La filósofa Esther Díaz asegura que se deben combatir las “perimetrales”; “medida judicial perversa”. Señaló que mientras la Justicia la siga aplicando, colabora con el asesinato de mujeres.

Las “perimetrales” deberían impedir que un denunciado por violencia de género se acerque a la víctima. Pero, en rigor, no existen controles. Los numerosos casos en que el femicida ya tenía orden de impedimento de acercamiento e igualmente terminó asesinando, lo dejan bien claro. Es una medida judicial que en la realidad no siempre termina funcionando ni evitando femicidios.

En este sentido la filósofa Esther Díaz, doctora en filosofía, epistemóloga y ensayista se manifestó contra la Justicia, algunas juezas y jueces y la “perimetral”. Y abogó por hacer un poco de genealogía:
“La quema de mujeres acusadas de brujas comenzó tímidamente en el siglo XV y se intensificó en los dos siglos siguientes, no en el medioevo como a veces se cree, pero se reedita en nuestros días. Los inquisidores inventaban que una mujer se hace bruja después de tener relaciones sexuales con el demonio y, desde ese momento, le crece una tetilla minúscula en alguna parte del cuerpo con la que alimenta regularmente a su amante infernal. La prueba de que una mujer era bruja era encontrarle alguna marquita en el cuerpo (la supuesta tetilla) y, como en esas épocas no existían insecticidas, siempre alguna picadura servía de “prueba” de la tetilla oculta. Otra prueba era si había salido alguna noche (para encontrarse con su diabólico amante) y aunque todos testificaran que ninguna noche había salido, se la acusaba igual porque los jueces alegaban que se convertía en espíritu y salía volando montada en una escoba. En definitiva, la mujer siempre es culpable. Haga lo que haga lo es. Las acusaciones comienzan desde los poderosos y se reedita y extiende por todas las capas sociales. Siglos y siglos de esta repetición no se borran fácilmente, se potencian. Los inquisidores de hoy, a pesar de dirigir empresas periodísticas poderosas, ostentar cargos políticos o ser ciudadanos ‘de a pie’ están dispuestos a seguir culpando al tuntún a las mujeres incluso sin límite de edad. Existen registros de que se quemaban vivas desde lactantes a ancianas, desde monjas a prostitutas, pasando por todas las edades y condiciones sociales. Pues si bien fueron menos las nobles sacrificadas que las plebeyas, ni su condición social las salvaba. Siempre existe una María Marta García Belsunce que molesta a su propia clase social por haber estudiado sociología y hacer (a su manera) caridad u otras acciones que desentonen entre los dueños de residencias fastuosas, También molesta la simple mujer de barrio que, cansada del maltrato, decide denunciar”, describió y prosiguió:

“Y los jueces, tan insensible como los católicos que mandaban quemar a las mujeres de poblaciones enteras (en algunas localidades no dejaban viva ni a una) siguen ordenando ‘perimetrales’ para los violentos que, a la primera de cambio masacran mujeres.
Hay que combatir esa medida judicial perversa. Un violento no se detiene con una frontera simbólica, invisible e intangible. Hoy lamentamos otro femicidio por el que no solo habría que juzgar al criminal (si se pudiera, porque ahora se puso de moda que el matador se mate a sí mismo pasando de victimario a víctima), habría que juzgar a la justicia para que derogue esa medida inicua: la perimetral; habría que juzgar a los jueces que, hasta que deje de tener vigencia ese procedimiento criminal, lo siguen aplicando colaborando así al indiscriminado asesinato de mujeres”.