Una tesis de Comunicaciones de la UNSa analiza los procesos de construcción identitaria en empleadas domésticas bolivianas del barrio Tres Cerritos. ¿Cómo se perciben y son percibidas? ¿Cuáles son las estrategias de contestación y supervivencia de estas trabajadoras? (Por Andrea Sztychmasjter)
“Digo ¿Por qué la vida es tan dura?… La mujer trabaja mucho, creo que trabaja más que el hombre porque después sale de trabajar en otro lado y vuelve a trabajar a la casa y el hombre no, el hombre trabaja en su trabajo y va a la casa y tiene todo limpio, todo servido… si es un buen marido comparte tareas, por lo menos te dice ‘yo voy a poner los platos’”, son las palabras de Celia, una empleada doméstica boliviana, citada por María Florencia Tolava, autora del trabajo de investigación “Procesos de construcción identitaria en empleadas domésticas bolivianas del barrio Tres Cerritos de la ciudad de Salta”, dirigido por Ramón Burgos.
Florencia Tolava hoy licenciada en Ciencias de la Comunicación de la U.N.Sa explica que desde hacía tiempo venia escuchado algunas quejas, rumores y comentarios del descontento de algunas empleadas del barrio, eso sumado a su historia, sus orígenes y algunas experiencias personales de discriminación la motivaron a elegir el tema de investigación:
“Elegí el tema por tres principales cuestiones: por un lado tiene que ver con un material bibliográfico que alguna vez leímos en la carrera y de ahí comencé a buscar antecedentes o experiencias que se acercaban al tema. Por otro tiene que ver con mi historia. Y por último algo que engloba las dos cuestiones anteriores, por una decisión política de revalorizar los pequeños relatos de la colectividad residente boliviana. Es importante comprender que además de ser muchas veces víctimas de racismo y xenofobia, son sobre todo actores con voces activas y gestores de su propia realidad con capacidad creadora de resistir, gritar y proponer”, refleja la licenciada.
Este trabajo que se enmarca dentro de los estudios de comunicación intercultural rico en testimonios se centró en entrevistas a mujeres bolivianas empleadas domésticas en su mayoría entre 50 y 60 años de edad del barrio Tres Cerritos, pero ¿por qué específicamente fue ese el barrio elegido?
“Situar mi trabajo de investigación en el barrio Tres Cerritos tiene que ver con que lo considero como un espacio en donde se produce la convivencia de diversos sectores sociales. En el mismo barrio en donde el NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) es bastante bajo, referenciado como zona residencial con grandes estructuras edilicias; es a su vez lugar de trabajo de sectores populares”, señala Florencia.
Mujer, inmigrante y trabajadora
Según pudo rastrear la autora, los antecedentes teóricos e investigaciones sobre la comunidad boliviana en Salta, estiman que el número de residentes bolivianos alcanza los 70.000 en toda la provincia y en Salta capital viven 28.926. La colectividad boliviana es a su vez la población inmigrante más grande de Salta y la segunda en Argentina.
El trabajo señala además que “alrededor del 40% de los que viven actualmente en la ciudad (Salta) han llegado antes de 1969 y se han establecido permanentemente entre 1960 y 1970. Este es el caso de la mayoría de nuestras entrevistadas”, y resalta “el Consulado de Bolivia sostiene que en la ciudad conviven hasta tres generaciones de migrantes”.
En el NOA, según el Informe de Situación Laboral del Servicio Doméstico en la Argentina elaborado por el Ministerio de Trabajo (2004), y citado en la tesis, el 25,9% de las asalariadas -la cuarta parte de la población femenina- se desempeña en el trabajo doméstico remunerado. En el caso de Salta, una de cada cuatro asalariadas se dedica a esta actividad. “Puntualmente en Salta el servicio doméstico ocupa un 12% sobre el total de los ocupados, según la EPH y el INDEC. Por otro lado, las trabajadoras del sector presentan una escolaridad en promedio más baja que el resto: el 70% no había finalizado el secundario”.
La tesis de Florencia cita un completo trabajo realizado por Gabriela Ferro “El caso del empleo doméstico en Salta, en el contexto de las transformaciones regulatorias del sector”, de él se desprenden algunos datos respecto al perfil productivo histórico de Salta: una de las provincias con mayor incidencia de la pobreza y desigualdad de la riqueza; estructura productiva ligada a sectores de baja productividad; baja industrialización, y un alto grado de terciarización. Los sectores identificados como los de mayor ocupación son la agricultura, los servicios, y dentro de éstos el empleo doméstico en particular.
Es de esta manera que Ferro señala cómo en el caso de Salta, a diferencia de otras provincias, el empleo doméstico registra un considerable aumento en cuanto al porcentaje de ocupados que absorbe sobre todo luego de la crisis de 2001: “Algunos autores han vinculado el sostenimiento de cifras elevadas de la actividad a las pautas culturales (aristocráticas) de los sectores demandantes que entienden el empleo doméstico como un valor social y a la elasticidad del precio-de la fuerza de trabajo, cuando las posibilidades de acceso a otras ocupaciones se encuentra limitada debido al perfil productivo regional”.
No soy la de antes
En la tesis se puede observar un punto en común en cuánto a la autopercepción de las trabajadoras y la imagen de ellas que tienen desde el afuera no solo los vecinos del barrio sino también a partir del propio discurso institucional (Dirección de Asuntos Extranjeros de la Municipalidad de Salta, el Consulado de Bolivia en Salta, el Consulado General de Bolivia, la Dirección Nacional de Migraciones y la Nueva Colectividad de Residentes Bolivianos de Salta). Esta coincidencia se refiere a la concepción: “la mujer boliviana es trabajadora”.
Florencia explica así este rasgo: “La imagen de las empleadas bolivianas como ‘trabajadoras’ continúa apareciendo extendiéndose como un rasgo de la comunidad residente boliviana en general… Las instituciones ponen énfasis en este rasgo mencionándolo como el más destacado, con un sobrevalor al igual que la imagen anterior de autopercepción. Ser ‘trabajador’ es una virtud que parece diferenciarlos del desempeño laboral de los argentinos y se destaca el aporte realizado a la economía del país (…)”.
La investigación propone como hallazgo las “estrategias de contestación” que las trabajadoras utilizan “donde la contestación o respuestas inesperadas, tanto verbales como no verbales, manifiestan una capacidad creadora de atreverse a demandar por lo que en tanto como ciudadanas trabajadoras les corresponde”.
Los testimonios citados en la tesis dan claramente un ejemplo de esto: “(te dice) `mirá Rosmery ahí no pasaste el trapo, agachate´. Eso para mí es una ofensa inmensa, porque para mí eso ya no se usa. Ya no hay gente esclava de nadie y yo se lo digo a ella (la empleadora) dice que yo tengo el mismo carácter que ella, porque yo no me callo cuando ella me dice cosas, ¿por qué yo me tengo que agachar? ¡Que se agache ella! Entonces yo no me agacho”.
“Ahora ya no alcanza y me corresponde. Ahí en la tele están diciendo los derechos de las empleadas domésticas” (Elsa). “Además, ¿por qué te tienen que tratar mal si vos sos persona como ellas?, si yo estoy entregando mis pulmones y ellos están entregando su plata, si no le gusta ` ¡allá!´” (Rosmery).
Es así que la autora identifica soportes individuales y colectivos de las trabajadoras para poner en practica estas estrategias de contestación: “Viéndose respaldadas por su antigüedad y trayectoria laboral, más reconociendo sus derechos como trabajadoras del hogar y acompañadas y aconsejadas por sus pares; comienzan a darse situaciones de contestación frente al mal trato, al mal pago o como resistencia al sistema de vigilancia a las que muchas veces las empleadas son sometidas”, reflexiona-
“Se utilizan los soportes –antigüedad, trayectoria laboral, reconocimiento de sus derechos, reuniones entre amigas- como plataformas o respaldos fundamentales para atreverse a contestar”, señala y agrega que se da en forma de respuesta a “una triple discriminación” (por la condición de migrantes, por trabajar en un empleo “típicamente femenino” y por las condiciones laborales como trabajadoras del hogar). Es aquí donde el “discurso oculto” es visto como una forma de comunicación popular y alternativa de resistencia.
Si bien el trabajo sostiene que las estrategias de contestación no representan cambios estructurales en la situación del servicio doméstico, en términos generales, sí demuestran una impugnación de los sentidos de la relación empleador-empleada. “Algunos podrían decir que esa resistencia práctica y discursiva solo busca soportar una situación a través de refunfuños y quejas sin lograr ningún cambio en las relaciones y condiciones del servicio doméstico; ‘en un nivel este argumento es perfectamente cierto, aunque irrelevante, porque nosotros tratamos de mostrar que esas son las formas que adopta la lucha política cuando la realidad del poder hace imposible cualquier ataque frontal. En otro nivel, habría que recordar que la acumulación de miles y miles de actos insignificantes tienen un poderoso efecto en la economía y en la política’ ”, refleja el trabajo.
-En 2014 fue reglamentado el “Régimen de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares”. En Salta, en 2004 se firma el decreto provincial Nº 934 que establece la obligatoriedad de una libreta de trabajo para estas trabajadoras. En 2007 se crea el “Programa Servicio Doméstico” del Ministerio de Trabajo del Gobierno de Salta.