Por Alejandro Saravia

El Rey Midas es un personaje semi mitológico, rey de Frigia —de donde viene aquello del gorro frigio que engalana nuestro escudo— y cuya capital es Gordio —en donde Alejandro Magno cortó precisamente el nudo gordiano— y se le atribuye, a Midas, aquella virtud, o más bien condena, de convertir en oro todo lo que tocaba. Acá en nuestra muy noble y leal ciudad de Salta tenemos otras especies de seres casi mitológicos que, al revés del rey Midas, convierten en excremento, basura, todo lo que tocan.

Estamos hablando ahora del denominado Consejo de la Magistratura, engendro constitucional que supuestamente debiera gobernar el Poder Judicial, designar a sus integrantes y separar de su seno a quien no merezca tan alta investidura. En realidad lo que hace es nada más que acomodaticiamente postular una terna a gusto del soberano de turno para que éste haga como si eligiese de entre los mejores postulantes posibles un nombre para cubrir un cargo en el seno del sistema judicial. Todo, absolutamente todo, es una vulgar patraña, es un algo como si. Además, todos saben que es así.

Esta desnaturalización de las instituciones democrático-republicanas es un dato o ingrediente definitorio de un sistema político conocido como bonapartismo, aunque también, en Italia, se lo conoce como cesarismo. En cierta manera, lo que en Salta nos es dado vivir y soportar con una importante intensidad desde hace casi cuarto de siglo.

Hoy, nuevamente, otro escándalo se ciñe sobre el Consejo de la Magistratura. Y van….

Hace un tiempo, y en otra columna, dijimos que la provincia de Salta habría de servir como un  huevo de la serpiente, que en realidad funciona como una vidriera a través de la cual se puede vislumbrar un futuro hipotético y eventual.

“El huevo de la serpiente” es una metáfora popularizada por una película de los años 70 sobre el  proceso que condujo a la destrucción de la democracia alemana y su paulatina sustitución por un régimen totalitario a partir  de 1920. 

Se  refiere a que cuando está en la etapa de gestación, la serpiente puede ser vista a través de la cáscara transparente del huevo. Y lo que se ve es un bichito insignificante y hasta simpático, que puede incluso inspirar compasión. Por eso, nadie se atreve a destruirlo impidiendo su nacimiento. Pero cuando sale del huevo y comienza a actuar, el proceso no para hasta que la destrucción es total. Y cuando por fin alguien quiere hacer algo al respecto, es demasiado tarde.

Cuando los Kirchner trasladaron a nivel nacional el engendro realizado en su provincia, los argentinos nos descuidamos y no atendimos debidamente las señales que algunos lugareños de esa provincia patagónica nos hacían llegar. Así nos fue. Porque en verdad con ellos la cuestión no solamente fue la corrupción sino que lo realmente trascendente fue la histórica oportunidad que su berretismo gestionario hizo perder a nuestro país, en momentos en que nunca en su historia habrían de ser más favorables.

Del suculento superávit devenido del precio de nuestros productos de exportación —que generaron un flujo de 700 mil millones de dólares en esa década— no quedó ni una inversión trascendente. Ni siquiera una. Solo medidas cosméticas y demagógicas. Tras ellas todo nuestro capital colectivo acumulado se diluyó.

Con nuestro gobernador, postulante a presidente, puede pasarnos lo mismo si no miramos estas señales: desde el proyecto de ley de una supuesta autolimitación para postular candidatos a cubrir los cargos de jueces de corte; pasando por las disparatadas acciones populares de inconstitucionalidad interpuestas para librar a los actuales jueces de ese tribunal de la limitación constitucional respecto de sus acuerdos por seis años; la disparatada reforma constitucional pretendida que como señuelo mostraba la limitación de todos los mandatos, sin análisis alguno,  cuando lo único que en verdad se quiere es  la eternización de los actuales jueces de corte. Para llegar, ahora, a toda esta cuestión opaca, torpe, excremental que rodea la designación de un fiscal ante la corte.

Todo ello conduce a una pregunta insoslayable: ¿tan sucia está la conciencia para buscar tantos subterfugios en pos de una futura impunidad? Dejo en sus manos el interrogante. Y recuerden aquello del huevo de la serpiente. Después no digan que no se les advirtió.