalúrgico vivió el 17 de octubre de 1945. Se casó en el 49 con Pedro De Vincenti y tuvo cuatro hijos: Pedro, Néstor, Adrián y Cecilia.
A principios de 1970, Néstor, uno de los hijos de Azucena, decidió convertirse en militante de la Juventud Peronista, en la Facultad de Arquitectura. Selló su destino y el de su madre. El 30 de noviembre de 1976 lo secuestraron junto con su novia, Raquel.
Fue en la sala de espera del Vicariato de la Marina donde, indignada por las burlas y la humillación a las que eran sometidos por los funcionarios de la dictadura, Azucena le propone a otros familiares comenzar a reunirse en la Plaza de Mayo para reclamar públicamente por la vida de sus seres queridos.
Varias de las mujeres estuvieron de acuerdo y empezaron a intercambiar teléfonos para avisar a otras familias. Algunas preguntaron qué iban a hacer en la plaza. «Nada -decía Azucena-, nada especial, aunque sea sentarse, conversar y ser cada día más», recordaba María Adela Antokoletz.
«Si Azucena tenía en claro algo – decía Nora Cortiñas- era que una organización de este tipo se podía construir si se daba participación, si se hacía entre todas. En primer lugar, la idea de organizarnos y reunirnos en la Plaza fue de Azucena, pero aparte, ella era una líder natural, que no hacía esfuerzos por imponerse a los demás ni pretender liderazgos, era como una gallina que nos cobijó a todas como si fuéramos sus pollitos… hasta cobijó a quien iba a ser su secuestrador.»
Ese sábado 30 de abril a las cuatro y media de la tarde se reunieron por primera vez en Plaza de Mayo, como había impulsado Azucena Villaflor. Eran amas de casa, no sabían ni les importaba que estaban gestando la mayor epopeya ética de la argentina contemporánea. Catorce mujeres participaron el 30 de abril de 1977 de la primera ronda. Aquel fue el primer paso de Madres de Plaza de Mayo
En una audiencia, el dictador Harguindeguy (llamado Ministro del Interior) les advirtió que no podían seguir reuniéndose en la Plaza porque era peligroso y había estado de sitio. Azucena, que «era muy firme, le dijo se nos van a gastar las piernas, pero de la Plaza no nos vamos a ir». Cuando salieron de la Rosada, anocheciendo, las tres madres informaron a sus compañeras, el resultado de la reunión: nada. «Eran muchas las que esperaban, como sesenta. Quedó mucha tristeza y mucha indignación porque se siguieron burlando”.
La Marina argentina tomó la decisión de infiltrarse en ese grupo de mujeres que se juntaba en la Plaza de Mayo y que perturbaba la paz dictatorial, en algún momento de setiembre del siniestro año 1977. Designaron para esa tarea de inteligencia a un joven oficial llamado Alfredo Astiz quien se puso el nombre falso de Gustavo Niño Vela. Su coartada inicial fue que él vivía en Mar del Plata, que habían secuestrado a su hermano Horacio Eduardo el 25 de Marzo de 1976 y que su madre no podía venir porque estaba vencida de amargura, postrada.
Por eso, un mediodía de octubre -tal vez el día 16, tercer domingo de ese mes, Día de la Madre-, cuando familiares de secuestrados salían de una misa en la iglesia San Nicolás de Bari, sobre la avenida Santa Fe, alguien le tocó el hombro a Azucena Villaflor y le presentó a este joven, desesperado, que buscaba contactos para hacer algo por su pobre hermano. Lidia Moeremans, prima de Azucena, fue testigo presencial de este primer saludo
El día de la Virgen, el 8 de diciembre, estaban reunidas en la iglesia de la Santa Cruz. Astiz habría dado la señal y secuestraron a 8 personas, entre ellas, a la monja francesa Alice Domon, militante del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Azucena no estaba allí, salvó su vida apenas 48 horas.
Azucena Villaflor estaba en la casa de Chela y Emilio Mignone. Allí, en ese departamento de la avenida Santa Fe, se centralizaba la recolección de dinero y firmas para una solicitada que publicarían dos días después. Repentinamente, llegó María del Rosario de Cerruti y contó, desesperada, los secuestros que se acababan de producir en la puerta de la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal
Cuando el sábado 10 de diciembre se levantó temprano, maldormida, compró el diario con la solicitada publicada. Era un triunfo a pesar de todo. Volvió a salir de su casa antes de las nueve, a hacer compras.
«¿Qué querés almorzar, nena?», le preguntó a su hija Cecilia. Apenas movió la cabeza de la almohada para decirle que quería pescado. Con la bolsa y el monedero, Azucena fue hasta la avenida Mitre en busca del mercado, pero allí la interceptaron.
Azucena intentó resistir gritando y tirándose al suelo, pero los hombres fueron más fuertes y la cargaron a un coche. Así, el trabajo de infiltración de Astiz lograba capturar a la creadora de las Madres de Plaza de Mayo.
La metieron en «Capuchita» dentro de la ESMA, con su vestido de mangas cortas, atada y vendada. En las horas siguientes, ella descubrió que allí había otros detenidos y les preguntó sus nombres así, cuando la dejaran libre, avisaría a sus familias. También les dio el nombre de su hijo secuestrado por si alguien sabía algo de él. Pero casi no tuvo más tiempo. Antes de que pasara una semana la sacaron de allí, la subieron a un avión y la arrojaron al mar.
Los cadáveres aparecieron en las playas bonaerenses, a la altura de los balnearios de Santa Teresita y Mar del Tuyú, y según los médicos policiales que examinaron los cuerpos, registraron que la causa de la muerte había sido «el choque contra objetos duros desde gran altura».
Las autoridades locales dispusieron de inmediato que los cuerpos fueran enterrados como NN en tumbas individuales en el cementerio de General Lavalle.
En 2003 la intendencia de General Lavalle, a raíz de una investigación periodística de estudiantes de Periodismo de la Universidad de la Plata, informó de la existencia de nuevas tumbas NN en el cementerio de la ciudad.
El 8 de julio de 2005 el juez Cattani recibió el informe estableciendo que tres de los restos individualizados pertenecían a las dirigentes de las Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor de De Vincenti, Mary Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga, secuestradas entre los días 8 y 10 de diciembre de 1977 cuando integraban el grupo de la iglesia de la Santa Cruz.
Los dos cuerpos femeninos restantes identificados con posterioridad corresponden a la religiosa Leonie Duquet, secuestrada el 10 de diciembre de 1977 en Ramos Mejía y trasladada a la ESMA, y a Angela Auad, quien se acercó a las Madres porque tenía a su marido, Roberto Genovés, preso en el Chaco.
En Diciembre de 2005, las cenizas de Azucena Villaflor fueron enterradas en la Plaza. De la ceremonia se encargaron su hija y otros familiares de desaparecidos. Los restos de Villaflor quedaron bajo azucenas blancas y claveles rojos, junto a la Pirámide y frente a la Casa de Gobierno.
Fuente: heroinas.net