El Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó a Blanca “Nenina” Lescano el hallazgo de los restos de su padre, Luis Alejandro “Chicano” Lescano, desaparecido en marzo del 76. Los restos estaban en el Pozo de Vargas de Tucumán en donde también aparecieron los restos del salteño Roberto Raymundo Vega. (Daniel Medina)

El 20 de diciembre de 1971, Luis Alejandro “Chicano” Lescano le escribió una carta a su hija Ana María. “Hija de mi alma: Nos están sacudiendo bien duro las contrariedades. Iba a decir que es imposible ya más; pero para qué adelantarse sobre lo que quien sabe aún puede venir. Lo importante es saber no bajar la guardia y estar listos para lo que sea”.

Lo que vino fue tremendo: Ana María -a la que todos llamaban Piojo- Estudiante del Instituto de Matemática y Física de la Universidad Nacional de Córdoba, militante del PRT, fue herida y detenida por la policía de Córdoba en esos últimos días de 1971 y juzgada por los tribunales militares del presidente Lanusse. Estuvo detenida hasta 1973, cuando el primer mandatario Héctor Cámpora otorgó la libertad a los presos políticos. Piojo salió en libertad y continúa su militancia como combatiente del ERP. El 26 de diciembre de 1975 la prefectura rescató su cadáver junto al de otro joven. Los dos cuerpos con sus manos y pies atados con alambre y sus cuerpos acribillados a balazos, flotando en el Riachuelo. Ambos fueron enterrados como NN en el Cementerio de la Chacharita, en Buenos Aires.

“Es cruel y duro que nosotros juguemos la vida de nuestros mejores oficiales cuando ellos mandan al combate la escoria de la gendarmería asalariada… Tenemos que meditar sobre los peligros de la autodestrucción… y esto no es cobardía ni derrotismo. Es retirada estratégica cuando más”, leyó Piojo en 1971. El hombre que la escribió nació el 28 de junio de 1912 y se inició en la política como dirigente estudiantil en la Universidad Nacional de Córdoba; en 1943 ya recibido de abogado, volvió a su provincia, Santiago del Estero, a ejercer su profesión. Junto al ejercicio de penalista, desarrolló una militancia política en el Partido Radical. Permanentemente denunció la corrupción a los negociados del gobierno de Carlos Arturo Juárez.

Lo que vino fue tremendo: el 13 de marzo de 1976 el hombre fue secuestrado por un comando dirigido por Antonio Musa Azar, jefe del departamento de Informaciones policiales de ese gobierno de Santiago del Estero.

No se lo volvió a ver. No se supo nada más de él. Hasta que el miércoles pasado, julio de 2013, integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense llegaron a Salta y golpearon a la puerta de Blanca “Nenina” Lescano para decir algo que sólo se puede decir cara a cara. Dijeron: lo encontramos. Lo encontraron a él. Su padre. El hombre que en diciembre de 1971 le escribió en una carta a Piojo, hermana de Nenina: “Completamente solo frente a la máquina de escribir, he podido substraerme por un momento a lo puro sentimental para llegar hasta ti con cosas pensadas en función del problema general”. Y también: “… los propios reducidos núcleos juveniles, en cuyas filas la muerte hace sus víctimas más preciosas, están realizando sacrificios que no son compensatorios en el balance de nuestras luchas miradas desde el ángulo científico y político”.

Nenina dice, ahora, que los restos de su padre estaban en el pozo de Vargas, un pozo de cuarenta metros de profundidad, en una finca de Tucumán, junto a otros cinco cuerpos. Dice “cuerpos” y se rectifica: no son cuerpos, son… restos óseos. Dice “restos óseos” y aclara: pequeños restos. Que su padre fuera secuestrado en Santiago del Estero y que sus restos fueran encontrados en Tucumán prueban, para Nenina, la conexión entre el feudo de los Juárez y Antonio Domingo Bussi, gobernador de facto de Tucumán.

Los otros desaparecidos encontrados son: Roberto Raymundo Vega (estudiante salteño radicado en Tucumán, que desapareció el 12 de enero de 1976); Segundo Bonifacio Arias (dirigente ferroviario de Tafí Viejo, secuestrado el 14 de febrero de 1976); Justina Andrea Carrizo (25 de febrero de 1976) Raúl Roque Danun (desaparecido el 13 de noviembre de 1976) y Eduardo Nicanor Giménez (5 de enero de 1977).

En la habitación en la que Nenina habla con Cuarto Poder hay una foto de Chicano. “Ese es mi papá”, dice Nenina, señalando la foto.

El hombre de la foto es el que le escribió a Piojo en 1971 para que volviera a casa: “Tengo a mi hijo postrado tal vez para siempre y a la madre pisando las fronteras de la locura. He perdido la vida de uno de los seres más queridos de mi amor y el más querido del amor de mi hija adorada. Vivo permanentemente en el miedo de perderte minuto a minuto… parece que necesitamos un poco de ayuda. La mamá puede tener en cualquier momento algún desenlace irreparable. Entre la tortura del enfermo, está viviendo la tortura de todos los noticiosos de la radio y de los diarios…. No conoce la última gran pérdida como la conozco yo en todos los detalles. Se hubiera enloquecido. Teme ansiosamente por ti, minuto tras minuto. Desde el viernes a hoy, lunes que la observé con un estado obsesivo crítico por tu vida. Lloró varias veces. Yo trataba de calmarla a ella y de ayudar al otro enfermo. ”

Piojo no leyó la carta en ese momento. Estaba fuera del país y apenas volvió la detuvieron, dice Nenina. Piojo no pudo leer el último párrafo de esa carta: “Si vinieras unos días a estar con tu madre y conmigo, nos ayudaríamos entre nosotros muchísimos. Sobre todo para tu madre, unos días que estuvieras con ella, podría tal vez tonificarla y hacer que recobre algo de su equilibrio psíquico”. No leyó: “Tesoro mío: te beso con el más grande amor”. No leyó: “Te esperamos, Papá”.

Nenina vive en Salta desde 1972 y tenía 30 años cuando de una plaza de Santiago del Estero desapareció su padre. En setiembre del 75 también allanaron su casa. Todos los Lescano estuvieron bajo la lupa de las fuerzas armadas. Casi 37 años después de ese rapto, Nenina habla con orgullo de su padre y de su hermana. Habla de Chicano como abogado penalista: defendió toda la vida a presos políticos y en ese momento tenía amigos que eran del Partido Comunista. Compañeros, amigos que recurrían cuando pasaba algo a su padre. “Fue diputado provincial en Santiago del Estero por el radicalismo”, dice. Sabe, también, por testimonios en la megacausa, que había fichas de seguimientos a su padre desde los años 50. Había seguimientos por haber participado de los congresos por la paz. “Las fichas decían que era marxista, zurdo, etc”, dice.

En la mesa, sobre la que está el grabador que registra la entrevista, también están los viejos recortes periodísticos (una foto de Chicano con Frondizi, por ejemplo) y dos largas cartas, realizadas en una máquina de escribir. La primera, del 20 de diciembre del 71. La otra, del 9 de marzo del 72. Piojo ya estaba presa y su padre le escribe: “Es por eso mi tesoro del alma que tengo fe. Porque tengo fe en los pueblos de mi América, encerrada como vos, o semi-encerrada como vos. Pero con todo el vigor atravesando las rejas, las montañas de rejas, que quedarán como fierros de chatarra para las fraguas de nuestro mundo futuro.”

Nenina jamás ha dejado de luchar por los derechos humanos. Traza similitudes con el caso Ragone en Salta. “Etapa de limpieza en las provincias”, dice y compara a Musa Asar con Joaquín Guil.

Las cartas siguen sobre la mesa. Allí Chicano conserva su voz. Una voz rara: la del hombre que cree apasionadamente en la lucha y que trata de ejercer una mirada científica sobre la realidad y la del hombre que atisba el infierno y daría cualquier cosa por salvar a sus seres queridos.