El hallazgo de dos cuerpos en la selva de Orán podrían pertenecer a los guerrilleros Jorge Masetti y Atilio Altamira quienes, literalmente, fueron tragados por la selva cuando huían de la gendarmería en 1964. Masetti lideraba una guerrilla ideada por el Che para montar un foco insurreccional en Argentina. (Daniel Avalos)
Jorge Paul, uno de los 35 guerrilleros que formaron parte de aquella experiencia, declaró alguna vez que “la selva en Orán crecía cinco centímetros por día”. La confidencia me fue hecha en su Córdoba natal, cuando recopilaba testimonios que luego posibilitaron el libro La guerrilla del Che y Masetti en Orán, publicado por la revista cordobesa La Intemperie en el 2005. Jorge Paul, de veinte años en aquel entonces, había llegado a esa conclusión a partir de un método sencillo: cada día en el que se encontraba en alguno de los campamentos guerrilleros elegía uno de entre los miles de arbustos existentes y lo medía con precisión de mecánico. Repetía la operación al día siguiente y comprobaba que en ese transcurso la hierba seleccionada había crecido un promedio de cinco centímetros. Esa selva voraz fue la que terminó comiéndose al Comandante Segundo y al guerrillero Atilio cuando, huyendo del cerco que la gendarmería había montado contra la guerrilla, decidieron quedarse en un punto de la selva mientras los hombres que lo acompañaban debían hacer contacto con otros guerrilleros para luego volver a buscarlo a él y Atilio.
Semanas antes, la gendarmería había apresado a cuatro guerrilleros que cavaban un vivac en La Toma. Entre estos se encontraba Alberto Castellanos, un lugarteniente del Che en Sierra Maestra y en cuyo domicilio contrajo matrimonio el mismo Guevara con su segunda esposa. Los que dejaron a Masetti y Altamira para volver a hacer contacto con el resto de los hombres, estaban comandados por otro cubano de confianza del Che: Hermes Peña, un experimentado combatiente que llegó a ser jefe de la guardia personal del legendario guerrillero argentino-cubano. El grupo de Hermes logró hacer contacto con los guerrilleros que habían quedado dispersos después de la caída del vivac de La Toma, pero la mayoría de ellos terminaron apresados, muertos por inanición o en combate, como fue el caso del mismo Capitán Hermes.
De Masetti y Altamira nunca más nada se supo, hasta ahora. El cubano José Luis Méndez y Méndez, el mismo que hace unos años logro ubicar en el cementerio de Oran y repatriar los restos de Hermes Peña, volvió a la provincia y afirmó que existen indicios para dar con los cuerpos de Masetti y Altamira. Méndez y Méndez, precisó que se localizaron dos NN en Colonia Santa Rosa y en Aguas Blancas, al igual que otros dos cadáveres en zonas pantanosas de Yuto, que es jurisdicción de la provincia de Jujuy. Las tareas de identificación se prevén iniciar la semana próxima y para ello se contará con el aporte de personal de Parques Nacionales, de Gendarmería Nacional, así como de los Juzgados Federales de Salta y Orán. A todos ellos acompañará un antropólogo de la Universidad Nacional de Salta.
Periodista de radio “El Mundo”, Jorge Ricardo Masetti encontró notoriedad cuando logró transmitir un reportaje a Guevara y Fidel Castro desde la Sierra Maestra, antes de que estos protagonizaran la entrada triunfal a La Habana en 1959. La experiencia determinó la vida de Masetti que terminó de comprometerse con la revolución cubana cuando, invitado por sus líderes, organizó Prensa Latina: el servicio de informaciones de la nueva Cuba. Allí consolidó su amistad con el Che Guevara y abrazó las ideas de este, tendientes a continentalizar la revolución a partir de la lucha armada. Atilio Altamira, por su parte, era uno de los muchos jóvenes cordobeses que, simpatizantes de la experiencia cubana, se sumaron a la aventura de Orán en donde experimentados combatientes de la isla estaban involucrados.
Crónica de una revolución frustrada
El 21 de junio de 1963 Masetti ingresó clandestinamente y por tierra a Orán desde Tarija. Lo hizo junto a cuatro hombres -un cubano y tres argentinos- que habían sido adiestrados militarmente en la isla. En agosto arribó un contingente de guerrilleros reclutados en Córdoba y Buenos Aires que, mayoritariamente, eran universitarios y escindidos o expulsados del Partido Comunista por apoyar a la revolución caribeña y el método de la lucha armada. Hasta marzo del 64, la selva de Orán albergó poco más de treinta guerrilleros que se abocaron al reconocimiento del terreno, la construcción de vivacs y el traslado de armamentos y equipos de comunicación desde Emboruzu (Bolivia). En noviembre del 63, por ejemplo, los insurgentes Héctor Jouvé, Henry Lerner, Jorge Guille y Federico Méndez trasladan desde Bolivia a la selva de Orán, surcando el monte, alimentos, armas y un equipo de comunicación proveniente de la CIA que años antes los cubanos arrebataron a los invasores de Bahía de Los Cochinos, cuando estos últimos intentaron invadir la isla con el apoyo militar y financiero de EEUU.
En marzo del 64 comienza el principio del fin. En un campamento de la localidad de La Toma, a escasos kilómetros de Santa Rosa, la mayoría de los guerrilleros recibieron a nuevos reclutas. Entre estos se encontraban dos agentes del servicio de inteligencia de la Policía Federal que, infiltrados en organizaciones de izquierda, tenían órdenes de adherir a los grupos que manifestaban simpatías castristas. Cuando el arribo ocurre y sin sospechar de los infiltrados, Masetti y parte de sus hombres se internan en la selva dejando en cercanías de La Toma al experimentado Alberto Castellanos junto a Federico Frontini y Oscar del Hoyo para instruir a los “novatos” y esperar provisiones desde la ciudad de Salta. El cuatro de ese mes, el periodista devenido en guerrillero envía a Castellanos desde el interior de la selva dos guías: Diego Magliano y Henry Lerner. Uno debía acompañar a los “nuevos” hacia el grupo del jefe; el otro, esperar a que Castellanos, del Hoyo y Frontini terminaran de ocultar provisiones para también guiarlos al mismo lugar. Magliano fue el encargado de escoltar a los reclutas nuevos, pero mientras lo hacía debió lidiar con un incidente protagonizado por los agentes infiltrados que luego de desarmar a Magliano y herirlo en una pierna escaparon. Paradójicamente, esos infiltrados fueron atrapados por la gendarmería que desde hacía tiempo patrullaba la zona por denuncias de los lugareños en torno a la presencia de personas que vestían ropas militares.
Los datos que aportan los policías encubiertos a la gendarmería resultan letales para la guerrilla casi de inmediato. Los cuatro guerrilleros de La Toma desconocen los hechos y se dividen en dos grupos. Castellanos y Lerner se acercan al campamento para hacer contacto con Salta; Frontini y del Hoyo continúan excavando. Los primeros son sorprendidos por los gendarmes e inmediatamente amarrados, y la misma suerte correrán los que, confiados y desarmados, excavaban en las cercanías. Un día después es apresado en una pensión de la zona céntrica de la ciudad de Salta, el estudiante cordobés Agustín Bollini Roca. Le secuestraron materiales del EGP y una camioneta con la que se trasladaba al norte. Lo mismo ocurrió con otras personas de la capital provincial y Orán, o de las localidades jujeñas de El Quemado, Ledesma, La Mendieta e incluso de Córdoba. Es la caída del campamento de La Toma, sin embargo, lo que aísla a los hombres del EGP que se internaron en la selva y explica el fin de la experiencia que incluyó a muertos por inanición.
En la selva, justamente, los hombres de Masetti intentaron reorganizarse para resistir el asedio. El objetivo les resultó imposible. A las inclemencias del terreno y a la falta de provisiones, se les sumó su propia dispersión. Héctor Jouvé, Miguel Colina, Jorge y Antonio Paul volvían del un pequeño poblado cuando encontraron una nota de Hermes Peña que informaba sobre los hechos de La Toma. Ambos grupos logran hacer contacto y con Masetti incluido deciden alejarse del escenario hacia Campichuelo para aprovisionarse de alimentos y volver en busca de compañeros que ya estarían padeciendo las consecuencias del hambre. La idea era de Jouvé, un joven estudiante de Medicina que llegó al monte en agosto del 63 y cuya importancia en la guerrilla fue creciendo hasta convertirse en Teniente.
Su plan era sencillo: apostaba a que la presencia del grupo en Campichuelo atrajera a la Gendarmería luego de hacer alguna propaganda armada y liberar en parte la zona de La Toma, en donde se encontraba el resto de los hombres; y también a que el retorno fuese rápido usando las aguas del río Piedras. Luego de días de caminata, Masetti abortó el plan y ordenó el retorno. Comisionó a Hermes Peña, al mismo Jouvé y al resto a que retornaran y contactaran al grupo. El primero debía organizar un pelotón que se dirigiera hacia Yuto en busca de comida y Jouvé volver con el resto de los hombres a recoger al mismo Masetti, que decidió esperar en ese lugar por dolencias que lo aquejaban desde hacía tiempo. El guerrillero Atilio Altamira quedaría escoltándolo. Por entonces, los días sin comer ya eran varios. El retorno de los hombres resultó trágico. Los accidentes ocasionados por la debilidad que padecían los guerrilleros, la misma hambre y algún enfrentamiento con la gendarmería, culminaron con muertes y hombres dispersos y hambrientos finalmente arrestados.
Atilio Altamira y Jorge Ricardo Masetti, el Comandante Segundo, el que había logrado, al decir de Rodolfo Walsh, “la mayor hazaña individual del periodismo argentino” al llegar hasta Fidel Castro y el Che en medio de la Sierra Maestra… desaparecieron para siempre. Si sus restos son los hallados en cercanías de La Toma o en la localidad jujeña de Yuto, es algo que no sabemos. Sí sabemos, en cambio, que uno de sus compañeros, que los vio por última vez – Héctor Jouvé –, nos aseguró que ambos debieron morir junto a sus hamacas a mitad del camino entre La Toma y Campichuelo. Lugar en donde Masetti había ordenado al mismo Jouvé y sus hombres hicieran contacto con el resto de los guerrilleros y luego volvieran a recogerlo. “Creo que quedó ahí, al lado de las hamacas. Ya estaba mal para seguir subiendo”. Ese “ahí” era un minúsculo punto en medio de una selva espesa y plagada de tipas, pacaráes, cebiles, tarcos y cochuchos sobre los que se levantaban las maromas, esa especie vegetal que germina sobre los mismos árboles. Todo coronado por esos helechos arborescentes que van de un árbol a otro dificultando la visión del cielo mismo.
Algunos de los hombres del Che
Hermes Peña (el primero de la izquierda): Campesino del oriente cubano, se unió a los rebeldes y luchó en la columna de Ernesto Guevara. En diciembre del 58, a días de la entrada triunfal a La Habana, durante los combates de Cabaiguán, el Che recorría la provincia en un jeep conducido por Alberto Castellanos y con sus guardias personales, Harry Villegas (Pombo) y Hermes Peña. Los sobrevivientes del EGP confiesan su admiración por Hermes. Imitando al Che, Hermes llevaba un diario de Orán que va desde el 21 de junio del 63 a los últimos días de febrero del 64. Las faltas ortográficas y de redacción son comunes y obedecen a que Hermes fue analfabeto hasta su incorporación a la columna de Guevara en la Sierra Maestra, en donde aprendió a leer y escribir. En un encuentro con la gendarmería mató al gendarme de apellido Romero y días después fue emboscado en la finca El Bananal. Su cuerpo fue enterrado en una fosa del cementerio de Orán descubierta hace unos años. Sus restos fueron repatriados a Cuba.
Alberto Castellanos:
A diferencia de Hermes, el “mono” provenía de las ciudades del interior cubano. Castellanos relató al autor la charla por medio de la cual el Che le informó sobre la misión en Orán y que también la testimonió a otros autores: “Vas a ir a un lugar y vas a encontrar gente conocida. No te vayas a disfrazar de indio que vos nos indio (…) y le dices a Villegas que no va porque adonde tú vas no hay negros. Y un negro y un blanco juntos en nada bueno andan. Yo voy pronto”. Castellanos fue detenido el 4 de marzo del 64 y estuvo preso en Villa Las Rosas hasta el 68. En todo momento mantuvo su coartada de estudiante peruano de nombre Raúl Dávila. Al volver a Cuba se reincorporó al ejército de su país y llegó a General. Hace un año volvió a Salta. Es el protagonista de un documental que está rodando Alejandro Arroz que relata los momentos trascendentes de su vida: su lucha junto al Che Guevara, la Batalla de Santa Clara, la victoria final sobre el régimen de Batista y sus misiones internacionalistas en África, Nicaragua y Argentina.
Ricardo “Papi” Tamayo:
En Cuba combatió en las columnas que dirigía Raúl Castro. Triunfada la revolución, el “Papi” se convirtió en un valioso elemento de la inteligencia cubana que fue la que lo puso bajo el mando del Che. Su misión en Orán era asistir al foco en las etapas iniciales con el objetivo de preparar el terreno para la incorporación del mismo Guevara al norte. Cuando cayó La Toma, el “Papi” no se encontraba en el lugar y huyó del país. Volvió a Cuba y junto al Che se dirigió a pelear al Congo y luego a Bolivia, en donde fue muerto el 30 de julio de 1967. El Che se refirió a su muerte en el “Diario de Bolivia” de la siguiente manera: “…era el más indisciplinado del grupo cubano y el que menos disposición tenía para el sacrificio cotidiano, pero era un extraordinario combatiente y un viejo compañero de aventuras en el primer fracaso de Segundo, en el Congo y ahora aquí” (Anotación del día 31 de julio de 1967)
Federico Méndez:
Joven mecánico platense, simpatizó con Cuba desde la época de la Sierra Maestra. Triunfada la revolución, accedió a una de las famosas becas revolucionarias que el gobierno cubano concedía a los jóvenes latinoamericanos con el fin de lograr la solidaridad internacional y adiestrar a revolucionarios en las técnicas guerrilleras. Sus compañeros lo definían como hombre de pocas palabras y paciencia pero de un genio militar brillante. Antes de partir hacia Orán, instruyó en África a guerrilleros argelinos de Ben Bella que peleaban contra los franceses. En Orán llegó al grado de teniente. Fue detenido en abril de 1964 cuando, empujado por el hambre que ya se había cobrado la vida de algunos guerrilleros, buscaba llegar a un poblado en busca de provisiones. Fue condenado a cadena perpetua, pero en 1973 recuperó su libertad por la amnistía decretada por Héctor Campora. La mayor parte de su condena la purgó en Villa Las Rosas. Murió en la provincia de Chaco en los años 90.
Héctor Jouvé:
Nació en 1940 en la localidad cordobesa de Bell Ville. Se incorporó al EGP en agosto de 1963, cuando cursaba sus últimas materias de Medicina. Fue el único de los reclutados en nuestro país que ascendió de aspirante a guerrillero y a teniente. Apresado a fines de abril en medio de la selva de orán, fue condenado a cadena perpetua, pero recuperó su libertad en el año 1973 y se incorporó al Peronismo de Base. En diciembre de 1976 decidió abandonar el país y mientras preparaba la salida fue secuestrada su mujer. Pasó semanas peregrinando por casas de militantes con sus dos hijos chicos. En 1977 estaba clandestino en el departamento Alicia Eguren – compañera de William Cooke – cuando esta fue secuestrada y desaparecida. El suceso determinó su decisión de abandonar el país y partir a Francia, país al que luego arribó su mujer, liberada en 1979. Volvió a Córdoba en los 80. Sigue casado con Clara, tiene tres hijos y vive de la psiquiatría. Es reivindicado por muchos militantes de los setenta y de hoy como una persona de asombrosa capacidad de reflexión.