Con una diferencia de 14 puntos Urtubey se encamina a una cómoda re-re-elección. Perdió en Capital como se preveía pero por un porcentaje escaso que sumado al rotundo triunfo en el interior lo definió todo. Romero denunció fraude apelando a supuestos y nada de pruebas. ¿Se baja? (Daniel Avalos)

A veces ser conocido es un problema. Sobre todo para aquellos que tras doce años de gobierno asociaron su apellido a la devastación provincial. Es el caso de Romero que  logró polarizar la elección con el actual primer mandatario pero la diferencia que este le sacó fue contundente: al cierre de la edición y con 2.798 mesas escrutadas de un total de 2.862, Urtubey llegó al 47,32% contra el 33,64% del exgobernador producto de los 287.056 votos conseguidos por el primero y los 204.078 del segundo.

Como se preveía, Romero se impuso en la capital provincial por cuatro puntos: 39,53% a 35,71%. Una diferencia de poco más de 10.000 votos (107.692 a 97.285) que estuvieron lejos de las expectativas romeristas que hasta hace muy poco aseguraba que la diferencia sobre Urtubey en la Capital llegaba a los dos dígitos.

El esperado  triunfo en Capital, sin embargo, debía estar acompañado por otros como en Orán y el Valle de Lerma. En esos distritos el romerismo desplegó un enorme esfuerzo pero en el departamento clave -Orán (lugar donde a Romero le había ido muy mal en el 2013 pero a Olmedo muy bien)- el “Frente Salta nos Une” sufrió una contundente derrota: 52,23% de votos “U” contra el 31,47% de Romero. Incluso en la ciudad de San Ramón donde el sojero Olmedo se había impuesto al apellido Urtubey en las legislativas nacionales del 2013, el triunfo de la fórmula Urtubey – Isa fue cómodo: 47% a 33% mientras en la inexpugnable Pichanal “U” que es el municipio oranense con el padrón más abultado después de San Ramón, la diferencia fue de 30 puntos.

En el Valle de Lerma la decepción no fue menor: en el 2013 Olmedo y Romero habían ganado por separado en cuatro de los cincos departamentos (Alfredo Olmedo  en Cerrillos, Chicoana y Rosario de Lerma; y Romero en Guachipas), pero ayer el oficialismo se impuso en los cinco departamentos del valle: Cerrillos 41,58% sobre 40,65%; Chicoana 59% sobre 29%; Guachipas 51% a 41%; La Viña 53% sobre 35%; y Rosario de Lerma 44% por sobre el 40%. Quebradas esas posibilidades romeristas, sus triunfos en la capital provincial y en los pequeños distritos de Cachi, La Caldera y La Poma no le alcanzaron ni siquiera para disimular la paliza electoral que el urtubeicismo le propino en el día de ayer.

Evidentemente Alfredo Olmedo también carga con el estigma del apellido. En los departamentos en donde según él su familia aportó al progreso colectivo, los resultados le fueron muy desfavorables. En Anta el oficialismo cosechó 19.405 votos (67,30%) contra los mezquinos 6.772 (23,48%) de Romero – Olmedo. En Rosario de la Frontera, mientras tanto, el oficialismo supero el 62% y el romerismo apenas superó el 24%.

Urtubey interior

En los 19 departamentos restantes que juntos representaban el 55% del padrón provincial (514.869 electores sobre los 422.255 de Capital, Cachi, La Caldera y La Poma) las diferencias fueron enormes. En San Martín que es el segundo departamento más importante de la provincia con un 13% del padrón electoral, los resultados fueron los siguientes: 44.875 votos (64,38%) sobre 14.988 (21,50%). Diferencias que en algún departamento se estiraron aún más: en Rivadavia el oficialismo llegó al 77% y el romerismo sólo al 14%. La diferencia que rozó el 50% se dio en Iruya (71% a 23%); en Los Andes la diferencia superó el 40% y en muchos otros las diferencias oscilan entre el 25% y el 30%.

Parece innecesario seguir detallando cifras. Lo cierto es que los resultados de ayer parecen irremontables de cara a las generales de mayo. No hay que descartar incluso que la diferencia se estire y Urtubey llegue o supere el 50% de los votos. Una situación que posee su importancia en una provincia con un alto componente de conflictividad personal en las contiendas electorales que se materializa cuando dos personalidades fuertes parecen querer ganarse no sólo porque digan representar proyectos políticos supuestamente antagónicos, sino también porque desean sentir el placer de quebrarle la moral al que hace de adversario.

Algunos retazos de la historia reciente pueden confirmarlo: cuando Juan Carlos Romero fue reelegido en 1999 con el 58% de los votos; el diario de su propiedad redactó un copete de tapa que decía que había ganado “con un caudal de votos que superó el histórico 54,7% obtenido por Miguel Ragone en 1973” (El Tribuno, 9/5/1999). Doce años después, la prensa “U” describió el contundente 59% con el que Urtubey se impuso sobre Olmedo (25%) en el 2011 con los mismos términos. De allí que no habría que descartar que entre los muchos objetivos de los candidatos se encuentren algunas obsesiones. Por ejemplo que Urtubey no sólo desee llegar al tercer mandato que en el 2003 había conseguido Romero, sino también hacerlo por un porcentaje superior al que el exgobernador había conseguido aquella vez que del 49%. Algo que el actual mandatario provincial  está en condiciones de conseguir.

Denuncias o paraguas

Cuando los escrutinios terminaron, el exgobernador Romero recurrió a los medios no para reconocer la derrota sino para denunciar fraude electoral. La advertencia ya la había hecho el viernes pasado cuando apelando a las  redes sociales sugirió esa posibilidad. La chicana se había interpretado ese día como un intento de abrir el paraguas ante lo que ya intuía o sabía de la segura y contundente derrota. Interpretación que hoy se reforzó en muchos que escucharon la denuncia mediática.

La situación habilita a pensar que al menos algunos contemplan la posibilidad de bajar su candidatura. No sería la primera vez que Romero protagonice una situación de esas. En el 2003 acompañaba a Menem en la fórmula presidencial que tras imponerse a Kirchner – Scioli por escasos dos puntos, prefirió bajarse del ballotage ante la segura victoria de un pingüino que en la primera vuelta había llegado a sólo el 22%, aunque el rechazo que generaba Menem en la sociedad le aseguraba un ballotage con un porcentaje que superaría ampliamente los 60 puntos. Cosa que todos sabemos que no ocurrió porque Menem se bajó y provocó que Kirchner recurriera a una frase nada cordial a la que seguramente Urtubey podrá recurrir si lo desea y Romero se baja: “Sólo este rostro nos faltaba conocerle: el de la cobardía”.