Tras haber fracasado estruendosamente en la guerra contra los baches, la municipalidad propone transitar la ciudad por los aires y, de paso, descongestionar un poco el tránsito. Algunas claves para entender por qué la idea de un teleférico urbano despierta más carcajadas que expectativas.
Nicolás Bignante
A decir verdad, ninguno de los presentes durante el discurso de la Intendenta Bettina Romero llegó a entender si se trató o no de un anuncio. La cita textual tiene, más bien, la forma de un anhelo: «El transporte público de pasajeros es uno de los mayores desafíos para áreas urbanas con altas tasas de crecimiento poblacional. En la última década, por ejemplo, muchas ciudades sudamericanas con geografías similares a la de Salta, han construido redes de teleférico para mejorar la movilidad urbana, entre ellas Medellín (Colombia); Caracas (Venezuela); y La Paz- El Alto (Bolivia). Exploremos soluciones de manera conjunta».
Sobre lo escrito, la jefa comunal agregó algunas líneas que avivaron el misterio: «Salta sería la primera ciudad en Argentina en tener un teleférico urbano como medio de transporte. Esto solucionaría los problemas de gestión vehicular en la ciudad». Se trata, sin dudas, de una de las primeras declaraciones en tono electoral y con forma de promesa por parte de la actual intendenta.
La frase dio lugar a innumerables planteos por parte de los concejales que aprovecharon la ocasión para recordar las falencias de la gestión romerista. Entre los más categóricos estuvo el recientemente asumido, Franco Biella: «Al no poder solucionar el estado de las calles, proponen viajar por el aire», sostuvo.
En su esencia, el anuncio se procesa de manera similar a la experiencia de las ciclovías, evaluadas como lo peor de la gestión bettinista según varias encuestas. En el análisis más a fondo, surge la percepción de una creciente desconexión entre el discurso político y la realidad, aumenta el malestar de los sectores más postergados, como así también las demandas por obras de carácter prioritario. Todo ello alimenta las suspicacias en relación los futuros ejecutores del proyecto, que -eventualmente- serían los mismos que pagaron sobreprecios en Av. Discépolo, que tuvieron que rehacer ciclovías mal hechas y que no pudieron garantizar la seguridad de obreros en el nuevo puente sobre rio Arenales.
Las opiniones vertidas en redes sociales reflejan cabalmente el grado de aceptación de la propuesta: «señora Bettina; esta bueno el progreso, pero todavía falta y bastante mejorar la ciudad, falta pavimentar barrios que cuando llueve no se puede transitar, creo que primero hay que arreglar la casa para luego ponerle los adornos», escribió Lucrecia ajaya.
Cristina Alzogaray, por su parte, apeló a reminiscencias menemistas y opinó: «Estás naves saldrán desde Castañares subirán a la atmósfera y a la estratósfera y en 40 segundos estarás en Valdivia». Cristian Zárate, más categórico y pragmático, posteó: «Betina al 9009».
Experiencias
A la hora de citar ejemplos de teleféricos utilizados como transporte público, la intendenta Romero apeló a ciudades de latinoamérica que, según su visión, comparten características geográficas con la ciudad de Salta. Medellín, La Paz y Río de Janeiro son algunas de ellas. El detalle no menor es que, en las ciudades mencionadas, el sistema funciona como medio de conexión con zonas de altura densamente pobladas. En Brasil, el teleférico del Morro do Alemão transporta alrededor de 13 mil pasajeros por día; y en El Alto, Bolivia, alrededor de un millón de habitantes conectan con la ciudad de La Paz a través de MiTeleférico. En Medellín, los moradores de los cerros La Asomadera y Pan de azúcar pueden descender a la ciudad a través de Metrocable.
Según un informe realizado por el Banco Mundial titulado «Teleféricos Urbanos como Sistemas de Transporte Público», en América Latina ocho de cada diez personas viven en ciudades, en las que la población menos favorecida vive en áreas de difícil acceso, en general en cerros y colinas, donde no hay espacio para la ampliación de las vías.
Actualmente, los residentes de las grandes ciudades latinoamericanas invierten cerca de una hora y media al día en traslados, de acuerdo con una investigación del BID, lo que equivale a 10 semanas de trabajo al año.
En la ciudad de Salta, demás está aclararlo, no existen grandes poblaciones en altura que necesiten tener conexión con otras zonas. De hecho, los bosquejos preliminares hablan de un circuito que conectaría la zona norte con la zona sur, evitando el conflictivo tránsito terrestre; algo que podría lograrse con carriles exclusivos o con la implementación de una línea de metrobus.
Un vuelto…
El mencionado informe también detalla que el costo de construcción de una red de teleférico urbano parte de los 19 millones de dólares por kilómetro en ciudades como Medellín y Ciudad de México, hasta 32 millones en ciudades como Guayaquil. Una línea que atraviese la ciudad desde el Poder judicial hasta barrio Santa Ana debe contar con, al menos, 17 kilómetros de cable, lo que arroja un mínimo de U$S 323 millones sólo en costos de construcción. El monto triplica el presupuesto total del municipio para el año 2023.
Tradición familiar
La fantasía bettinista conecta llamativamente con la visión de su abuelo, el exgobernador Roberto Romero, quien pensó y planificó durante su gobierno la instalación de un tren elevado en la ciudad de Salta. El ferrocarril de tránsito rápido atravesaría, según el proyecto del exmandatario, la ciudad de sur a norte, evitando congestionamientos y dinamizando el traslado de pasajeros. Al igual que hoy, no fueron pocos los que consideraron la idea como un delirio.
La obra llegó a licitarse por 45 millones de dólares provenientes de las regalías, pero nunca se concretó. En un artículo publicado por El Tribuno, César «oveja» Álvarez relata que «el tren elevado fue un proyecto criticado por razones, básicamente electorales. El gobierno de Cornejo lo archivó, privando así de un servicio que hubiera agilizado y abaratado todo el sistema de transporte urbano».
A finales de los 80’s los problemas de tránsito en la ciudad de Salta distaban enormemente de los actuales y el anhelo de Roberto Romero tenía mucho más que ver con el proyecto turístico de la provincia. Sólo queda imaginar qué lugar ocuparía y qué función cumpliría en la actualidad una obra de esa magnitud. ¿Soluciones europeas a problemas salteños?