Martín Miguel Güemes Arruabarrena 

El día martes 27 de junio de 1806 desembarcan en la Jurisdicción del Virreynato del Río de la Plata, en su Capital (Bs. As), territorio al cual pertenecía la Intendencia de Salta del Tucumán (creada en 1782), un ejército Británico dispuesto a conquistar por la fuerza el espacio que desmembrado (después de 1825) constituye la República Argentina. La Reconquista (1806) y Defensa (1807) de Buenos Aires como Capital del Virreinato, es un símbolo de nuestra resistencia común, de reafirmación de nuestra autoestima como pueblo y de identidad como nación indo – hispano – criolla ante el mundo. Esta evocación histórica se genera en la necesidad de Reconquistar y Defender nuestra tradición de Libertad e Independencia ante toda dominación extranjera, como reza el acta de la Independencia de las Provincias Unidas de Suramérica (9 de julio de 1816). Mandato de futuro a las sucesivas generaciones argentinas. Ayer, hoy y siempre… Todos y cada uno de los hombres, mujeres y niños, que enfrentaron al orgulloso ejército inglés, formaron luego parte del proceso político y social que desembocó en la independencia nacional suramericana. Nuestro más profundo sentido de Patria nace en esos días de gloria, de la epopeya de un pueblo conducido por sus Caudillos, tales: Santiago de Liniers, Martín de Alzaga, Juan Martín de Pueyrredón, Cornelio Saavedra, José Gervasio Artigas, Martín Miguel de Güemes, Juan Manuel de Rosas, Estanislao López, Felipe Ibarra, Juan Bautista Bustos, entre otros. Sin duda, padres de la autonomía provincial, regional y Suraméricana.

La historia como algo vivo, las ideas, sus acciones, actuantes en nosotros, nos permiten reconstruir los orígenes de nuestra Patria, nuestra identidad fundante. Al rememorar de donde venimos, nos incita a comprometernos con nuestro presente, a diagnosticar nuestros problemas, a saber a dónde vamos. Al tener una dimensión aproximada de lo que hoy somos, gracias al pasado, repensar tendencias de actuación, proyectos de vida en común. Intentar saber qué somos capaces de hacer. En base a ese fenómeno de autoestima de los pueblos, llamado identidad, es posible estimular a una comunidad organizada, despertar nuestra nostalgia de futuro. Pensar un país distinto, en el marco de la Patria Grande. Este legado histórico es un elemento esencial de nuestra identidad nacional, y por ello, la tarea de los historiadores, de los docentes, es parte de la tarea educativa necesaria para la consolidación de los valores patrios. Necesitamos predicadores. Desde allí, desde la difusión y la reflexión de la historia con nuestra juventud, podremos vislumbrar un renacer del alma nacional, fuego sagrado que insufla patriotismo a las instituciones de la libertad, al imperio de la ley, al Estado de Derecho. A la República y al federalismo como asignaturas pendientes del País de los Argentinos. Siempre contando con la brújula de la igualdad de oportunidades para todos.

La Invasión Británica, una campanada de atención: En 1806, al tomar los británicos Buenos Aires, se inicia el período llamado de la Independencia. De manera intuitiva, causal, la dirigencia épocal nacida de la necesidad, y el pueblo, construyen la historia.

A partir de esta fecha queda evidenciada la fragilidad del Imperio Español, en lo que respecta a su defensa sobre el Reino de Indias. El ascenso del Imperio Inglés en la arena de la lucha política y económica mundial, desatada con la revolución industrial, genera en su dirigencia la necesidad de conquistar mercados, nace: la vocación Imperial Británica.

Esta invasión militar británica de 1806 y 1807, trae como consecuencia en el seno del Virreynato del Río de la Plata, la conformación de bloques ideológicos y de intereses, a favor y en contra de esta situación extrema (la ocupación militar), que conforman los primeros enfrentamientos internos, causa principal de nuestra frustración de constituir los Estados Unidos del Sur. Ante el invasor desembarcando en las costas del Plata y el peligro en ciernes que ello significaba, la sociedad virreinal se polariza entre el bando hispano – criollo–gaucho y los sectores que sin apoyar directamente una victoria militar, son afines a la corriente mercantil británica. La corriente libre cambista (anglosajona), auspiciada por las ideas de Adam Smith, tendrá respaldo en sectores ligados al comercio porteño (al contrabando), favorecidos con la exportación de materias primas y la importación de manufacturas; se sumaban a estos, aquella intelectualidad influida por la nueva corriente ideológica nacida en la Revolución Francesa. El iluminismo racionalista burgués. Auspiciantes del capitalismo europeo… es decir: del desarrollo inglés o francés. Los logistas, autodenominados: progresistas (al igual que hoy), son contrarios o ambiguos en relación a un auténtico desarrollo capitalista autónomo en nuestra argentina y países suramericanos. La corriente criolla al enfrentar a los ingleses, y ante la insuficiencia militar y política de la burocracia Virreinal, busca vincular a la resistencia a sectores populares, ajenos hasta ese momento de la vida pública. De esta forma, gauchos, negros, mulatos, zambos y aborígenes, procedentes de las orillas y del interior, se incorporan a la lucha, tomando conciencia de su poder y destino. Este frente de resistencia al ejército británico, daría nacimiento al primer antecedente de los movimientos nacionales y populares suramericanos. La reconquista popular del viernes 12 de agosto de 1806, no es otra cosa que el fruto de la organización y entrenamiento militar de las milicias, origen del Ejército patrio. Su fuerza vital, fue el espíritu nacional. La participación fue la forma que adopto el patriotismo. Sus conductores políticos y militares, asumieron su representación genuina, en suma: ese fue su legado a nuestros días …