No cabe dudas que es muy bien para Salta sentir, por fin, que forma parte del país Argentina. Territorio lindante con otros países, lejano al centro de ebullición de acontecimientos interesantes; al fin mirada. Tomada en consideración, etcétera.
(May Rivainera)
Este año la celebración de la fe durante la semana del milagro en Salta ha traído visitas inesperadas. Se supo que, por protocolo, el presidente de la nación está siempre invitado; mas éste año se hizo de público conocimiento no era bienvenido cuando un representante de la institución Iglesia expresó su disconformidad con que aterrizara el Sr. Mauricio Macri en aires de paz y renovación de fe. Cabe la duda de si la decisión del Sr. Presidente habrá tenido que ver con intenciones de campaña, en cuyo caso habría que deducir de su actitud, una herejía para con un rito religioso y falta de respeto a los feligreses en la dignidad de su fe cristiana.
También con sospechosas intenciones de campaña, durante Septiembre iba a visitar la ciudad la candidata a Vicepresidenta Cristina Fernández. Desde un lugar diferente, algo sutil por cierto, con motivo de la presentación de su reciente libro Sinceramente.
No cabe dudas que es muy bien para Salta sentir, por fin, que forma parte del país Argentina. Territorio lindante con otros países, lejano al centro de ebullición de acontecimientos interesantes; al fin mirada. Tomada en consideración, etcétera.
Causa algo de alegría que estrategias y métodos de realización de campañas políticas se renueven. Prácticas éstas significativas, llegando ya al último tramo de un periodo de cuatro años de un gobierno que, si bien se ha abstenido del uso de cadenas nacionales para comunicar al país sus planes de acción encaminados a distribuir el Bien, la justicia social y un discurso que apelara a la formación de un pensamiento político; no ha dejado de hacer uso de la palabra oral para tranquilizar y motivar con esperanzas a los votantes que habían elegido el proyecto Cambiemos.
Significativo decía, en tanto debe haber sido éste uso de la palabra motivacional y encono del sacrificio (sólo del ciudadano a pie, vale aclarar), la exacerbación de estafa retórica en los antiquísimos discursos políticos. A esta altura de la costumbre en escuchar a un líder hablar a la muchedumbre, es necesario que sorprenda la creencia en las diferentes promesas de campaña que se despliegan.
No era imposible creerle a Menem, por ejemplo, en los ’90 cuando el progreso tecnológico sonaba aún posible y nadie había comprobado en carne propia el avance tecnológico en el hecho que un celular última generación aparece en las góndolas cada semana. No nos fuimos a China en diez minutos, cierto, pero tampoco alcanzado la pobreza cero; considerando también la magnitud de las consecuencias en el incumplimiento de una promesa y de otra.
El punto es si la presentación del Sinceramente tiene que ver también con la puesta sobre la mesa de cartas disponibles para la partida que se jugará en este Octubre de urnas.
Podría pensarse en el clásico alegato con que se interpela al peronismo K. Y decir que Néstor Kirchner no ha sido Perón, que peronistas K, de peronismo sólo llevan el nombre. Decir que, del mismo modo, Cristina Fernández no es como Néstor Kirchner y ese mito de Eva y Perón que atizan, es ya empezar ganando afinidades. Pero qué hacer ante la militancia cuando está a la vista que los orígenes sólo sirven de inspiración y para diferenciarse de otros bandos. Ese Sinceramente trae inevitables reminiscencias a otro libro, La razón de mi vida.
Entonces, era necesaria esta ¿campaña?, cabe la pregunta porque si los ya convencidos no necesitan convencerse, ¿a qué público se convoca? Históricamente el peronismo tiene el peso de haber desmitificado la idea del político detrás del escritorio y consolidado la noción del líder que estrecha la mano de sus compatriotas. Y si de estrechar saludos se tratara… Llama la atención cómo un radical se sienta más cerca de un proyecto de gobierno que apunta al bien empresarial antes que a aquel que convoca al consumidor final.
Tal vez (aunque este terreno es espinoso, árido y complejo), esa cercanía se justifique en que del lado del radicalismo el político se vale de la existencia del Estado para fundamentar sus acciones; mientras que el peronista en la noción de Pueblo para diseñar el ejercicio de su gobierno. Con lo cual de un lado (radicales) tenemos la bandera de corrección y legalidad, en tanto que del otro (peronismo) el alegato que el líder, en nombre de sus buenas intenciones, hace uso del poder para favorecer autoritariamente al lado de la balanza que prefiere (el pueblo, la gente, el que ahorra para vacacionar). ¿Pero qué es la política si no uso del poder?
Retomando el asunto de los discursos políticos y las garantías, ¿se presentarán ahora discursos impresos?, ¿será tiempo de atender más bien a algo que habría que buscar más allá de las palabras del candidato a un puesto de poder en la organización del Estado? Buscar tal vez, si no en los antecedentes penales (donde es difícil encontrar una moneda brillante sin mugre), sí en el horizonte de sus propuestas… No tanto a donde proponen llevar el país y su economía sino en los medios que propone para llegar a la tierra prometida. ¿Y seguirá vigente que se elijan gobernantes por lo que sería menos peor?
También es claro que Cristina Fernández no es como Alberto Fernández, que el país que quiere recibir la fórmula Fernández – Fernández no se parece a ninguno anterior; ni al que tomó en manos Alfonsín, ni a la abundante Argentina que encontró Perón, ni a la desgarrada Argentina que tomó Néstor Kirchner, ni a la (inserte aquí su adjetivo) Argentina que hizo Mauricio Macri.
¿Qué diferencia hay en empapelar una ciudad con afiches de propaganda e imprimir un libro de historia para construir conciencia política partidaria, histórica y pasional? Porque no hay que olvidar que el peronismo es un sentimiento, aunque diferente que otros sentimientos políticos. La fuerza le viene de una generación tras otra que puede poner la firma a que un/una/une laburante/a/x alcanza a comprar vino y asado para el fin de semana sin que le sangre el bolsillo ni la espalda.
O bien, el Sinceramente viene a querer borrar la memoria de las persecuciones de la triple A mientras se tenía de rehén al General Juan Domingo Perón. Tal como se ha borrado la memoria de la masacre de Enero en 1919, o la Patagonia Rebelde en 1921.
¿Qué quiere decir hacer campaña presentando un libro autobiográfico, cuando la propia vida ha estado atravesada por la política y la militancia en el país natal? Puede que quiera decir esté buscando llamar la atención de un público que ha aprendido a leer y practica la lectura.
¿Otro acto de egolatría? No sé cómo se haya inventado la idea que un perfil bajo habla mejor de una persona que la conciencia de sí en el orden social. Asesinos resultan, por lo general, personas que pasan desapercibidas.
¿Presentar un libro con la propia historia para dejar por escrito que el peronismo no murió con Eva y Perón, sino que otra vez ha sido posible, después de los fundadores? Tal vez el Ego de la Ex Presidenta solicita dejar sentado que, si no ya Presidenta, alguna vez sí y con ideales justicialistas posibles en un mundo que no puede sustraerse al mercado globalizado.
Consciente de las pocas afinidades que hubo adquirido, Cristina Fernández sigue de pie en la lucha. Tal vez para limpiar el nombre de una ideología que ha hecho mucho por una clase social bien diferenciada como efecto de un sistema organizado para que los esclavos sean; en vistas, cómo no, de habilitar la discusión con aquellos que arremeten con que el peronismo camina hacia la formación de un ejército pago que siempre salga a su favor como sufragistas.
Sin embargo, no podría negar que un ejército comido tiene más posibilidades de quedar vivo que uno anémico y recortado. En una guerra, no ya armada sino mucho más estilizada; una guerra de empresarios donde el que pierde galguea y trabaja hasta sacar adelante un país que salió hace rato a paraísos extraños en moneda extranjera.