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Y parió la abuela

La frase se usa indistintamente ya sea diciendo “éramos muchos” o “éramos pocos”, pero el colofón es el mismo: “Y parió la abuela”. Aunque prefiera personalmente la primera fórmula, lo que interesa es que se trata de una expresión popular y sarcástica que hace referencia y enfatiza la idea de que algo que venía mal se agrava todavía más tornándose en un hecho complejo o incómodo. Es decir, es una frase que expresa todo lo contrario a lo que dice. De ahí que se pueda relacionar con la idea de exceso, detrimento, daño o desventaja.

Por Alejandro Saravia

¿Qué es lo que venía mal? Pues, el sistema político de la provincia de Salta. En efecto, desde 1983 gobierna el peronismo con el mero interregno del gobierno de los renovadores (PRS) entre los años 1991 a 1995, en los que el gobernador fue Roberto Ulloa y el vice Ricardo Gómez Diez. Ese intervalo sirvió para que nuestra provincia, por esas cosas de la providencia, no sea entropada con aquellas que responden a la idea de un emirato o de un feudalismo por haber sido siempre gobernadas por un mismo y solo partido hegemónico: el justicialismo, con todas las denominaciones que tal cosa soporta. Estamos hablando de San Luis, Formosa, Tucumán, Santiago del Estero, aunque este último con alguna particularidad a la que luego aludiremos. Salta no entraría en ese listado socio-periodístico en virtud de que quienes hacen éstos afirman que acá hay “alternancia”. A las comillas las pongo yo porque se lo merece.

Tras el interregno de los renovadores, posibilitado por la interna justicialista, aquella del eje cromático que hacía girar a los cholos por un lado y a los negros por otro, vinieron los doce años de Juan Carlos Romero y los doce años de Juan Manuel Urtubey, es decir, 24 años, un cuarto de siglo de dos gobiernos justicialistas que consolidaron a nuestra provincia en el fondo de la tabla de posiciones. En efecto, según el muy serio economista Jorge Paz uno de cada dos habitantes de Salta es pobre. Es la provincia con mayor pobreza del país y, a la vez, la más desigual en cuanto a la distribución de ingresos. Es un dato de la realidad tal como lo expuso el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde) en el informe «Pobreza y capacidad humana en la provincia de Salta».

La consecuencia institucional de esos gobiernos, ya que a las socioeconómicas las acabamos de señalar, fue la consolidación de un sistema político hegemónico en la que el justicialismo, con todas las denominaciones que quieran ponerle según las circunstancias, es el único sujeto, el único actor político de la provincia. El dueño del Estado y de los departamentos que la componen. En consecuencia, de la Cámara de Diputados y de Senadores. Y de la Corte de Justicia, hoy de 9 miembros. Anche de la Auditoría General. Es decir, de todo el poder y de los controles que deberían limitarlo.

Cuando todos esperábamos que Gustavo Sáenz en un acto de despojo virtuoso, propio de su manera de pastor anglicano, que le valiera el mote precisamente de pastor Sáenz, habría de abrir el sistema político de manera de oxigenarlo y acomodarlo a las formas dibujadas por nuestra Constitución Provincial, desdibujadas por las pasadas y mañosas gestiones gubernamentales de un cuarto de siglo de sus antecesores Romero y Urtubey, creadoras del unicato del subdesarrollo, Sáenz, digo, inspirándose al parecer en el Movimiento Popular Neuquino (MPN), el de los Sapag, se aprestaría a dar nacimiento a un movimiento provincial que lo tendría a él, por supuesto, como conductor. Por eso lo del título de la columna: “Éramos pocos (o muchos), y parió la abuela”.

Sus modelos referenciales, insisto en ello, serían el MPN (Movimiento Popular Neuquino) y el Frente Cívico de Gerardo Zamora, de Santiago del Estero. Es decir, dos sistemas hegemónicos. En otras palabras, se institucionalizaría lo pergeñado por los dos antecesores en la gobernación de nuestra provincia.  No sería, entonces, una disrupción, sería un perfeccionamiento y una profundización. Insisto, una institucionalización. No sólo tendría un direccionamiento hegemónico sino que entrañaría una maniobra tendiente a evitar una definición: el pastor Sáenz, coqueto, se dedicó a coquetear con las dos coaliciones nacionales, el Frente de Todos, en el gobierno, y Juntos por el Cambio, en la oposición. Y, como quien juega a dos puntas, llega un momento en que tiene que definirse por alguna de esas puntas. Pues bien, Sáenz, del laberinto pretende salir por arriba, como Dédalo, constructor del laberinto de Creta. Para hacerlo, en lugar de alas pegadas con cera, arma un movimiento provincial, como instrumento negociador a nivel nacional con unos y con otros. Mientras, el sistema político salteño, en lugar de ser corregido de sus defectos, éstos son acentuados. Los opositores son seducidos con prebendas y cargos, lo demás con pautas.

Para ubicarnos hagamos un poco de historia. El origen del Movimiento Popular Neuquino en 1961, estuvo influido por dos grandes circunstancias: la creación de la provincia de Neuquén y la proscripción del peronismo. El antiguo territorio nacional de Neuquén fue elevado a la categoría de provincia por una ley sancionada el 15 de junio de 1955, pocos meses antes del  golpe de Estado que derrocara al presidente Perón y proscribiera políticamente al peronismo. Desde entonces el MPN ganó todas las elecciones dando nacimiento a lo que se denominó neoperonismo o peronismo sin Perón. En nuestra provincia, sin irnos tan lejos, hubo algo semejante: el Movimiento Popular Salteño de Ricardo Durand.

A su vez, el Frente Cívico por Santiago, de Gerardo Zamora, es heredero de dos matrices: la de la intervención a la provincia durante la presidencia de Néstor Kirchner, en 2005, en la que el interventor fue Pablo Lanusse, hoy defensor de Macri, y la otra matriz fue precisamente la de Carlos Juárez que gobernaba la provincia autocráticamente, junto con su mujer, Mercedes Aragonés de Juárez. Pícaramente, Zamora, radical, se sumó a la Concertación Plural de Néstor Kirchner, se hizo un ferviente kirchnerista, razón por la cual fue expulsado de su partido, y desde entonces gobierna Santiago, alternándose, eso sí, con su mujer, Claudia Ledesma de Zamora, hoy senadora nacional y Presidenta Provisional del Senado, es decir, en la línea sucesoria presidencial. La Pinedo del kirchnerismo. Zamora volcó sus vinos en los odres de Juárez y siguió sus pasos. Tienen el mismo sabor y olor.

No se ve un buen panorama desde el puente. Más de lo mismo no es avance, es retroceso.