A 30 años de la inauguración en nuestra ciudad del Colegio Raúl Scalabrini Ortiz, su directora, Raquel Espinosa, compartió con Cuarto Poder una semblanza del ícono del pensamiento nacional y que definió al pueblo como la “muchedumbre que va por la mañana y vuelve por la tarde”.
Raúl Scalabrini Ortiz nació en la ciudad de Corrientes el 14 de febrero de 1898. Realizó sus estudios superiores en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en Buenos Aires. Sus obras son numerosas y su participación en los periódicos más destacados de la época también. Falleció en Olivos el 30 de mayo de 1959.
Esta apretada síntesis sobre su vida se hace a los fines de no repetir datos que muchos conocen y por ser este hombre una figura reconocida a nivel nacional, por Decreto N°: 2.185/2.008 se declaró el año 2.009 como el año de homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz, coincidiendo con los 50 años de su desaparición física.
Por consiguiente, mi propósito en esta oportunidad es ensayar una lectura en relación con lo que para mí significa trabajar en este colegio que lleva el nombre del insigne pensador y escritor. Ingresé a la institución en 1988, un año después de su creación, atraída por la propuesta innovadora que en aquel entonces representaba el proyecto especial del BIRSO (Bachillerato Integral “Raúl Scalabrini Ortiz”), como aún hoy muchos siguen llamándolo.
En ese año leí El hombre que está solo y espera, una especie de Biblia porteña, para conocer algo sobre la vida y obra del hombre que le daba nombre al colegio. Un nombre que me era extraño y sobre el que decidí investigar. Más tarde, a partir de un seminario de Semiótica que el colegio organizó con la Universidad Nacional, decidimos con la profesora Raquel González de Cornejo escribir la historia del colegio, analizar su proyecto educativo y bucear más en la vida de Raúl Scalabrini Ortiz.
Muchas de sus obras no se conseguían en las librerías locales y hasta escribimos a la biblioteca provincial de Corrientes para que nos acercaran algunos textos. La mayoría del material con el que trabajamos fueron fotocopias. Las razones de este vacío bibliográfico no las analizamos en profundidad debido a que el nombre del colegio ocupaba sólo un capítulo de nuestro trabajo y esto no nos permitió profundizar más los datos biográficos. Sin embargo, es fácil inferir que, por su ideología nacionalista y popular, fue uno de los autores invisibilizados por los gobernantes de turno.
Algunos años después, durante un corto viaje a Buenos Aires, como todo lector en busca de rarezas literarias, visité ciertas librerías de la calle Corrientes y allí encontré un ejemplar de La Manga, libro de cuentos publicado en 2003 por una casa editorial que lo incluye en su colección “Los Olvidados”. Curiosa y llamativa edición ésta que ilustra al lector sobre la suerte que los textos tienen acorde a las circunstancias en que nacen. Scalabrini Ortiz muestra en ésta y en otras de sus obras la ciudad de Buenos Aires y a través de ella al país, en las décadas de 1920 y 1930. Su mirada recorre la urbe a través del centro y de la periferia y no escapan a su análisis los núcleos problemáticos de esas décadas. Esa misma mirada es la que pone de manifiesto las vinculaciones entre la historia, las ideologías y la política. En estos primeros textos así como en Tierra sin nada, tierra de profetas. Devociones para el hombre argentino, libro de poemas, se manifiesta ya el carácter de denuncia histórico-socio-económica que Raúl Scalabrini Ortiz profundiza en sus ensayos posteriores como Historia de los ferrocarriles argentinos, Cuatro verdades sobre nuestras crisis y Bases para la reconstrucción nacional, sólo por mencionar algunos ejemplos de su extensa producción.
Raúl Scalabrini Ortiz es un símbolo de la inteligencia nacional. Prueba de ello son las relecturas de sus textos en los años 70, años del compromiso de la literatura y la extrema politización, el posterior “olvido” de sus obras, producto de la censura durante los años de la dictadura y, finalmente, el actual interés demostrado por críticos como Beatriz Sarlo u Horacio González, exDirector de la Biblioteca Nacional, sólo por mencionar dos intelectuales de posturas ideológicas totalmente diferentes. El hecho de que se dicten seminarios con su nombre en las universidades más destacadas de la Argentina es otra prueba de la importancia de su pensamiento.
Contemporáneo de Borges, de Macedonio Fernández, de Arturo Jauretche y de Roberto Arlt entre otros referentes literarios, Scalabrini Ortiz compartía los intereses de la vanguardia por la forma y el análisis del lenguaje pero esencialmente formaba parte de quienes luchaban por una nación económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana. La metáfora callejera, o sea, la idea de asociar a un grupo con una calle y un café de Buenos Aires no lo identifica ni con Florida ni con Boedo. Scalabrini es el hombre de la Avenida Corrientes, más específicamente de Corrientes y Esmeralda, calles de la capital argentina que habitaba con placer; en ellas, recluido en algún anónimo bar o café pensaba a la Argentina y diseñaba su futuro.
He visto en la Capital Federal estatuas, por ejemplo, de Borges y de Adolfo Bioy Cásares en la Biella, en el Barrio de La Recoleta y otra estatua de Cortázar en un céntrico café de Avenida de Mayo. Ignoro si hay alguna de Scalabrini Ortiz en otro local pero estaría bueno proponer que se homenajee de igual manera a este hombre ejemplar.
Podría agregar una calle con la que asociar en el imaginario al hombre que hoy recordamos. Calle San Martín en la ciudad de Salta. Es la calle en la que está el colegio secundario 5.094 que lleva el nombre de Raúl Scalabrini Ortiz y, casualidad o no, una de las calles más emblemáticas de la ciudad. Es la calle del parque, del Mercado San Miguel, de los comercios mayoristas, de las ferias, del Mercado Artesanal, una de las calles más populares de la ciudad por donde con mayor frecuencia transita el pueblo, “esa muchedumbre – que a decir de Raúl Scalabrini Ortiz- va por la mañana y vuelve por la tarde”, es decir, la clase trabajadora. Y otra casualidad: la calle San Martín lleva el nombre de nuestro más querido héroe nacional, que al igual que R. S. O. también era correntino.
Quienes conocen la historia de nuestro colegio saben del largo peregrinar de sus integrantes por distintos espacios físicos hasta que nos dieron este edificio, en calle San Martín y Moldes. Podemos decir que éste es nuestro lugar. Espacio físico, espacio de acción y espacio de pasión, porque aquí estudiamos alumnos y profesores y aquí enseñamos y transmitimos valores. Desde aquí defendemos la educación pública. Este es el lugar que buscamos y, cuando uno encuentra su lugar, ya no puede irse. Por eso a 25 años de su egreso la primera promoción vuelve al colegio para recordar lejanos tiempos y para rendir su merecido homenaje a la escuela pública.
Por último, y como cierre de esta reflexión, me parece oportuno volver a referirme a Raúl Scalabrini Ortiz. Este hombre preocupado por el país y su destino falleció un 30 de mayo de 1959. Murió de cáncer, pobre y lejos de la fama. La mejor forma de honrarlo es recuperarlo del injusto olvido acercándonos a su pensamiento, conociendo sus ideas, los valores que defendía y sus propuestas. Es decir, leyendo los textos que escribió y que tienen una increíble actualidad.