Los quirófanos del hospital San Bernardo están fuera de servicio desde hace dos semanas. Cientos de operaciones fueron postergadas. Tampoco el tomógrafo funciona bien: un joven de 17 años con un coágulo en la cabeza falleció porque no le hicieron los estudios necesarios. (DOM)
Paredes que se caen en las escuelas, quirófanos fuera de funcionamiento y tomógrafos que parecen estar de adorno… las falencias en dos áreas básicas para un estado, la educación y la salud, se han vueltos insoslayables justo días antes de que el gobierno afronte una elección que algunos toman como un plebiscito.
El hospital viene siendo noticias desde hace semanas. La fuga de gas sólo la hizo más evidente, pero el problema ya estaba: falta de presupuesto, falta de profesionales, falta de profesionalidad.
El martes se conoció el caso de una mujer de 98 años, de Cafayate, que estaba aguardando desde hace dos semanas una intervención quirúrgica. Muchas personas del interior, esperando, amontonadas.
“Me quebré el tobillo izquierdo, el 2, o sea que a mí me iban a operar en guardia, pero nunca me operaron. De ahí me llevaron a la sala de quebrados, me tuvieron dos días sin que el médico me vea. Después vino el médico y así, demoraban todos los papeles, los trámites… me tienen que poner tornillo, todo, ya tengo todos los materiales ahora y estoy esperando. Pero después de dos semanas recién me pusieron un yeso, que ahora me deja peor en la cama, porque no me puedo mover”, narró una mujer en Fm Profesional.
Otra señora, Rufina López, dijo que desde el 5 de julio que está ahí, con la canilla quebrada, esperando la operación. Se ha venido desde Orán y está acá, esperando. “Tengo mi marido pero no lo dejan entrar, solamente en las horas de visita, después tengo mi hijo que vive en Orán y se vuelve porque tiene que trabajar. Acá yo estoy sola”, comentó.
El cálculo era que había otras 900 personas aguardando entrar a quirófano, a las que tuvieron que postergar la intervención quirúrgica.
El Ministro de Salud, Enrique Heredia, trató de ver la mitad medio llena del vaso: “Las intervenciones de emergencia se están realizando o fueron derivadas al Hospital Oñativia y al Materno Infantil. La guardia sigue funcionando como así también el servicio al quemado”, dijo. Pero la verdad es que ni siquiera el gastroenterólogo trabajó bien.
Lo peor es que el caos del hospital y la ineptitud se cobraron una vida la semana pasada: la de un joven de 17 años, Gastón Tinte, que entró tras golpearse la cabeza y con la mente en blanco: no podía recordar su nombre, ni su número de teléfono. Debían hacerle una tomografía pero jamás la concretaron. De haberla hecho, no se hubieran limitado a ponerle unos puntos en la cabeza y a recetarle unas bayaspirinas: porque Gastón tenía un coágulo interno y eso fue lo que lo mató.