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Trabajar con la paranoia

Antonio del Valle Gaspar ganó el primer premio del XXXV Salón Provincial de Artes Visuales. Experimentador de texturas y amante de la pintura asfáltica que tanto le recuerda a la cloaca salteña tiró una clase de colores y formas resumida en esta entrevista. (R.E.)

Gaspar es un tipo tranquilo, que uno puede cruzar en una calle cualquiera agitando una cadenita en la mano, y así espera en la puerta del MAC un martes a la tarde, justo antes de que cierren, con el tiempo preciso para que nos cuente la circunstancia que rodea al cuadro titulado “OK Bro”, un conjunto de técnicas que deslizan una historia dura, bastante dura que implica el desamor, la amistad, la noche y sus deidades porcinas. Todo un viaje enmarcado en dimensiones de un metro por dos. Pero ahora no nos vamos a detener necesariamente en esta producción, sino en la aproximación a una parte de la vida de Gasparín, como lo conocen los amigos.

Después de salir del museo nos dirigimos hacia un bar cercano, al frente de la iglesia roja donde los turistas suelen pararse a sacar fotos a una torre. Ahí pedimos una cerveza y dejamos prendido el grabador para realizar algunas preguntas que nos lleven hacia ese lugar extraño que es la pintura de Gaspar, que nos cuenta su paso por las instituciones relacionadas al arte pictórico en la ciudad, tanto el Polivalente de Arte como la escuela Tomás Cabrera, de donde -tras abandonar en una primera instancia y luego retornando años más tarde- se recibió como profesor en artes visuales. Pero esta parte no es tan importante salvo para comentar que ya en esos años, en los albores de este nuevo siglo, comenzó a exponer en distintas galerías de la ciudad, en muestras colectivas e individuales. Entonces la primer pregunta se hace necesaria, y el resto vendrán solas.

¿Cómo se ha ido modificando tu producción en los últimos 10 años?

Siempre he utilizado muchos colores para trabajar, óleo, acrílico y trabajaba con muchos planos. Antes ya veía que trataba de llenar los espacios vacíos porque me molestaban mucho; sin embargo veo eso hoy y comparado con lo de que hago ahora, veo esas obras vacías. Al principio también trabajaba sólo con pintura, no con el collage ni nada de eso. En principio utilizaba mucho el color negro y empecé a laburar con la pintura asfáltica, que se usa en grabado, pero me di cuenta que eso me servía también para los cuadros, porque te da otro efecto, es un negro distinto, hasta la misma consistencia de la pintura te da la opción de usar otras técnicas como el dripping; además que era barata. Después he comenzado a trabajar con papeles, porque me doy cuenta que habían algunos planos para los que era conveniente usar el papel porque te ahorraba un paso, también trabajo con los restos de grabados, con lo que se reciclaba. Ahí comienzo a descubrir detalles, cosas chiquitas que antes las hacía pintando y salen mucho mejor recortándolas, entonces comienzo a mezclar todo eso con lo que tenía antes: el acrílico, la pintura asfáltica -que hasta ahora no la dejo- y me parece que en algún momento voy a pintar solamente en negro y con pintura asfáltica.

Cuando he sacado la mención en el Salón provincial, hice un cuadro -el más diferente capaz de los que hasta ahora he hecho- negro, con pintura asfáltica. Había comenzado a trabajar con los colores que uso siempre y no me convencía, me tenía frustrado y una semana antes del Salón  le empiezo a meter todo negro, negro y a meterle por encima un blanco acrílico que en el negro provoca ciertos efectos, se diluye, lo rebajan y era un cuadro totalmente negro, lleno de signos, de símbolos, no existe el color en ese cuadro. Quiero volver en algún momento sobre esa línea.

En cuanto a la temática no he dejado de ser figurativo, muy pocas veces llegué hasta la abstracción pura, pero capaz que éste es el momento que necesito para hacerlo. En algún punto estaba muy influenciado por Kandinsky, Miró, era una mezcla de eso y había otro que yo no conocía, pero la gente decía que lo mío se parecía bastante, era Basquiat, que lo descubrí tarde, hace unos tres años, pero entiendo que es un periplo que dos personas podían recorrer de manera independiente y llegar a ese punto.

En un momento los colores no tenían que ver con la alegría, porque yo buscaba otro tipo de cosas, una especie de vibración, de la vitalidad, porque si vos te ponés a observar los cuadros, no es la abundancia de colores, sino cómo están repartidos, porque hay incluso algunos que yo no uso, los verdes y azules casi ni los uso, pero sí el rojo, negro, amarillo, el rosado antes lo usaba mucho.

 También me gusta trabajar con símbolos y signos, con marcas que son como cicatrices, utilizo mucho la X porque simboliza muchas cosas, es una marca, algo que se busca, una incógnita, una cruz, si ponés tres equis juntas puede significar otra cosa.

¿Por qué esa predilección de algunos colores o tonos sobre otros, cómo se relaciona eso con lo que ahora estás haciendo?

No sé si es por la vibración, yo soy muy de ciudad y entonces el verdes es como naturaleza, el azul es como el agua y así. Yo veo los colores de la ciudad: el flúor de los tubos, de los carteles, los autos, los semáforos, las mismas alcantarillas tienen sus luces, cuando el agua va bajando y hay un reflejo en ese chorro… la misma gente, cómo se viste. No es que me desagrade la naturaleza, pero yo he nacido acá y esta es mi influencia. Veo, sobre todo ahora, mucha gente que nace acá y busca su raíz en otro lado. Ahí yo me pregunto ¿qué es la raíz de uno? Cuando salgo de mi casa no veo un cardón, pero sí veo diez mil carteles de CocaCola, y esa es mi cultura, sea buena o mala, una empresa monopólica, explotadora, envenenadora, no importa, sino que eso es lo que veo; y otra cosa es la estética, la mía es la del occidental, la que tenemos todos, tengo un gusto occidental y no tengo por qué rechazarlo. Está bien, ha sido impuesto, es parte de un canon, pero uno ha mamado eso y ha crecido así y no tiene por qué rechazar esas cosas. Pero la cuestión acá es que la ciudad tiene muchos colores, vitalidad  que se representa a través de la vibración de los colores y la cuestión está en cómo los vamos a repartir.

¿Con qué otros materiales te gusta trabajar?

La pintura asfáltica es la ideal, por ahora trabajo con papeles, más de una vez me pasó que cuando está húmeda la tela afuera, en verano, te empiezan a andar los bichos y en más de un cuadro me quedó una hormiga, o una mosca pegada, lo que no era mi intención, sino la mosca que se quería morir ahí…

En ese sentido ¿cuánto de lo que vas armando está librado al azar?

La mayoría de las veces todo es eventualidad, aunque capaz que tengo una idea previa pero no sé cómo la voy a desarrollar, en qué parte la voy a poner, si me va a terminar gustando al final o la voy a cambiar totalmente. Por un lado es la técnica y uno como que se libera en ese aspecto, porque si lo piensa demasiado, o lo proyecta demasiado en un boceto es como que ya está, para qué lo vas a volver a hacer. En un principio laburaba así, pero luego lo he dejado porque al final terminaba descubriendo otras cosas a medida que las iba haciendo y me he dado cuenta que no vale la pena, además te ahorrás un paso, porque la idea lo mismo va a salir, como te digo, es inconsciente, entonces no te hace falta proyectar algo en un papel conscientemente si es que tu inconsciente después te lo va a sugerir y lo va a hacer salir de una manera más creativa.

La obra que vimos en el MAC es bastante narrativa ¿generalmente trabajas de esa manera, apelando a una historia?

Se va transformando en un relato, dependiendo del estado en el que estés en el momento vas a encontrar una punta y vas a seguir con el relato. Retomo historias personales, subjetivas, por eso tal vez para la gente sea complicado seguir la trama. Son como cartas que se escribían antes, que no son para cualquiera sino para gente en particular.

También puede ser que no tenga ni puta idea de lo que voy a hacer, quizás en un momento en el que esté más equilibrado, digamos, y en otro momento voy a derivar a hacer eso, aunque no sé cómo serán concretamente las imágenes. Pero cuando veo el cuadro, conozco la dimensión y arrojo la pintura asfáltica en un primer momento no sé qué va derivar de esa mancha, porque primero le doy el blanco y de ahí le comienzo a tirar la pintura asfáltica, esa diferencia -que una es soluble en agua y la otra en nafta o aguarrás- hace que se produzca un efecto, imágenes que me comienzan a sugerir algo. En ese estado capaz que ya es algo, no necesita de nada más, pero de ahí siempre me surgen imágenes y empiezo a pegar los papeles, determinar escenas dentro del cuadro, los textos, los planos que van por detrás y se va formando ese relato por capas, porque no son imágenes fuera de contexto, sino la idea fija que uno tiene, aunque eso depende de lo que esté pensando en ese momento, porque, digamos, si estoy pensando en política, seguro lo que me sale va a estar para ese lado, en cambio en otro estado emocional salen otras cosas. Es como una especie de paranoia, porque ves cosas donde no las hay o ves cosas dobles o encontrás sentidos, es algo así como trabajar con la paranoia y yo me dejo llevar, porque es como cuando comenzás un relato y no sabés dónde va a terminar.

Volviendo a lo de las vibraciones, ¿cómo podemos entender eso?

La vibración se da a partir de los contrastes, porque un cuadro vos lo podés mirar desde lejos, de una sola mirada, pero a la vez te lleva a que hagás un recorrido aunque no te lleve por el relato mismo. La musicalidad está en lo caótico que te pueda sugerir una mancha, un trazo; no te deja en paz, eso es lo que tiene y te produce esa emoción. Porque por lo general yo sé cómo comienza pero no cuándo va a terminar. Es más, ahora capaz que si tenía un mes más para trabajar iba a seguir metiéndole cosas a este cuadro que ganó lo del Salón.

Entonces, ¿cómo reconocer cuando un cuadro está terminado?

Es más una satisfacción física que intelectual, porque vos lo ves y ya está. Como cuando tenés un plato de comida grande y rico, entonces comés, comés, comés y un momento decís: ‘ya está, no me lo voy a comer todo’, ¿entendés? Es eso, no hay que ser gazuzo.