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Tengo una idea

ALEJANDRO SARAVIA

En estos días en que Alberto Fernández y su querida Fabiola acaparan toda la información hasta el hartazgo y ponen una frutilla sobre la torta que nos legara el kirchnerismo, se me ocurrió una idea.

Pero, antes de desarrollarla y como para que no se hagan los distraídos como el perro de la alfombra, contextualicemos, señalemos muy sintéticamente lo que significó esa plaga en nuestra historia contemporánea. Es necesario siempre refrescar estas cosas en una sociedad con memoria tan corta. El fundador, Néstor, no sólo desaprovechó la mayor oportunidad que la historia nos había brindado para iniciar un proceso virtuoso de crecimiento y desarrollo, sino que, en lugar de ello, nos legó una asociación ilícita monumental cuyos efectos llegan hasta nuestros días y respecto de la cual una justicia cómplice se hace también la distraída y hasta está por ser premiada con un cargo en la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Cristina, por su parte, liquidó todas las cajas que tenía a mano para llevar el gasto público de un 25% del PBI al imbancable 42% del mismo, sin que el Estado mejorara en nada y, por el contrario, empeorara en todo, asociándonos, eso sí, a lo peor de cada barrio, es decir, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán, y los imperios de Rusia y China. Completando su performance nos dejó en manos de uno que decía de sí mismo que nunca había afanado nada y que era el primer feminista de la historia. Sí, estoy hablando de Alberto Fernández y las comisiones de seguros obligatorios de las que responsabilizara a su querida secretaria. Decía también de sí que nunca había pegado a nadie y aparecieron las fotos de su entrañable Fabiola morada por todos lados y los videos en que se mostraba en qué gastaba su tiempo en la Casa Rosada este macho alfa mientras comía y tomaba con la nuestra a más no poder.

Pero justo es también mencionar que otra destacada herencia que nos legó el kirchnerismo en su desastrosa, en varios sentidos, gestión es este inefable Javier Milei y su Armada Brancaleone, legitimados precisamente por las andanzas de aquellos antecesores. Con el agregado de que el culebrón hastiante que gira alrededor del macho cabrío y su Fabiola, no hace otra cosa que lavar hasta con lavandina la cara de Milei, sin que nadie deba olvidar sus propias acometidas como las que sufrió en los comienzos y en nuestra propia provincia, en Metán precisamente, la periodista Teresita Frías cuando osó hacerle una pregunta al entonces candidato, hoy presidente, y que a éste no gustara. Después siguió, claro, aquello de “vaca mala”, Fátima Florez, hoy Yuyito González, escalones usados para su propio ascenso y publicidad tomándonos a todos por estúpidos saturándonos con nimiedades. Pasando, claro, por la arremetida en contra de casi todas las periodistas mujeres, anque algunos hombres. Nada suave y respetuoso, todo violento y grosero pero siempre dirigido a que se hable de él, del superstar.

Como todo esto me parece absolutamente degradante y vergonzoso, voy a proponerles algo, simplemente una idea que se me ocurrió espontáneamente: les propongo que le pidamos sentidas disculpas a los hermanos uruguayos por haberles echado a los diputados que Artigas, héroe supremo de la Banda Oriental, había enviado a la Asamblea del año XIII y les roguemos que nos volvamos a integrar en un solo país, pero con una sola condición: que sea su dirigencia, la uruguaya, la que venga a gobernarnos.

En efecto, herederos de Artigas, del Águila Blanca del Cordobés fundador del Partido Blanco o Nacional, de José Batlle y Ordóñez, líder del Partido Colorado, ese legado prendió mucho mejor en ellos que en nosotros el que nos legaran nuestros héroes ya muertos como San Martín, Belgrano, y tantos otros que dieron su vida para hacer este país. Realmente siento profunda vergüenza de ver lo que hicimos con nuestro legado. Al ver que de este gran país hicimos nada más que un conventillo, amplificado, eso sí, por un periodismo con sede en Buenos Aires propio de ese ámbito de extramuros.

Los que siempre menospreciaron al “paisito”, como lo nominan al Uruguay los propios uruguayos, les deberían pedir encarecidamente que olviden aquel maltrato propinado por los porteños a esos diputados que venían con el simple mandato de hacer un país federal, republicano y cuya capital no sea Buenos Aires. Que olviden ese maltrato y vengan a aplicar acá lo que a ellos sí se hizo carne.

Ellos lo lograron con esas pautas legadas por sus grandes muertos, en tanto nosotros seguimos alegremente chapoteando en este lupanar.