Lo llaman aeroclub pero no tiene ni un avión y cada vez se parece menos a un club. Reciben, además, 24 mil litros de nafta anuales del estado para formar pilotos pero la venden a terceros. El vicepresidente de la institución ni siquiera era socio cuando apareció en la fórmula electa. (DOM)
No, no es un cuento de García Márquez, sino algunas de las irregularidades cotidianas en un Aero Club Salta que probablemente sea la Asociación Civil sin fines de lucro que más lucra en esta provincia. Y para conseguirlo los integrantes de su comisión directiva han desarrollado una serie de maniobras tan inverosímiles y toscas como efectivas. Por ejemplo, venden la aeronafta que es otorgada gratuitamente por el gobierno de la provincia con el sólo objetivo de estimular la capacitación de nuevos pilotos.
La ley Nº 6374 es concreta: el subsidio mensual al Aero Club es de dos mil litros de nafta más 40 litros de aceite y son para que esta institución ayude a formar profesionales. Hace un año, cuando las autoridades de la Asociación civil fueron denunciadas, el Aero Club tenía un solo avión y aunque éste volara 24 horas por día no llegaría a ocupar ni el 35% de la nafta subsidiada. Actualmente, ese avión ni siquiera está en funcionamiento; lo que no ha impedido que la nafta se siga evaporando.
Aunque dirige un Aeroclub sin avión propio que funcione, la impunidad del presidente Jaime Capó es tal, que incluso llegó a plasmar en los libros de acta las pruebas de la comercialización de esa nafta regalada por el Estado. La justicia tiene copia de una de esas actas en las que se decide la venta de combustible. Compran, desde luego, los amigos de Capó que integran la comisión directiva, siempre muy por debajo del precio oficial. Si en 2013 el litro de aeronafta estaba a $8, los amigos compraron a $3. Es importantísimo recordar que acá hay un doble negocio: por una parte Aeroclub vende algo que le regalaron y, por otra, hay un comprador muy feliz, en parte porque compró más barato y sobre todo porque se salva de la facturación, de quedar en el registro y de tener que dar cuenta de qué tipo de viaje tiene programado realizar. Si se compra combustible en un lugar habilitado para este fin, como el aeropuerto, hay que dejar una constancia del vuelo que se hará y por supuesto pagar el impuesto de facturación. Todos estos controles tienen como fin la seguridad, tanto de los aviones como del espacio aéreo (evitar, por dar dos ejemplos, los narcovuelos o las fumigaciones clandestinas).
Haber conseguido una copia del acta en que se decide la venta fue toda una hazaña: al parecer, es una práctica común de las autoridades quemar documentación. Los papeles desaparecen, cual avión malasio.
Capó no corre, vuela
Al menos al cierre de esta edición el litro de aeronafta rondaba los $15. Y el Estado le da 24 mil litros, es decir 360 mil pesos. Y esta es solo una de las ingeniosas formas que tiene la comisión directiva de esta asociación sin fines de lucro para llenar sus bolsillos.
Otra, no tan ingeniosa, es el arriendo de campos. El terreno donde está emplazado el Aero Club pertenece al gobierno Nacional, específicamente al Ejército Argentino, que cedió esos campos con dos condiciones: el uso de los mismos debe ser gratuito e intransferible. Sin embargo, la comisión arrienda parte de esos campos y actualmente se siembra maíz, sorgo y soja. Además de violar la gratuidad y lo intransferible, el arriendo de esos campos también es grave porque Campo General Belgrano sigue siendo técnicamente una reserva natural y ellos están introduciendo flora ajena a la reserva. Para colmo, soja. Y hay que añadir que con algún avión privado por las noches arrojan insecticidas sobre los cultivos, lo cual está prohibido hacer en sectores cercanos a una población: los agroquímicos pueden tener consecuencias nefastas en la salud de los ciudadanos.
No sólo los campos se alquilan. Del mismo modo cobran -y en dólares- para armar hangares privados. Esto también es ilegal porque están cediendo el derecho de uso de manera onerosa.
Vuela, vuela
Sobre esos hangares hay, asimismo, muchas dudas; porque en teoría cada uno tiene su propio medidor de electricidad, de esa manera, cada cual paga lo que gasta. Pero algunos socios denuncian que los dos hangares de la empresa Flyventure, propiedad de Carlos Juncosa, están colgados de la electricidad general del Aeroclub, lo que significa que todos los socios terminan pagando esta parte. Flyventure además gasta: tiene un taller funcionando full time y no falta el aire acondicionado en verano. Esta empresa promociona con entusiasmo sus servicios en internet, entre ellos el ferry y el súper moderno taller: “Nuestras instalaciones corresponden a las de un taller modelo, totalmente nuevo…el mismo cuenta con laboratorios para la reparación de motores y partes especiales que requieren de cuidado particular. Ofrecemos servicio de reparación y mantenimiento de aeronaves hasta 5.700kg. Contamos con una sala de recepción de aeronaves y pilotos del tipo FBO en Estados Unidos, con Wifi, teléfono, sala de reunión, y todos los elementos necesarios para la planificación del vuelo cuando las aeronaves son retiradas del taller. El taller cuenta con un Pilot Shop donde podrá encontrar desde repuestos, hasta merchandising relacionado a la aviación…”
Unos socios le dirigieron una nota al presidente Jaime Capó para que detalle, en menos de 72 horas, las pautas y condiciones establecidas en todos los contratos vinculados a los hangares construidos en el predio. A los dos de Juncosa, hay que sumar el de Pablo Wirch, el de Roberto Guyer, el de Daniel Sansone, Javier Montero y el de Carlos Manzewitsch, Augusto Santillán y Marcelo Santillán. La nota ingresó el 19 de abril y todavía no existe una respuesta.
Má$ Duda$
El próximo 24 de Mayo puede ser un día clave en el Aero Club. Es día de asamblea para presentar el balance. Será una jornada tensa porque Capó deberá dar explicaciones sobre muchas irregularidades inexplicables. Entre las más relevantes, la del vicepresidente de la institución, Héctor Moisés. Una de las tantas notas que en estos días Capó recibió -y no contestó- requería un informe con documentación respaldatoria sobre la solicitud de ingresante que debería haber presentado Moisés antes de ser socio. Esa solicitud no se hizo nunca: Moisés llegó a ser vicepresidente sin ser socio, sin haber pagado, siquiera, la cuota de inscripción.
Es probable que el día de la asamblea estén presentes otros integrantes de la comisión directiva: Gabriel Benedetto, Gustavo Martínez, Juan Ëllero, Javier Montero, Sergio Zambrano y Valentín López. A todos ellos Sergio Luis Martínez los denunció penalmente por administración fraudulenta y malversación de fondos públicos (bajo esas carátulas se aglutinan algunos de los hechos mencionados en esta nota). A estas denuncias hay que añadir las de agresión física y amenaza, destinadas específicamente a Capó: el presidente del aeroclub lo encontró y no se acercó para dar explicaciones, sino para golpearlo y gritarle para que retirara su primer denuncia: “Tu mamá es una delincuente y una puta también” (sic), “Y vos sos un borracho” y “en este club la vas a pasar mal”.
El 24 de mayo es un día pre-patriótico para todos los argentinos. Para los socios del Aero Club puede ser, al menos, un día para exigir la vuelta a la normalidad.